Lourdes Gómez
Londres
Sábado, 6 de mayo 2023
Presenciar, participar, compartir la experiencia de un día histórico. La frase resume el sentimiento de las masas de británicos y extranjeros que se trasladaron este sábado 6 hasta el centro de Londres durante los actos ceremoniales de la coronación del rey Carlos III y su ... mujer, la reina Camila. «Es una ceremonia que solo ocurre una vez en la vida. Me encanta la familia real y deseaba estar aquí, contagiarme del entusiasmo popular y disfrutar de la ocasión. Es un acontecimiento histórico que podré contar a mis nietos», afirma Olivia, una estudiante del condado de Hampshire, a unos 50 minutos en tren de Londres.
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La joven inglesa se ampara de la lluvia, que cayó con intensidad en cuanto la procesión del rey partió del palacio de Buckingham en dirección a la abadía de Westminster, en la entrada de un selecto club de varones del barrio de Saint James. Se intercambia banderines de la Union Jack con su amiga Elizabeth mientras aguardan al resto de la cuadrilla para caminar juntas hasta The Mall, la avenida de asfalto colorado que trata de simular una gigantesca alfombra roja desplegada permanentemente para la familia real y sus ilustres invitados.
A pocos metros, en la plaza de Trafalgar, un grupo de franceses debate cuál será la mejor posición para ver las carrozas tiradas por caballos y el impresionante desfile militar que aportó el colofón al ritual recreado en el templo anglicano. Más de 6.000 soldados escoltaron la comitiva a su regreso a palacio en una coreografía simultánea de matemática precisión y disciplina. Los altos mandos y sus operativos ensayaron durante seis semanas hasta asegurar la perfección que invariablemente demuestran los británicos en sus despliegues de pompa y parafernalia regias.
«Queríamos formar parte de este momento histórico. Es algo que no volverá a suceder en nuestras vidas», dice Marion, la anfitriona residente en Londres. Emma, la aparente rebelde de la pandilla, interviene en la conversación para recordar que Carlos III cumplirá 75 años en noviembre y que no es posible descartar otra coronación en el actual abanico generacional. «Quizá presenciemos también la de Guillermo», observa del príncipe de Gales, padre de tres hijos con la princesa Catalina.
«No me gusta Camila», salta Emma. «Siento que ha usurpado el puesto que le correspondía a la princesa Diana. Pensaba ponerme hoy una camiseta con la leyenda inscrita 'lady Di no ha muerto', pero no me han dejado», asegura mirando de reojo a los amigos con los que ha viajado desde Burdeos. La anterior duquesa de Cornualles fue de las mujeres más odiadas del Reino Unido hasta hace unos años debido a las aireadas infidelidades conyugales de Carlos.
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La británica Valerie Hayes confiesa que la coronación de Carlos y Camila era el motivo secundario de su desplazamiento a Londres en la mañana del sábado. Llegó con su marido desde Bristol, en el oeste de Inglaterra, para asistir al partido de liga que su club favorito, el Tottenham Hot Spurs, disputó por la tarde contra el Cristal Palace y terminó ganando por un gol. «Echo en falta a la reina Isabel. Presidía la pirámide de la familia real, era una figura maravillosa y fue una presencia constante a lo largo de casi toda mi vida. También admiro al rey, aprecio su compromiso con causas medioambientales y jóvenes. Su corazón está en el lugar correcto», razona esta maestra medio jubilada.
Hayes destaca también la asumida determinación de Carlos para reformar la monarquía, aligerar su carga económica y reducir el núcleo de familiares oficialmente activos. «Sabe que ha de adaptarse y cambiar con el paso del tiempo. Al menos se esfuerza por mostrarse más afable con la población. Va a ser un buen rey. ¡Lleva décadas ensayando!«, exclama con picardía. Carlos fue el más longevo príncipe de Gales en la historia de la realeza británica. Su primogénito Guillermo heredó el cargo automáticamente al morir Isabel II el pasado septiembre.
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En el vértice de la plaza, junto a la estatua de Carlos I, el rey que fue decapitado por traición a la nación inglesa, se concentraba la protesta de Republic, la organización antimonárquica que ha cobrado impulso en los últimos años. Se movilizaron bajo la consigna «no es mi rey» y ayer chocaron con un muro de intransigencia oficial. Seis miembros del colectivo republicano, incluido su director, Graham Smith, fueron detenidos por agentes de Scotland Yard antes del arranque de la procesión. No estaban claros los motivos del arresto de los activistas, que contaban con la autorización previa para exponer su frustración con la monarquía.
Unos comentaban que la redada respondió al temor de que fueran a alterar la paz y el orden público con sus proclamas contra el jefe del Estado, otros sugerían que parecían dispuestos a pegarse con cola a vallas y muretes a fin de obstaculizar el avance de la comitiva real. «Debemos poner fin a la monarquía y reforzar la democracia instaurando una presidencia electa», exigía el ingeniero Angus, quien participó en la manifestación antimonárquica. Sucesivos sondeos de Ipso sugieren que los partidarios del sistema monárquico han fluido del 69% en 1994 al 60% en noviembre de 2021 y al 64% en mayo de 2022, coincidiendo con el jubileo de platino de la difunta reina. En paralelo, el sentimiento republicano ronda en torno al 21% de la población, pero se dispara al 38% entre los menores de 35 años. «Es una cuestión de tiempo», advierte el norirlandés Simon Kennedy.
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