mercedes gallego
Corresponsal. Nueva York
Miércoles, 18 de noviembre 2020, 23:39
Christopher Krebs sabía que estaba en la línea de tiro del presidente. Al igual que el secretario de Defensa Mark Esper tenía preparada la carta de dimisión cuando fue despedido por Twitter, el más alto cargo de ciberseguridad en el Departamento de Seguridad Doméstica había ... preparado su tuit de respuesta. «Ha sido un honor servir. Hicimos lo correcto. Defender hoy, asegurar mañana. #Protect2020».
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El lema con el que asumió el cargo en la agencia de ciberseguridad daba fe de su mayor logro, la aparente ausencia de interferencias extranjeras en estas elecciones, algo por lo que el presidente se ha colgado la medalla en Tiwtter. Cuando publicó el informe en el que 59 expertos refutaban las acusaciones de fraude con las que el mandatario quiere anular los comicios, el exejecutivo de Microsoft, que lidera este organismo desde 2017, sabía que la furia de Trump caería sobre él. Altos cargos de la Casa Blanca acusaron a la agencia en las páginas del 'New York Post' de ser un nido de resistencia al Gobierno y el mismo tabloide reportó que el secretario de Seguridad Doméstica estaba resistiendo las presiones para despedirle con el argumento legal de que solo el presidente podía hacerlo.
El temido tuit en el que Trump reiteraba las acusaciones de que el resultado de las presidenciales contuvo «masivas incorrecciones y fraude, incluyendo a personas muertas que votaron, supervisores no autorizados a entrar en recintos electorales, fallos en las máquinas que cambiaron votos en favor de Biden, votos fuera de plazo y mucho más», llegó el martes por la noche. «Por tanto, con efecto inmediato, Chris Krebs queda cesado», zanjaba.
Christopher Krebs - Ciberseguridad. «No hay pruebas de que ninguno de los sistemas de votación haya eliminado o perdido votos. Han sido las elecciones más seguras en la historia de EE UU»
El antiguo ejecutivo de Microsoft, al que Trump fichó en 2016, se convertía así en «la primera persona que deja la Administración (la del magnate republicano) no solo con su reputación intacta, sino apropiadamente reluciente», tuiteó su antecesora en el cargo, Suzanne Spaulding. Le tocaba sucederle al director adjunto, Matthew Travis, que presentó su dimisión bajo presión de la Casa Blanca, según 'The Wall Street Journal'. La dirección de la agencia ha recaído sobre el tercero según la línea sucesoria, Brandon Wales, que no puede ser despedido por el presidente al tratarse de un funcionario de carrera en lugar de un cargo político.
Krebs, «un patriota», según la portavoz del Congreso Nancy Pelosi, no ha parado de recibir alabanzas de quienes incluso piden al presidente electo, Joe Biden, que reconozca sus méritos y consulte con él durante su gobierno, como hizo el senador Angus King. Con ello queda sobre la mesa la opción que tienen ahora todos los altos cargos, que en las próximas semanas tendrán que elegir entre «bajar el tono» para no ofender a Trump, como le pidió el secretario de Seguridad Nacional a Krebs, o hacer lo correcto e irse con la cabeza bien alta, ahora que cambian los vientos políticos en Washington.
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Georgia tenía previsto terminar anoche el mayor recuento manual de la historia de EE UU, sin que suponga un cambio sustancial de los resultados. Las aproximadamente mil papeletas que se han añadido disminuyen la ventaja de Biden a 13.000 votos, por lo que el demócrata sigue anotándose los delegados del Estado. Al seguir el margen en menos del 0,5%, la campaña de Trump puede pedir aún otro recuento automático, que consiste en escanear todas las papeletas, apenas una forma más de ganar tiempo. El secretario de Estado de Georgia, Brad Raffensperger, republicano y seguidor de Trump, ha defendido la integridad del proceso y acusado al senador Lindsey Graham de presionarle para que descarte miles de papeletas de afroamericanos. Con ese mismo fin, la campaña de Trump ha pedido el recuento en dos distritos de Wisconsin, tras fallar en evitar la certificación de los de Michigan. Trump pretende continuar la batalla hasta que todo este certificado, con la esperanza de que acabe siendo un Parlamente estatal afín el que nombre los delegados que votarán en el colegio electoral el 14 de diciembre.
Si esto fuera una temporada más del 'reality show' que Trump tenía en NBC, entre los concursantes que se sientan en el plató esperando la eliminatoria en la que el magnate los despide uno a uno destacan la directora de la CIA, Gina Haspel, y el director del FBI, Christopher Wray. Otros, como el fiscal general William Barr, han preferido seguir sus instrucciones y participar en las acusaciones de fraude, que ya han calado en el 70% de los republicanos, según las encuestas, pero no entre los jueces.
El último intento de hacerlas buenas en los tribunales de Pensilvania lo protagonizó el martes el propio Rudy Giuliani, al que los testigos encontraron «oxidado» en el litigio, porque no se veía frente a un juez federal desde 1992, cuando decidió aspirar a la alcaldía de Nueva York. Las firmas de abogados contratadas para hacer ese papel dimitieron ante la debilidad de los casos en liza y el daño a su reputación que conlleva defender al presidente en esta diatriba contra la democracia. Según Axios, Giuliani habría pedido 20.000 dólares diarios por ser el último abogado en pie, pero lo campaña se lo ha denegado.
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Antes de que expire su tiempo en la Casa Blanca, Donald Trump retirará tropas estadounidenses de varios lugares claves en el mundo, como Irak y Afganistán. La fecha final para el repliegue será el 15 de enero, apenas cinco días antes de la transferencia de poder en Washington, algo extremadamente inusual. El malestar en la campaña de Joe Biden era palpable. Su equipo no ha hecho ningún comunicado expreso, dada su determinación de dejar gobernar a Trump sin interferencias hasta el día en que sea investido para sucederle, pero en privado ha confesado la incómoda posición en queda el presidente electo, al encontrarse con todos estos movimientos sobre la mesa.
Trump ha tomado una decisión de tanta envergadura dos meses antes de dejar el cargo, cuando todos los presidentes estadounidenses son 'patos cojos' y suelen demorar grandes cambios para que queden al criterio de su sucesor. En este caso, ni siquiera ha habido consulta alguna, porque el mandatario se empeña en que el juego no está acabado e insiste en ser el ganador legítimo de las elecciones. El propio senador republicano Mitt Romney lo ha considerado altamente inapropiado y peligroso para la seguridad nacional, porque dejará desprotegidos a los diplomáticos estadounidenses de la embajada en Bagdad, por ejemplo, la más grande del mundo.
El Pentágono, descabezado en la última semana, no ha completado la evaluación de qué tropas planea retirar, pero todo indica que el nuevo secretario de Defensa en funciones acabará plegándose a los deseos de un presidente más preocupado por poder decir que ha cumplido sus promesas que en la seguridad de los diplomáticos. En la distribución de los efectivos que queden está la clave, ya que muchos demócratas admiten que reducir su número es algo sensato que encaja incluso con los planes de Biden, solo que no en los plazos anticipados por Trump, que le dejarán sin una herramienta de negociación en Afganistán.
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