Soldados británicos, acusados de crímenes de guerra en Afganistán

Lo descrito es una serie de asesinatos porque, en la documentación recopilada, los investigadores del ente público de radiotelevisión han hablado con testigos que afirman que había competencia entre escuadrones para contabilizar más muertes que las causadas por el que había cumplido el turno anterior. Se sospecha también que dejaban subfusiles AK-47 en las casas donde cometían los crímenes para alegar que los fallecidos estaban armados.

Mataron una noche a nueve varones afganos que estaban en el anexo destinado a los visitantes alojados para pasar la noche, siguiendo la tradición afgana, y dos días después a ocho en las mismas condiciones. La altura de las perforaciones de las balas en los muros de las viviendas sugieren que murieron cuando estaban arrodillados o tumbados. Un mes después mataron a otros ocho, a los que llevaron a una casa para registrarlos.

Padres de víctimas afirman a la BBC que sus hijos no eran talibanes y que ni ellos ni los visitantes estaban armados. Un hombre identificado como Salifullah denunció los crímenes y el caso judicial desveló documentos que la BBC utilizó para su investigación. Finalmente, alguien en el cuartel general de la Fuerzas Especiales entregó a los periodistas una gran cantidad de documentos internos.

El reportaje afirma que los mandos militares y el Ministerio de Defensa bloquearon la investigación por la Real Policía Militar. El SAS está especializado en la penetración más allá de las líneas enemigas. De confirmarse los hechos denunciados, la comisión de crímenes de guerra y la falta de claridad de sus mandos dañarían su prestigio como élite de combate.