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pablo m. díez
Domingo, 15 de mayo 2022, 00:22
Decía Marx, pero Karl, no Groucho, que la historia se repite siempre dos veces: primero como tragedia y luego como farsa. Cierto o no, eso ... es lo que acaba de ocurrir en Filipinas. 36 años después de la Revolución del Poder Popular que derrocó al dictador Ferdinand Marcos, quien dirigía bajo la ley marcial una de las autocracias más crueles y cleptócratas del mundo, su hijo, apodado 'Bongbong', vuelve a dirigir el archipiélago.
A sus 64 años, Ferdinand Marcos Jr. ha llevado de nuevo a su familia al Palacio de Malacañán después de imponerse en las presidenciales. De allí huyeron a la carrera, pero con las maletas llenas de dinero y joyas, el 25 de febrero de 1986, cuando dos millones de filipinos, apoyados por la Iglesia católica y parte del Ejército, se rebelaron finalmente contra sus dos décadas de tiranía, abusos contra los derechos humanos y corrupción generalizada.
En ese momento, y puesto a dedo por su padre, 'Bongbong' llevaba tres años como gobernador de la provincia de Ilocos Norte, el bastión de los Marcos. Aunque se exilió con su familia en Hawái, donde el patriarca falleció en 1989, pudo regresar a Filipinas dos años después por orden de la entonces presidenta, Corazón Aquino, viuda de Benigno Ninoy Aquino, el senador asesinado el 21 de agosto de 1983 en el aeropuerto internacional de Manila, nada más bajar del avión que le devolvía al país tras un exilio de tres años en Estados Unidos.
Ferdinand Marcos Jr. en teoría debía enfrentarse a varios cargos en los tribunales, pero en la práctica aprovechó su regreso a casa para continuar su carrera política. Desde entonces, tanto él como su madre, la coleccionista de zapatos Imelda, y su hermana Imee han ocupado diversos cargos provinciales, en el Senado y la Cámara de Representantes, hasta acercarse a las elecciones presidenciales.
En 2016, 'Bongbong' perdió la vicepresidencia por un estrecho margen de votos ante la abogada Leni Robredo, su principal rival en los comicios del lunes. En ese momento el ahora presidente saliente, Rodrigo Duterte, despotricó contra Marcos hijo, a quien llamó «débil» y «niño mal criado» entre lujos y riquezas que solo soñaba con ser astronauta. Por esas cosas que pasan en la política filipina, en manos de un puñado de familias poderosas desde la independencia de España en 1898, la hija de Duterte, Sara, será la vicepresidenta de 'Bongbong'.
Como Marcos se enfrenta a varias demandas de descalificación por haber sido condenado por evasión de impuestos en los años noventa, cuando era gobernador de Ilocos Norte, hay quien piensa que tan extraña alianza es una maniobra del expresidente Duterte, quien no podía presentarse a un segundo mandato porque así lo prescribe la Constitución.
Pero, si 'Bongbong' es finalmente inhabilitado por el Tribunal Supremo, incluso tras haber ganado las elecciones, le relevaría Sara Duterte. Y así todo volvería a quedar en familia, pero no en los Marcos, sino en los Duterte.
Aunque a 'Bongbong' no lo consideraba brillante ni su padre, que prefería a su hija Imee, ha logrado esta ventaja gracias a su dominio de las redes sociales, sobre todo Youtube y Tik Tok, donde ha podido renovar su nombre y la imagen de su familia. Con sus vídeos, que ocultan que su padre expolió entre 4.500 y 9.500 millones de euros y persiguió a millones de disidentes, ha logrado convencer a los jóvenes que no sufrieron la dictadura de que aquella fue la «época dorada» de Filipinas, periodo en el que, sin embargo, él estudiaba en Inglaterra.
Siempre ha reivindicado el legado y el genio político de su padre con el eslógan 'Levántate de nuevo', que aprovechó la nostalgia de quienes viven aún pensando que el pasado fue mejor, un periodo de progreso y prosperidad caracterizado por la construcción de importantes infraestructuras como hospitales, carreteras y puentes gracias a la consecución de préstamos extranjeros que permitieron hacer olvidar las miles de personas encarceladas, torturadas o asesinadas entre 1972 y 1981 y el empobrecimiento de los sectores más bajos de la población. Las víctimas todavía luchan por la justicia.
Su mensaje, amparado en muchos caos en 'fake news', ha atraído también el respaldo de las poblaciones más pobres y rurales, cansadas de las disputas políticas, falsas promesas de progreso y sucesivas administraciones que todos sienten que no les han beneficiado.
Será el primer presidente del país que no podrá ir a Estados Unidos, donde está buscado por no haber pagado una indemnización a sus víctimas. La historia se repetirá como una farsa marxista, pero más de Groucho que de Karl.
Porque ahora el heredero del latrocinio de los Marcos ha atraído a los filipinos con la promesa de más empleos, precios más bajos y mayor inversión en agricultura e infraestructuras.
Una campaña de base impulsada por un ejército de voluntarios que buscaban votos casa por casa, sin debates televisivos y apenas entrevistas. Ha funcionado al igual que sus mítines, que atrajeron a cientos de miles de personas. Ferdinand Marcos Jr. ha llegado ya a Malacañán. Junto a él lo hacen nuevas preocupaciones para los activistas de derechos humanos, líderes religiosos y analistas políticos. Todos temen un «Gobierno sin restricciones» vía cambio constitucional que emule al de Duterte y su mortífera campaña antidrogas.
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