joana serra
Berlín
Lunes, 8 de agosto 2022, 17:16
Pocas figuras políticas hay ahora mismo en Alemania que despierten tanto rechazo como el excanciller Gerhard Schröder. Bajo su gestión se cimentó la dependencia energética de Alemania respecto a Rusia, asunto que ahora sufre toda Europa. Y, encima, a la decisión de construir el ... gaseoducto Nord Stream, adoptada en 2005 por Schröder y el presidente ruso, Vladímir Putin, siguió un espectacular caso de puertas giratorias: unos pocos meses después de dejar la Cancillería, Schröder pasó a sentarse en varios consejos de administración de consorcios controlados por el Kremlin.
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El Partido Socialdemócrata (SPD), sin embargo, ha optado ahora por no actuar contra quien fue su presidente entre 1999 y 2004, además de canciller entre 1998 y 2005. La comisión de arbitraje del SPD en Hannover, la patria chica política de Schröder, ha rechazado este lunes las demandas presentadas por 17 asociaciones regionales del partido de todo el país. Pedían la apertura de expediente disciplinario contra el excanciller, como primer paso para su expulsión.
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«No apreciamos que haya ocasionado daños en el partido ni vulnerado sus estatutos», justificaba su decisión ese órgano de arbitraje del partido. Dañar a la formación es una cuestión clave para que prospere un procedimiento de expulsión, que además puede demorarse años en resolverse.
El «daño» al partido no se remitía al escándalo de la puerta giratoria, una cuestión que ya fue suficientemente controvertida en 2005, pero que no acarreó consecuencias. Tampoco se refería a la relación de amistad y alianza política que se dispensaron Schröder desde el poder o fuera de él. La demanda de las 17 asociaciones regionales se basaba en el hecho de que el excanciller sigue sin romper sus vínculos con Putin. Es más, los defiende hasta el desafío, como ha demostrado con dos viajes recientes a Moscú, aparentemente para «mediar» ante el Kremlin.
En los últimos meses, Schröder renunció a su puesto en la presidencia de la petrolera rusa Rosneft y a la nominación para ingresar en el del gigante Gazprom, que controla Nord Stream. Lo hizo en medio de fuertes presiones desde el SPD o, tal vez, ante el riesgo de quedar incluido entre los personajes afines a Putin sancionados por Occidente. Algo que Schröder, abogado además de político, sabe que puede salir muy caro.
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Para muchos alemanes, Schröder sigue sirviendo a su 'patrón' Vladímir. La cúpula del SPD, el partido del canciller Olaf Scholz, se ha distanciado de su expresidente reiteradamente. Incluso se le ha invitado a dejar voluntariamente su militancia. Una opción que resolvería de inmediato los dilemas de la socialdemocracia ante un excanciller que se ha convertido en la vergüenza del partido.
«No tengo de qué arrepentirme», afirmó Schröder, en una reciente entrevista a un medio alemán. Una actitud desafiante, que recuerda la pieza musical que eligió en 2005 para su ceremonia militar nocturna de despedida del poder: 'My way' ('A mi manera').
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