joana serra
Miércoles, 3 de agosto 2022, 16:04
El gasoducto Nord Stream abastece a Europa del gas ruso. Y lleva semanas en el ojo del huracán. Trabaja a menos capacidad de la que debe, un 20% menos, y en julio tuvo que parar por avería diez días. Los alemanes se echaron las manos ... a la cabeza: primero, porque sospechaban que Gazprom, dueña de la infraestructura, no volvería a 'arrancarla'. Luego, cuando es no pasó, pusieron el grito en el cielo porque llegaba menos materia prima de la necesaria y no estaban seguros de tener reservas suficientes para el invierno.
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El caso, es que Moscú aseguraba que la culpa de todo no era suya. No lo hacían para boicotear a Europa por su apoyo a Ucrania en la guerra, sino porque necesitaban arreglar una turbina. La habían enviado hace meses, pero no terminaba de llegar desde Canadá, donde tenían que revisarla. El caso es que este miércoles, el canciller Olaf Schozl convocó a los medios casi de manera sorpresiva para hacerse una foto con la pieza 'perdida', que está por lo visto en la fábrica de Siemens Energy de Mühlheim, a las 8.30 horas.
Scholz se ha hecho fotos con la turbina, pero esas imágenes, lejos de apaciguar los ánimos, ha acrecentado el lío. Según el canciller, «está preparada para ser transportada en cualquier momento. Simplemente tienen que pedirnos que lo hagamos». En esta versión, no hay razón técnica que justifique la reducción de los suministros rusos. Y el transporte de la pieza, convenientemente revisada en Canadá, cuenta con las autorizaciones pertinentes para llegar a su destino. No hay sanciones que lo imposibiliten, afirmó. La mediática cita de Scholz debía poner fin, a juicio del canciller, a semanas de secretismo en torno al paradero de la turbina. Berlín insiste en que el bloqueo es responsabilidad de Moscú.
Por si la situación no era suficientemente confusa, el excanciller Gerhard Schröder, amigo y aliado político de Vladímir Putin y artífice en 2005 del acuerdo por el que nació Nord Stream, competía con Scholz en cuanto a impacto mediático. Recién llegado de su segunda misión en Moscú, Schröder aseguraba en una entrevista al semanario 'Stern' que Putin está dispuesto a negociar una solución al conflicto con Ucrania. Ni el Partido Socialdemócrata (SPD) –al que pertenecen tanto Scholz como el canciller– ni el Gobierno actual quieren saber nada de las gestiones mediadoras que desarrolla el exjefe del Ejecutivo en Moscú.
Desde esa entrevista en exclusiva, Schröder reprochó al Gobierno actual no estar haciendo «lo suficiente» para «resolver» el conflicto ucraniano. Y añadió que la solución a la falta de suministros de gas ruso está en Nord Stream 2. Es decir, el segundo tramo del gaseoducto cuya puesta en marcha suspendió Scholz en febrero a raíz del reconocimiento por parte de Moscú de las autoproclamadas repúblicas separatistas del Donbás.
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Nord Stream, clave de la actual dependencia energética alemana respecto a Rusia, nació en 2005, unos meses antes de quedar apeado del poder Schröder. El primer gaseoducto entró en funcionamiento en 2011, año en que se decidió –ya con la conservadora Angela Merkel en la cancillería– la construcción del segundo tramo o Nord Stream 2.
Tras dejar la cancillería, Schröder pasó a ocupar puestos en consejos de vigilancia de empresas controladas por el Kremlin, además del de Nord Stream. Los mantuvo hasta hace pocos meses, en que renunció entre fuertes presiones del SPD y del Gobierno de Scholz. Existía además el peligro de quedar incluido en las sanciones contra Moscú.
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Para la socialdemocracia alemana, Schröder es más que un excanciller incómodo. Hay 17 demandas de expulsión desde distintos estamentos del partido contra quien fue presidente de la formación –de 1999 a 2003– y jefe del Gobierno –de 1998 y 2005–. El SPD las analizará previsiblemente el próximo lunes. «¿De qué debo disculparme?», preguntó el desafiante Schröder a través de esa entrevista. El excanciller no ve razón para romper con Putin, afirma que ya condenó «en su momento» la guerra de Ucrania y sostiene que no deben romperse los puentes de diálogo con Moscú.
Scholz, entre tanto, se vió confrontado de nuevo a la cuestión que planea sobre el actual tripartito entre socialdemócratas, verdes y liberales: la conveniencia de aplazar el apagón nuclear. «Puede tener sentido», afirmó, sobre una eventual prolongación del servicio de las tres últimas plantas nucleares del país.
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Según el calendario previsto, éstas deben desactivarse a final de este año. Los Verdes rechazan aplazarlo, aunque ya no lo descartan categóricamente. Los liberales apuestan por mantenerlas en la red y, tal vez, reactivar algunas de las que se desconectaron el año pasado, lo que técnicamente es posible.
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