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Trump vuelve a la escena del crimen

Trump vuelve a la escena del crimen

Los Servicios Secretos construyen un auténtico fortín en Butler para que pueda pronunciar el discurso que interrumpieron las balas

Mercedes Gallego

Butler, Pensilvania

Sábado, 5 de octubre 2024, 08:09

Seis presidentes de Estados Unidos han encajado una bala en algún momento de la historia, pero ninguno antes había vuelto a la escena del crimen para rentabilizar la conmoción que eso supuso. Donald Trump lo hará esta noche con un nuevo mitin en Butler (Pensilvania), en el mismo escenario al aire libre donde la bala de un francotirador, apostado en un tejado cercano, le pasó rozando la oreja.

Si aquel 13 de julio los Servicios Secretos cargaron con la responsabilidad de los fallos que permitieron a un joven de 19 años trepar con un rifle AR-15 hasta un tejado, que inspeccionó previamente con un drone, esta vez no han dejado piedra sin mover. «Prácticamente han construido una ciudad entera ahí dentro», señalaba un agente de seguridad privada, que ayer bloqueaba la entrada al recinto del recinto ferial de Butler, donde Trump volverá a subir esta noche a la misma hora, desafiando a la suerte. El giro de cabeza que hizo en ese momento para señalar un gráfico sobre inmigración que tenía detrás, le salvó por milímetros, pero su atacante, Matthew Crooks, disponía de una visión despejada del magnate. «Esta vez han construido todo específicamente para que no se vea el escenario desde ninguna otra parte», explicaba el agente de seguridad, que llevaba casi dos semanas protegiendo la zona y pasará otra más hasta que desmonten todo lo que se ha construido alrededor de una gigantesca bandera de Estados Unidos.

«Te diré una cosa, cuando lo vea salir a ese escenario, se me van a saltar las lágrimas», decía Louis Davis, un militar jubilado que ayer aparcó su coche a la 1 pm en la cola de los que querían entrar a las 7 am, en cuanto abriera el parking. O sea, dos días y una noche. Los mítines de Trump se han vuelto tan masivos que ya es costumbre pasar la noche en el coche y acampar en los alrededores. La vuelta a ese lugar histórico, donde su instinto le hizo salir con el puño en alto y la cara ensangrentada, al grito de «¡Luchen, luchen, luchen!», es tan mítica para su movimiento Make America Great Again (MAGA) que la asistencia se ha disparado. «Fue su momento 'Braveheart'», recordaba emocionado Davis. Los Servicios Secretos esperan hoy hasta 60.000 personas y la campaña de Trump eleva la cifra a 100.000. Para ubicar la ingente cantidad de automóviles que descenderá por esas angostas carreteras rurales de la Pensilvania profunda, hasta la pequeña villa de Butler, de 13.100 habitantes, las autoridades han habilitado un gigantesco descampado que habitualmente sirve de pista de aterrizaje. Eso no evitará el monumental atasco que se formará por esas estrechas sinuosas, flanqueadas por carteles de Trump en cada porche.

El expresidente ganó este condado las dos veces por más del 60% de los votos y, después del impacto que tuvo el intento de asesinato, en un lugar donde es tan querido, el próximo 5 de noviembre podría llegar al 70%. «Aquí la gente se lo tomó personal», explica Louise, una agente inmobiliaria que no se atreve a dar su apellido, porque los colores políticos en esta comarca se viven con más pasión que el fútbol. «Tengo un amigo que dejó de hablarle a su padre porque votó demócrata y este murió sin que se reconciliaran», cuenta. El 13 de julio, Kendi estaba detrás de la barra de la cervecería local, sirviendo copas sin parar a quienes veían el mitin de Trump por televisión, cuando sus clientes se quedaron conmocionados. «¡Le han disparado! ¡Le han disparado a Trump!», recuerda haber oído. «Todo se volvió caótico. Algunos salieron corriendo, otros sacaron los teléfonos; hubo gente que lloraba», rememora la camarera, quien esta noche no encenderá la tele, «por si acaso».

A lo Mel Gibson

Desde ese día, Trump no es solo un candidato: es un mito. «Todos queremos un líder fuerte al que no puedan intimidar», opina Logan Audis, un joven de 20 años de Colorado que votará por primera vez en estas elecciones y admira a Trump desde los 12, cuando le vio ganar la presidencia por primera vez. En estos ocho años el magnate de tabloides y reality shows, que en 2016 fue subestimado como un payaso, ha saltado al imaginario colectivo de quienes buscan un caudillo y ahora lo llevan grabado en la memoria con el puño en alto a lo Mel Gibson.

«Trump no tenía por qué volver aquí a un mes de las elecciones», objeta Louise. «Este condado lo gana seguro, pero él quiere demostrar que es indestructible y que no le tiene miedo a nada». Ese es el aura que le han regalado los dos perturbados que intentaron asesinarlo este verano, sin saber que lo que no mata fortalece. Aquí, en Butler, es donde Trump se ha consagrado como un dios a los ojos de sus seguidores, la mayoría convencidos de que le robaron las elecciones para sacarlo de la Casa Blanca «y ahora quieren matarlo porque saben que ganará otra vez», opina Davis. Con su ayuda, y la de Dios.

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