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Trabajadores del Capitolio transportan pizzas en un carro. REUTERS
Peleas, pizzas y llamadas de Trump

Peleas, pizzas y llamadas de Trump

Un caos absoluto que presidió la noche del viernes en el Capitolio llegó a provocar enfrentamientos entre los moderados y los radicales republicanos

david alandete

Washington

Sábado, 7 de enero 2023

Pasaban dos minutos de las once de la noche –cinco de la mañana en España– y el diputado republicano Mike Rogers parecía no poder más tras tres días de bloqueo absoluto en la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Al filo de una bancada en ... la que se sentaban los rebeldes de su partido que se negaban a acatar la disciplina, la cara se le enrojeció, dobló el torso hacia adelante y señaló con el índice izquierdo a Matt Gaetz, uno de los líderes de esta insurrección. Parecía que fuera a saltarle encima y para evitar que llegaran a las manos un compañero de filas, Richard Hudson, vino por detrás, le tapó la boca y se lo llevó.

El caos que reinaba en la Cámara de Representantes la noche de viernes era absoluto, un espectáculo digno de una película de ficción, o más del gusto del Parlamento británico o incluso italiano. Las pizzas llegaban en cajas de cartón rojas a los despachos; los padres noveles y sin niñera votaban con sus niños en brazos, y otros pasaban las horas sentados, leyendo novelas y hasta ensayos de autoayuda como 'El arte de que todo te importe un carajo'.

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Por un voto, uno solo, había fracasado el candidato republicano Kevin McCarthy en su decimocuarto intento de hacerse con la presidencia de la Cámara de Representantes, y parecía que todas sus concesiones y humillaciones habían desembocado en un estrepitoso fracaso. Sus señorías, agotadas, sin nada que hacer ante el hecho de que a partir de ya mismo dejarían hasta de recibir su salario, parecían resignadas a parar y seguir el lunes.

En un momento, la diputada republicana Marjorie Taylor Greene, que hasta hace nada era la musa populista y en semanas recientes se ha moderado, se paseaba agitando un teléfono, que iba ofreciendo a los insurrectos. Por la mirilla de las cámaras fotográficas de largo alcance, los reporteros gráficos captaron la pantalla: era una llamada de D.T., el capo, Donald Trump. Parecía que el expresidente, líder espiritual del reducto rebelde, pasaba finalmente a la acción, después de limitarse el día anterior a mandar comunicados pidiendo unidad con la boca pequeña.

Alivio

Las llamadas de Trump tuvieron un efecto inmediato. El líder rebelde Gaetz se levantó, caminó hasta McCarthy, el candidato al que juró destruir, y le cogió por el brazo con una mirada que parecía conciliadora. Alivio republicano. «¡Una más!», gritó el grupo parlamentario desde la bancada, como quien pide al pinchadiscos una última canción al cierre del local. Los últimos rebeldes se abstuvieron. McCarthy ganó con 216 votos, el mínimo imprescindible para lograr la presidencia de la cámara. En cuestión de minutos recibió el simbólico mallete y comenzó tras tres días de bloqueo el curso judicial número 118 de la historia de Estados Unidos.

McCarthy se dirigió a la nación a unas horas intempestivas con un discurso que le preparó su equipo. Al salir ya pasada la una de la madrugada sobre el gran despacho, junto al hemiciclo ya colgaba el cartel de madera nueva, recién grabada: 'Kevin McCarthy, presidente de la Cámara'. Ahora falta ver cuánto le dura, dado que una de sus grandes claudicaciones ha sido la posibilidad de someterse a una moción de confianza de forma casi permanente.

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