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Mercedes Gallego
Corresponsal en Nueva York
Jueves, 12 de marzo 2020, 07:03
Ocurrió lo que más se temía. EE UU se enfrenta a una crisis de verdad con Donald Trump al frente, no a una de su creación. El discurso a la nación que pronunció el miércoles por la noche era el vivo reflejo de esta pesadilla. ... Escrito por su asesor más extremo, Stephen Miller, y aderezado con crasos errores de su cosecha, tenía como objetivo demostrar que el comandante en jefe está al mando para calmar así a los mercados, que en lugar de eso se desplomaron ayer con tanta virulencia que hubo que suspender el 'trading' de la Bolsa a los quince minutos de abrir.
«Por favor, recuerden, muy importante que todos los países y negocios sepan que el comercio no se verá afectado por la restricción de viaje a Europa», suplicó Trump por Twitter, una hora después de que dijera todo lo contrario desde el Despacho Oval.
Era solo la segunda ocasión en la que utilizaba la solemnidad de esa oficina para dirigirse a la nación; la anterior, el año pasado para declarar una crisis humanitaria en la frontera y justificar el cierre del Gobierno federal. Esta vez denunciaba la emergencia nacional desatada «por un virus extranjero» de cuya implantación en 53 países culpa directamente a la Unión Europea y a sus ciudadanos, por permitir la libre circulación de estos en una Europa sin fronteras. De un plumazo, sin que ni siquiera estuviera en el discurso que leyó del teleprompter, vetó no solo a todos los europeos que quisieran viajar a EE UU y a los que hayan visitado Europa en las dos semanas previas, sino también «a las tremendas cantidades de comercio y carga», aseguró. «Cualquier cosa que venga de Europa».
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La cancelación inmediata de todas las importaciones europeas hubiera tenido un efecto devastador para la economía mundial, y aunque la Casa Blanca y el propio presidente se esforzaron después en enviar varias aclaraciones, el daño en la confianza ya estaba hecho. «Las restricciones detienen a personas, no a bienes», insistió en un tuit.
Los mercados se hundían, los estadounidenses en Europa abarrotaban los aeropuertos para coger los últimos vuelos de vuelta a casa, a precios disparatados, y los de EE UU se bajaban de los aviones a punto de despegar. El caos y la confusión se apoderaron de la situación. Ken Cuccinelli, secretario en funciones del Departamento de Seguridad Nacional, cuya titular fue despedida el año pasado, tuvo que aclarar por Twitter que cuando el presidente dijo que solo se le permitirá la entrada «tras la revisión apropiada» a los ciudadanos estadounidenses también se refería a los residentes legales y sus familias. Nadie sabe aún en qué consistirá ese escrutinio médico, que en el caso de los evacuados de China supuso ponerlos en cuarentena en una base militar. Solo se sabe que serán canalizados a través de unos cuantos aeropuertos de Irlanda, Reino Unido, Rumanía, Bulgaria, Croacia y Chipre.
La UE lamentó que el mandatario hubiera tomado semejantes medidas de forma «unilateral y sin consultar», justo cuando más falta hace la colaboración internacional. Su presunto rival, Joe Biden, aprovechó para destacar las diferencias de lo que sería «un liderazgo compasivo e inteligente», en lugar de «quitarle hierro» e imponer «un veto basado en favoritismo».
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EE UU repite los errores de Italia y España al restringir severamente las pruebas de diagnóstico, a los que suma fallos sistémicos que harán correr la epidemia como la pólvora: 87 millones de personas sin seguro médico o muy insuficiente; franquicias y copagos; una red hospitalaria convertida en ambulatorios; inexistencia de bajas laborales, y una burocracia imposible para las pruebas de diagnóstico. «El sistema no está pensado para lo que necesitamos, es un fallo», admitió ayer en el Congreso Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas Anthony Fauci.
En la cascada de desinformación, Trump anunció el miércoles haber pactado con los ejecutivos de la principales compañías de seguros sanitarios abolir temporalmente los copagos, pero según la asociación de la industria, lo único que se perdonará será el copago de las pruebas de diagnóstico, no del tratamiento. También prometió una ley que apruebe las bajas remuneradas por enfermedad, a lo que se oponen los propios miembros de su partido. Su vicepresidente se precia de seguir estrechando la mano de quienes encuentra y él mismo rechaza hacerse la prueba, pese a que el sábado pasado recibió en su residencia vacacional de Mar-a-Lago al presidente brasileño Jair Bolsonaro y a su asesor de comunicación, que ayer dio positivo.
Los expertos creen que el virus lleva cinco semanas circulando en EE UU, por lo que sellar las fronteras no servirá de nada. Lo que toca es mitigar la epidemia. Con todo, se calcula que está una o dos semanas por detrás de España e Italia. Al expandir las pruebas el número de casos crecerá rápidamente y con ello el pánico. El coronavirus ha llegado y ya no hay frontera que lo pare.
La alcaldesa del Distrito de Columbia, Muriel Bowser, declaró este miércoles el «estado de emergencia sanitaria» por coronavirus en la capital estadounidense, una medida que le permitirá acceder a fondos de ayuda federales. La alcaldesa tomó esta decisión después de que el número de casos confirmados en la ciudad de Washington subiese este miércoles de cuatro a diez, de los cuales dos se desconoce el origen.
Además, la Alcaldía también sugirió posponer o cancelar todos los eventos programados durante el mes de marzo que vayan a reunir más de 1.000 personas, incluyendo las habituales conferencias y convenciones. De acuerdo con esta recomendación, retiró los permisos a dos carreras atléticas previstas en los próximos días: la maratón y media maratón de Washington y otra de 5 kilómetros.
También se pospuso parte del tradicional Festival Nacional de los Cerezos en Flor, programado de inicio entre el 20 de marzo y el 12 de abril y que reúne cada año a miles de personaspara ver florecer los cerezos donados a Washington por Japón en 1912. El florecimiento de los cerezos este 2020 se espera entre el 18 y el 24 de marzo, pero la Alcaldía no ha detallado si impondrá restricciones al lugar.
Washington confirmó este pasado fin de semana su primer caso de coronavirus: un párroco de una histórica iglesia episcopal del adinerado barrio de Georgetown. El organista también dio positivo. Cerca de 550 feligreses de la iglesia con los que el párroco tuvo contacto iniciaron este lunes una cuarentena voluntaria de dos semanas.
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