mercedes gallego
Corresponsal. Nueva York
Miércoles, 14 de abril 2021, 23:48
Joe Biden es el primer presidente de EE UU en 40 años que sabe lo que es tener un hijo en combate. Con una experiencia tan personal de lo que es la guerra, era difícil convencerle de que mantuviese soldados en Afganistán como contrapeso para ... las negociaciones con los talibanes que se llevan a cabo bajo auspicio de la ONU. «No permitiré que las tropas sean utilizadas como piezas de canje», advirtió este miércoles. «Es hora de terminar la guerra de siempre jamás».
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Con esa decisión puso fin a la contienda más larga de su país, que ya tiene fecha de cierre para los libros de historia. Comenzó tras los ataques del 11-S de 2001 y ha durado dos décadas, una más de lo que habría querido Biden. «¿Fue una decisión difícil?», le preguntaron en el cementerio de Arlington, donde fue a rendir homenaje a los 2.488 norteamericanos caídos en el conflicto. «No, estaba absolutamente clara», respondió con calma.
Su otro hijo, Hunter, cuenta en el libro 'Beautiful Things' la agonía que le vio padecer durante el fin de semana de Acción de Gracias de 2009, cuando intentaba convencer a Barack Obama de que no escalase el conflicto con el envío de más tropas. «El poder que ostenta un vicepresidente es sólo el que el presidente le otorga» reflexiona, «y durante el primer año la relación entre papá y el presidente no se había forjado completamente».
2.488 de los 30.000 soldados que llegaron a estar desplegados en suelo afgano perdieron la vida en una contienda que se ha prolongado durante veinte largos años.
Los talibanes critican un incumplimiento. Los grupos talibanes que negociaron la salida norteamericana con la Administración Trump denuncian una ruptura de lo firmado. Por ello, han decidido no asistir a la conferencia de paz de Turquía.
Los próximos enemigos serán invisibles. Joe Biden aboga por reorganizar las capacidades antiterroristas de EE UU y el mundo «para luchar las guerras de los próximos 20 años, no de los últimos 20». Se refirió a enemigos invisibles como el covid.
Entonces los generales del Pentágono fueron más astutos que él al ganarse el oído de Obama a través de sus halcones de confianza, como la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, lo que disparó el número de tropas hasta 30.000. Pero hoy Biden es el presidente y ninguna opinión pesa más que la suya.
«Soy el cuarto mandatario que preside sobre esta guerra y no voy a pasarle esta responsabilidad a un quinto», zanjó este miércoles. Por respeto, antes de anunciárselo al país llamó al expresidente George W. Bush para informarle de que había decidido terminar la guerra que él empezó hace veinte años, a raíz de «aquellos ataques tan atroces» de 2001, le concedió. «Pero eso no puede explicar por qué seguimos allí en 2021». La cortada ha expirado, el objetivo lo da por cumplido. «Juramos que seguiríamos a Bin Laden hasta las puertas del infierno si era necesario, y eso es exactamente lo que hicimos. Le dimos caza hace casi diez años». Algunos de los que luchan hoy en Afganistán ni siquiera habían nacido cuando las Torres Gemelas se desmoronaron.
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Los talibanes contaban con la retirada total de las tropas estadounidenses para este primero de mayo, según se comprometió Donald Trump en los acuerdos de Doha. «Y aunque no es exactamente lo que yo hubiera negociado, es un acuerdo del Gobierno de EE UU», aceptó este miércoles Biden. En las próximas dos semanas saldrán del país 2.500 tropas estadounidenses, en coordinación con las 7.000 tropas de la OTAN, que secundaron a EE UU para entrar en combate y vuelven a hacerlo para dejar el país. «El plan siempre fue estar en esto juntos y salir juntos», explicó Biden, que envió a su hombre de confianza y secretario de Estado Anthony Blinken a Bruselas para exponer el plan a los aliados. Todos estuvieron de acuerdo, «no hay soluciones militares para los retos que enfrenta Afganistán», dijo la OTAN en su comunicado.
El objetivo es que para cuando este septiembre se cumpla en 20 aniversario del 11-S no quede ninguna tropa extranjera en Afganistán, pero esos cuatro meses de gracia que acaba de atribuirse Biden han decepcionado a los talibanes, que lo consideran una ruptura de lo firmado. El grupo ha anunciado su decisión de no asistir a la conferencia de paz de Turquía. «Y ahora, ¿con quién vamos a hablar?», lamentó un miembro del equipo gubernamental en las negociaciones.
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Por si los talibanes piensan en hacer buena su amenaza de pasarle factura a EE UU, Biden advirtió de que no responderá a cualquier ataque «con todos los medios a su alcance». La intención no es sólo mantener a los talibanes a raya, sino reorganizar las capacidades antiterroristas de EE UU y el mundo «para luchar las guerras de los próximos 20 años, no de los últimos 20». Se refería tanto a la metástasis terrorista que ha rebrotado en lugares tan dispares como África o Europa, como a la que se libra contra el enemigo invisible del coronavirus, porque «habrá otra pandemia», aseguró.
Con una década más de gracia, los halcones del Pentágono que han mantenido viva la falsa esperanza de aniquilar a los talibanes y convertir a Afganistán en una democracia occidental no han podido más que resignarse. «Nunca habrá condiciones idílicas para retirar las tropas», advirtió Biden. La CIA insiste en que sin la capacidad militar de las bases, el país entrará de nuevo en una espiral de violencia desde la que puede atacar nuevamente a EE UU, pero ése es un riesgo que el presidente está dispuesto a correr.
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