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Imagen de unidad de puertas afuera y el intento de encontrar una posición común de puertas adentro. Los líderes de los principales países europeos se reunieron este lunes por la tarde en París ante su exclusión —al menos por ahora— de las discusiones entre Moscú y Washington sobre la guerra de Ucrania. Los mandatarios de Francia, Alemania, España, Italia, Reino Unido, Dinamarca, Polonia y Países Bajos quisieron mostrar cierta cohesión con este encuentro en el Elíseo, ante el desafío que representa el acelerón de los Estados Unidos de Donald Trump sobre el dosier ucraniano y sus comentarios incendiarios durante la reciente Conferencia de Múnich.
En medio de este momento delicado para el Viejo Continente, en el que corre el riesgo de verse marginalizado en unas negociaciones de paz de un conflicto bélico sobre su propio suelo, el presidente francés, Emmanuel Macron, quiere erigirse en un mandatario capaz de coordinar una respuesta del bloque. El inquilino del Elíseo ve en la actual coyuntura convulsa una oportunidad para sacar la cabeza del agua de la profunda crisis de su presidencia. Antes del inicio de la cumbre, organizada de urgencia durante los últimos días, habló por teléfono durante 20 minutos con Trump.
«La seguridad en Europa se encuentra en un momento decisivo», aseguró en la red social X la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tras llegar este lunes a la capital francesa. La reunión parisina coincidió con la llegada a Arabia Saudí del jefe de la diplomacia estadounidense, Marco Rubio. Allí se reunirá este martes con su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, en las primeras conversaciones en persona entre Moscú y Washington sobre un eventual acuerdo de paz. El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, aseguró este lunes que «no participará» en las negociaciones del martes, a pesar de que efectúa en estos momentos una gira por Oriente Medio y que el miércoles estará en Arabia.
De momento, los representantes europeos han quedado apartados de este proceso diplomático. Rubio prometió, sin embargo, que estarán presentes «en las verdaderas negociaciones», previstas para más adelante. Ante el riesgo de quedar como meros segundones y que no se tengan en cuenta sus intereses ni los de Kiev, los principales países de la Unión Europea expresaron su malestar y quieren dar una respuesta común. Washington y Moscú «hablan a espaldas de Ucrania» y «estamos tratando sobre un acuerdo en que no existe Ucrania y en que no está implicada», denunció el canciller alemán, Olaf Scholz. «No estamos en el momento de la paz», añadió tras salir de una reunión que duró más de tres horas.
Debido a la urgencia en que fue convocado, el encuentro solo incluyó a mandatarios de ocho países, además de la presidenta de la Comisión, el máximo jefe del Consejo Europeo, António Costa, y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte. Las autoridades de Rumania, Eslovenia y República Checa expresaron su malestar por no haber sido invitadas, mientras que el Gobierno húngaro —uno de los más benevolentes con Moscú— tachó la reunión de «proguerra».
En la cumbre de París discutieron sobre el arranque de las discusiones entre Washington y Moscú, el posible envío de «soldados de paz» a Ucrania, el aumento del gasto militar y la construcción de la «Europa de la defensa». El primer ministro británico, Keir Starmer, que fue el primero en llegar al Elíseo, se ha posicionado a favor de enviar soldados británicos al territorio ucraniano como garantía de seguridad tras un eventual acuerdo de paz. Francia y Suecia también parecen decantarse por esta opción, mientras que Polonia y Alemania se oponen y España considera que «es demasiado pronto» para tomar una decisión.
Tanto Starmer como su homólogo polaco, Donald Tusk, abogaron este lunes por «un aumento inmediato» del gasto militar en el Viejo Continente. Macron también considera el momento actual como una oportunidad para que avance la eterna promesa de la «Europa de la defensa». Un endeudamiento continental para invertirlo a nivel militar, siguiendo el ejemplo de los bonos covid, es una de las propuestas galas, aunque no genera consenso.
Pese al esfuerzo de escenificar unidad, varias discrepancias —la primera ministra italiana, la derechista Giorgia Meloni, llegó con una hora de retraso en la cumbre— permanecen entre los países de la UE. Y la administración Trump confía en explotarlas.
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