Mercedes Gallego
Corresponsal en Nueva York
Martes, 3 de marzo 2020, 06:38
Hasta ayer la competición por la nominación demócrata era un batiburrillo de candidatos que soñaban con ser quien venciese a Donald Trump en noviembre, pero el Supermartes ha despejado el campo antes incluso de que se cuenten los votos. El Partido Demócrata no ha ... querido repetir el guión que permitió a Trump tomar al asalto la formación conservadora en 2016 dividiendo el voto de los anti Trump hasta que fue demasiado tarde para darle caza. Para cuando candidatos más convencionales como el senador Marco Rubio o el gobernador de Ohio John Kasich se retiraron, a Ted Cruz, el último hombre en pie, no le quedaban suficientes estados para ganar más delegados que Trump.
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Al magnate le ayudó que Cruz era un trago amargo para el Partido Republicano. «Lucifer en carne viva. Nunca en mi vida he trabajado con un hijo de perra más miserable», se escalofrío el ex portavoz del Congreso John Boehner. Elegir entre él y Trump era, según el senador Lindsey Graham, «como decidir si prefieres morir envenenado o de un disparo, da lo mismo, porque el resultado es igual». Graham parece haber hecho las paces con el más allá, porque ahora es uno de los mejores aliados de Trump en el Senado, le visita regularmente en la Casa Blanca y juegan juntos al golf.
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Los demócratas parecían dispuestos a aceptar a su propio diablo –Michael Bloomberg- con tal de no dejarse representar por el socialista Bernie Sanders, pero cuando ya se habían hecho a la idea de que el mejor escenario posible era un duelo entre dos multimillonarios neoyorquinos, Carolina del Sur inyectó nueva vida a la campaña de Joe Biden, que siempre fue la opción preferida por el aparato del partido.
Todos querían apoyarle, menos el electorado. Tan pronto como empezaron a depositarse los votos en Iowa, Biden se desinfló en las urnas, en los debates y en las encuestas. Hasta el sábado, cuando en una sola noche el escudero de Obama consiguió más delegados que la mayoría de sus rivales y se colocó segundo, muy cerca de Sanders (54-60). Era el momento de apretarle las clavijas a todos los que, como él, se repartían el centro derecha del partido. El objetivo, consolidar el voto detrás de Biden para que lo que salga hoy del Supermartes sea una competición mano a mano entre Sanders y él.
El primero representará a los votantes más progresistas, que todavía se reparte con la senadora Elizabeth Warren, solo que nadie tiene prisa para que esta se reitre. Cuantos más delegados le reste, más fácil le será a Biden darle caza. Sanders tampoco la presiona. «Ella hará lo que quiera», atajó ayer cuando le preguntaron.
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Mercedes Gallego. Dos estados concentran casi la mitad de todo lo que se juega hoy: California y Texas, por ese orden. En el primero las encuestas dan como favorito a Bernie Sanders, a mucha distancia del resto de los candidatos. Quienes no alcancen el 15% de los votos no podrán llevarse un porcentaje de lo que se reparte. O sea, que Sanders podría empezar el marcador de la noche adjudicándose casi todos los 415 delegados del estado más progresista del país.
No todo en California es Berkely y San Francisco, advierten los expertos, como no todo Texas es Austin y San Antonio. El estado de los Bush tiene sus islas progresistas y «el potencial de cambiar la política de este país», dijo el senador de Vermont a sus seguidores en Houston. Durante décadas Texas ha votado por el partido conservador, pero los analistas creen que el crecimiento de la población hispana, antagonizada por Trump y su lucha en la frontera, podría dar la vuelta a ese bastión republicano y cambiar el rumbo de las elecciones presidenciales.
El senador de Vermont también es el favorito en Texas, pero a diferencia de California aquí tendría que repartir los delegados con varios candidatos que, según las encuestas, alcanzarían el 15% requerido para su viabilidad –Bloomberg, Biden y Warren-.
Ninguna encuesta, sin embargo, ha tenido tiempo de medir el impacto de la lluvia de apoyos que ha recibido Biden en las últimas horas, ni cómo afectará la retirada de Pete Buttigieg y Army Klobuchar a la contienda. El ex vicepresidente ha apostado fuerte por el estado donde más delegados podría recoger (se reparten 228), celebrando anoche en Dallas el mitin más importante de la campaña. Ese en el que anunció que «vais a oír hablar mucho de Amy Klobuchar», lo que hace sospechar que la senadora de Minnesota encabeza su lista de candidatos para acompañarle en la papeleta como vicepresidenta si gana la nominación.
Donde más daño le hará hoy será en Massachusetts, el estado al que representa en el Senado, que por ser vecino de Vermont, hogar de Sanders, pone a sus habitantes en una tesitura. Warren no tiene ninguna posibilidad de ganar la nominación. Quedó tercera en Iowa, cuarta en New Hampshire y quinta en Carolina del Sur. No se sabe si se mantiene en la competición por orgullo, para irse con una victoria en el marcador, o para hacerle el juego al 'establishment', que busca «un demócrata» para representar al Partido Demócrata, ha dicho Biden al atacar al senador independiente de Vermont y, de camino, a Bloomberg, que ha sido republicano, independiente y demócrata según sus necesidades políticas. Hoy es este el que más daño puede hacerle a Biden.
El multimillonario, que se deja 5.6 millones de dólares diarios de su propio bolsillo en anuncios, entró tarde en la campaña y eligió una estrategia arriesgada: Saltarse los primeros cuatro estados y apostarlo todo al Supermartes, que pone en juego 1.357 delegados, en comparación a los 155 que se han repartido en las primeras cuatro citas (gana el que reúna 1991, la mitad de los casi dos mil que se votan en cuatro meses estado por estado). Pete Buttigieg y Amy Klobuchar se presentaban como una alternativa intermedia para quienes no querían tener que elegir entre un candidato socialista que reniega del capitalismo y otro que cree poder comprarlo todo con dinero. Al retirarse ayer de la competición han dejado ese espacio a Biden, que ya solo tendrá que preocuparse de vencer a Bloomberg para convertirse en la alternativa. Aunque puede ser demasiado tarde.
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California empezó a votar por correo el mismo día en que se celebraron los caucus de Iowa. Se calcula que para cuando abran hoy las urnas ya habrá votado al menos el 60% del electorado, de acuerdo a lo que ocurrió en 2016. Si el elegido se ha retirado de la contienda, como Buttigieg, Klobuchar, Tom Steyer o Andrew Yang, mala suerte.
Tampoco está claro que la retirada de estos candidatos favorezca a Biden. Los votantes que sueñan con la primera mujer presidenta pueden pasar de Klobuchar a Warren y los que seguían a Buttigieg o Yang por pasión, encontrar más entusiasmo en las filas de Sanders. Además, la percepción de voto afroamericano está en el aire. Una encuesta de Reuters/Ipsos otorga a Sanders tres puntos más a nivel nacional con este bloque de votantes. Otra del Wall Street Journal/NBC News, dos puntos, y una más de Morning Consult, cinco.
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Por si acaso, los pesos pesados del partido se apresuraron ayer a descubrirse por Biden para cargarle de eso que llaman 'momentum' de cara a la gran cita electoral de hoy. Gracias a su victoria en Carolina del Sur, Biden ha recaudado en los últimos dos días 12 millones de dólares, más de lo que le quedaba en el banco. La emblemática ex senadora californiana Barbara Boxer, el ex portavoz del Senado Harry Reid, el ex candidato texano Beto O'Rourke, y el astronauta y activista Mark Kelly, casado con la congresista tiroteada Gabby Guildford, son algunos de los que anoche anunciaron que votarán por Biden, «el único que puede encontrar terreno común para hacer las cosas», dijo este último en Arizona. Más prudente, la oficina de Obama hizo pública su llamada a Biden sin decir expresamente que le respaldaba.
A Sanders no le sorprendió. «Siempre hemos sabido que nos enfrentamos al 'establishment'», dijo a sus seguidores en Utah, donde el traspaso de votos de Buttigieg a Biden puede hacerle mucho daño. Hoy esperará los resultados de la gran cita electoral que puede consolidar su liderazgo en su estado de Vermont, donde tiene la victoria asegurada. Junto a Vermont, Massachusetts, Utah, Arkansas, Colorado y California, hoy votarán también Texas, Alabama, Tennessee, Georgia, Virginia, Maine, Carolina del Norte, Minnesota y American Samoa. En total, 14 estados y un territorio asociado para definir la contienda que tiene en vilo al mundo.
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M.G. Si hay algo de lo que disfruta Donald Trump es burlándose de sus enemigos. El atorrante presidente no mide insultos ni etiquetas humillantes con las que encasillarlos para siempre en el subconsciente colectivo, con un poco de verdad y otro tanto de mentira, la mezcla justa para que el mote pegue.
Mike Bloomberg no mide 1.65, como dice Trump, sino 1.76, ligeramente por debajo de la media estadounidense, pero confrontado en las fotos al tercer presidente más alto de la historia, cuando ambos jugaban juntos al golf en Nueva York, parece más bajo de lo que es. Y, sobre todo, cuando está en boca del despectivo magnate, abiertamente contrariado por la atención que dan las televisiones a la contienda demócrata.
Por eso aprovecha estos días sus intervenciones para meter baza y colarse al menos en las pantallas de Fox. Su aparición el domingo ante la Conferencia de Acción Política Conservadora duró más de hora y media que dedicó a destacar sus éxitos y burlarse de sus rivales. El Chiflado de Bernie, el Atolondrado de Joe, Pocahontas y Mini Mike, sus favoritos. A este último, «lo conozco bien», dijo. «¿Lo visteis en los debates? Sabía lo que iba a pasar. Pocahontas lo destruyó», se rió al recordar los momentos en los que Elizabeth Warren puso en apuros al ex alcalde neoyorquino. «Va a tener que gastarse una pasta, porque lo están matando en California y va perdiendo en Texas. ¿Cómo se puede gastar tanto dinero y perder?»
Bloomberg pasará a la historia como el candidato que más dinero propio se ha gastado en una campaña de primarias, pero hasta que acabe el día no se sabrá si le ha sacado rentabilidad a la inversión de 500 millones de dólares que se le calcula –calderilla para alguien cuya fortuna está valorada en 62.000 millones, según la revista Forbes-.
Esta es la primera contienda en la que el multimillonario que fundó la agencia financiera Bloomberg LP está en las papeletas, tras haberse saltado las primeras cuatro contiendas y apostarlo todo al Supermartes. Hasta ahora se le veía como la único alternativa viable a Sanders, pero después de que Joe Biden renaciera el sábado en Carolina del Sur y aglutinase ayer el apoyo de los barones del partido, su presencia en esta contienda parece más superflua que nunca. Después de todo, el espectáculo de dos multimillonarios neoyorquinos disputándose la presidencia a golpe de burlas y de chequera podría resultar en una campaña entretenida pero grotesca.
«De donde yo vengo la altura se mide del cuello para arriba», contraatacó Bloomberg en Fox sin mover una ceja, cuando ayer le hicieron ver un vídeo con los ataques de Trump. Hoy serán los votantes los que opinen.
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