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Zigor Aldama
Viernes, 28 de junio 2024, 08:24
Donald Trump y Joe Biden son el reflejo de dos visiones radicalmente diferentes del papel que los estadounidenses creen que su país debe jugar en el mundo. Mientras el primero mira hacia dentro con su 'make America great again' (hagamos América grande de nuevo) y ... convierte la política internacional en un negocio al grito de 'si quieres protección, págala', el segundo apuesta por continuar ejerciendo de policía del mundo e intervenir de forma decisiva en aquellas luchas en las que «está en juego la democracia».
«Somos una nación fracasada por culpa de Joe Biden. Sus políticas son pésimas, su estrategia militar es una locura. Las guerras que se libran nunca acabarán con él. Nos está llevando a la III Guerra Mundial, que está más cerca de lo que nadie puede imaginar», le ha espetado Trump al actual presidente durante el debate que les ha enfrentado en la cadena CNN. «Kim Jong-un, Xi Jinping, Putin… Ninguno le respeta, ninguno le teme», ha sentenciado.
«Si quieres la III Guerra Mundial, déjale ganar a Putin y dile 'haz lo que quieras con la OTAN'. Deja que tome Kiev y que siga. A ver qué pasa con Polonia, Hungría y otros lugares fronterizos. Entonces sí que tendrás una guerra» le ha respondido Biden. «Somos una nación poderosa y tenemos que proteger el mundo, porque nuestra propia seguridad está en juego», ha apostillado.
Por todo ello, esta madrugada el debate entre los dos candidatos aún no oficiales a la presidencia se ha seguido con gran interés desde todos los husos horarios. En Rusia y Ucrania porque del resultado de noviembre dependerá, en gran medida, de cómo se desarrollará la invasión; en Israel y Palestina porque las urnas estadounidenses también pueden dar un vuelco a la contienda, si es que no acaba para fin de año; y en China porque, aunque ya es evidente que tanto Trump como Biden aprecian al gigante asiático como una amenaza y coinciden en su beligerancia comercial, difieren en el papel que Estados Unidos debería jugar en Taiwán. Lógicamente, una Europa cada vez más escorada hacia la derecha también ha seguido con interés el enfrentamiento, a pesar de que ha tenido poco protagonismo en él.
Aunque el cara a cara se ha centrado sobre todo en asuntos domésticos y en ataques personales, los 90 minutos han dejado tiempo para certificar estas diferencias en materia de política internacional. Sobre todo en lo relacionado con los conflictos bélicos en curso. Trump ha asegurado que tenía planeado «salir de Afganistán con dignidad, no dejando el día más humillante de la historia del país», que Putin no habría atacado Ucrania con él como presidente, y que los ataques de Hamás nunca habrían sucedido si él hubiese estado en la Casa Blanca el pasado 7 de octubre.
«Deje que Israel acabe el trabajo», le ha pedido, criticando que Biden, «que se ha convertido en un palestino al que ni siquiera los palestinos quieren, porque es un mal palestino», está constriñendo las capacidades militares de Israel. A lo que Biden se ha limitado a responder que Estados Unidos está suministrando a Tel Aviv «todo el armamento que necesita y cuando lo necesita». Algo similar a lo que hace en Ucrania, un país que, según Trump, «está perdiendo la guerra».
Solo cuando el moderador del debate ha presionado al expresidente ha afirmado que las condiciones que Vladímir Putin impone para poner fin a su invasión -la anexión de los territorios que ya ha ocupado- «no son aceptables», pero criticando a continuación que Estados Unidos haya enviado 200.000 millones de dólares a Ucrania. «Es mucho dinero. Cada vez que Zelenski viene, se va con 60.000 millones. Es el mejor comercial de la historia», ha afirmado Trump. «Conseguiré que Putin y Zelenski acaben la guerra incluso antes de acceder al cargo, el 20 de enero», ha prometido.
En cualquier caso, es evidente que para Trump lo más importante es el dinero, que los miembros de la OTAN, sobre todo los europeos «que le han dado a Ucrania menos que nosotros», «paguen lo que deben». Y que China deje de hacer negocio a costa de los estadounidenses, razón por la que propone un arancel del 10% a todos los productos extranjeros: «Así los países que nos han estado timando durante años, como China, nos pagarán un montón de dinero, reduciremos tremendamente nuestro déficit, y nos dará poder en muchos otros ámbitos».
Aunque el gigante asiático ha sido el objetivo principal de sus críticas, Trump también ha disparado contra Europa «que nos mata con el comercio». Ha asegurado que fue él quien con sus aranceles cambió una situación en la que Estados Unidos estaba obligada «a comprarle a Europa sus coches, su comida, todo, mientras ellos no quieren nada de lo nuestro».
Lógicamente, Biden ha discrepado y ha respondido con un miedo fundado: que esos aranceles que Trump quiere imponer -y que impuso cuando fue presidente- acaben afectando sobre todo a los consumidores estadounidenses, que tendrán que pagar más por lo mismo. «Van a costarle al americano medio 2.500 dólares o más al año», ha espetado. Y ha concluido con un hecho cierto: «Tenemos el menor déficit comercial con China desde 2010». Trump, con su sorna irrespetuosa habitual, se ha limitado a calificar a Biden de «candidato manchú» y a asegurar que recibe dinero de China: «Nos están matando como país, Joe, y no puedes permitirlo. Tú estás destruyendo el país».
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