n. aurrecoechea
Lunes, 28 de septiembre 2020, 00:26
Donald Trump es el mago del efecto, del show y de las cámaras. Mañana vivirá su primer debate cara a cara con Joe Biden, el candidato demócrata que le quiere arrebatar el sillón en el Despacho Oval. Y si la tradición ha escrito que ese ... primer debate es una trampa para el presidente en ejercicio, al que se ve como un político metido durante cuatro años en la burbuja de la Casa Blanca, no parece ser ese el caso de Trump.
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Para empezar, va a jugar en terreno conocido. No porque Cleveland, Ohio, donde se celebra el debate, sea un campo amigo. Al contrario, aunque es un Estado de mayoría republicana, no se deja convencer por cualquiera y vende caros sus votos. La ventaja que encontrará mañana el presidente será la del moderador, Chris Wallace, quien ya le hizo sufrir el pasado mes de julio en una entrevista brillante, en la que el periodista de Fox News le acorraló en más de una ocasión. La confianza de Trump al acudir a un medio tan afín a él le jugó una mala pasada. Pero no le volverá a pillar con la guardia baja, el mandatario ya sabe que Wallace es un duro y que el debate va a ser serio. Se ha preparado a conciencia.
Y llegará con la aureola del triunfo, tras la jugada que le va a permitir consolidar una mayoría conservadora en el Tribunal Supremo durante muchos años, más allá de los que él permanezca en el poder. El sábado nominó a Amy Coney Barret para ocupar la vacante dejada por la progresista Ruth Bader, fallecida la semana pasada. Con esta elección espera movilizar el voto de la derecha religiosa que lo ayudó a llegar a la Casa Blanca hace cuatro años, para recuperar terreno en las encuestas, donde está rezagado.
No le ha importado romper de nuevo una tradición que defiende la elegancia de no resolver una vacante en la Corte Suprema a tan pocos días de las elecciones. Y dejar que quien sea elegido el 3 de noviembre deje sentir su poder en el alto tribunal, ya revestido por el apoyo ciudadano. Le reconforta saber que la jugada le va a aportar unos cuantos votos y sobre todo, las portadas de los periódicos, que ya llevan cuatro días centradas en el nombre que por fin desveló el sábado por la noche.
Biden llega al debate con todo ganado, según, también, la tradición, además de sacar una ligera ventaja en las encuestas. Así que Trump trata de definir este primer enfrentamiento como un test de capacidad para el ex vicepresidente de Obama, de 77 años, para quien en el fondo los debates son una pequeña tortura en la que habitualmente mete la pata. Pero últimamente ha mejorado su rendimiento y Trump arremetió ayer contra él de un modo chusco: pedirá un test antidopaje antes y después del encuentro para su rival –él también se sometería a la prueba–. «Sus actuaciones en los debates han sido 'desiguales' a niveles récord, por decirlo suavemente. Solo las drogas podrían haber causado esta discrepancia», dijo sin ofrecer evidencia alguna.
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. En un movimiento estratégico de cara a las elecciones de noviembre, los demócratas de EE UU colocaron ayer la popular reforma sanitaria del expresidente Barack Obama, conocida como 'Obamacare', en el centro de la batalla por el Tribunal Supremo.
Uno tras otro, los demócratas de mayor peso en el partido acusaron al presidente de EE UU, Donald Trump, de manipular el Tribunal Supremo para derogar la Ley de Cuidado Asequible (ACA, en inglés), muy popular entre los estadounidenses y que los demócratas usaron para hacer campaña durante las elecciones legislativas de 2018, cuando recuperaron la mayoría en la Cámara Baja.
En una declaración a la prensa en Wilmington (Delaware), el candidato presidencial demócrata, Joe Biden, avisó que los republicanos están buscando una «oportunidad» para acabar con la ley. «No hay ningún misterio en lo que está pasando aquí, el presidente de EE UU está tratando de eliminar la Ley de Cuidado Asequible, lo ha intentado durante los últimos cuatro años. El Partido Republicano ha intentado eliminarla durante una década», avisó Biden. Ese caso ha cobrado una mayor importancia debido a la designación de la jueza conservadora Amy Coney Barrett para cubrir la actual vacante del Supremo. Barrett publicó en 2017 un ensayo en el que ofrecía su visión sobre la reforma sanitaria de Obama y criticaba el fallo a favor de la ley que dictó en 2012 el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts.
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