mikel ayestaran
Corresponsal. Jerusalén
Miércoles, 25 de agosto 2021, 18:49
El foco mundial de atención en Afganistán es hoy el aeropuerto, pero fuera de ese espacio el poder del Emirato se afianza y la sharia (ley islámica) se asienta como forma de gobierno. El caos que rodea a la evacuación se convierte en una aparente ... calma en el centro de Kabul, donde la vida sigue tras el cambio de régimen y los que se quedan tienen que aprender a vivir bajo las nuevas reglas.
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Zabihullah Mujahid, otro de los portavoces que estos días aparece ante los medios internacionales, llamó a las mujeres a permanecer sin salir de casa «hasta nueva orden». El motivo de esta decisión «temporal» es por «la preocupación de que nuestras fuerzas, aún no muy bien entrenadas, puedan maltratar a las mujeres. No queremos que nuestras fuerzas, Dios no lo quiera, dañen o acosen a las mujeres». Esta medida alienta los fantasmas del primer Emirato de finales de los noventa cuando las mujeres tenían muy restringidas las salidas.
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Otra de las decisiones adoptadas por las nuevas autoridades fue prohibir las transferencias de dólares al extranjero. Esta medida intenta amortiguar el impacto que supone la decisión de Washington de no permitir el acceso de los talibanes a las reservas del Banco Central que en su mayor parte se encuentran en territorio estadounidense.
El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional anunciaron la suspensión de ayudas y créditos a Afganistán, una medida preventiva a la espera de conocer la política del nuevo Gobierno. Después de más de una semana de cierre, los bancos reabrieron sus puertas y se formaron largas colas en las calles de la capital para poder obtener dinero en metálico.
Mientras la ciudad observa el nuevo régimen, las palabras de los talibanes se convirtieron en hechos y levantaron un puesto de control a cinco kilómetros del Aeropuerto Internacional Hamid Karzai que solo se puede superar con un pasaporte o un visado extranjero. La negativa de los islamistas a aceptar una prórroga de la presencia de las tropas estadounidenses en el país obligó a acelerar el ritmo de la evacuación y en las últimas 24 horas salieron otras 20.000 personas del país. Pero uno de los portavoces islamistas, Suhail Shahin, llamó a la calma a los afganos que quieran abandonar el Emirato y les garantizó que, pasado el 31 de agosto, «habrá vuelos comerciales en los que podrán salir aquellos que tengan la documentación en regla».
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Shahin insistió en la importancia de la salida de las tropas extranjeras y sugirió que, para recuperar lo antes la normalidad, «deberían retirarse antes del límite». El repliegue ya está en marcha y el Pentágono avanzó que algunos hombres ya habían salido del país. Los talibanes no quieren estadounidenses pero, según revelaron fuentes turcas a la agencia Reuters, habrían pedido «ayuda técnica» a Ankara para poner en funcionamiento el aeropuerto a partir del día 31. Pese al planteamiento talibán, Turquía rechazó esta posibilidad y finalmente evacuó ayer a sus militares de Kabul.
Después de dos días de espera a las puertas del aeropuerto, N., colaborador de España en los últimos años, y su familia se encontraron con este puesto de control que ahora les impide el acceso y «tememos que pronto el cierre sea total, que no se permita ni siquiera salir a quienes tenemos documentos concedidos por extranjeros.
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El país se asoma a una nueva crisis humanitaria y Unicef alertó de la grave situación a la que se enfrentan en especial los menores. «Alrededor de 10 millones de niños y niñas en todo Afganistán necesitan ayuda humanitaria para sobrevivir. Se calcula que un millón de niños sufrirán desnutrición aguda grave a lo largo de este año y podrían morir si no reciben tratamiento. Se calcula que 4,2 millones de niños están sin escolarizar, entre ellos más de 2,2 millones de niñas», apuntó la directora ejecutiva del organismo internacional, Henrietta Fore.
Desde el Programa Mundial de Alimentos lanzaron una petición de 170 millones de euros para ayuda alimentaria y recordaron que uno de cada tres afganos vive en situación de inseguridad alimentaria debido a los largos años de «conflicto, sequía y deterioro económico, todo ello agravado desde la llegada del coronavirus».
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China y Rusia se apresuran a tomar posiciones tras la desbandada estadounidense de Afganistán. Tras la reunión de emergencia del G-7 sobre la caída de Kabul y el anuncio de Biden de no prolongar la retirada de sus tropas, Xi Jinping y Vladímir Putin hablaron este miércoles por teléfono sobre el avispero afgano. A ambos les preocupa que el nuevo régimen afecte a sus países, informa Pablo M. Díaz.
Mientras China tiene una frontera de 80 kilómetros en su convulsa región musulmana de Xinjiang, Rusia, que también fracasó en su ocupación de Afganistán, teme que el terrorismo y el tráfico de drogas con el que se financian los talibanes se extienda por sus antiguas repúblicas de Asia Central. Por ello, Xi y Putin se comprometieron a «combatir el terrorismo, cortar el narcotráfico y prevenir los riesgos para la seguridad en Afganistán, resistiendo a la interferencia de fuerzas externas y manteniendo la estabilidad regional», según informa la agencia china de noticias Xinhua.
Para no repetir los mismos errores de la Casa Blanca, y de la extinta URSS, Xi dejó claro que «China respeta la soberanía de Afganistán, su independencia e integridad territorial, y persigue una política de no injerencia». Con la vista puesta en las posibilidades económicas que se abren, ya sea en su reconstrucción o en la explotación de sus minerales, señaló que Pekín «siempre ha jugado un papel activo». Mientras los embajadores occidentales están siendo evacuados de Kabul a la carrera, el chino se entrevistó el martes con uno de los cabecillas talibanes para prometerle ayuda económica y diplomática a cambio de seguridad. China quiere evitar que el terrorismo yihadista se propague a Xinjiang, donde intenta borrar su tradición musulmana con un Estado policial.
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