Por contraste, esta podía haber sido una buena semana para el presidente Joe Biden. Mientras él hacía campaña en Pensilvania, su principal rival se sentaba en el banquillo de los acusados para enfrentar 34 cargos por fraudes de contabilidad. Pero Biden no compite solo contra ... Donald Trump, sino contra la sombra de Camelot y su irresistible atracción en la política estadounidense. Por eso le hace falta toda la fuerza del clan Kennedy para conjurar el maleficio del tercero en discordia.
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Hace un año Robert F. Kennedy, de 70 años, anunció su campaña en un hotel de Boston como un desafío interno a la candidatura del presidente dentro del Partido Demócrata, pero a medida que quedó claro que no podría competir con la maquinaria del aparato, que ha cerrado filas en torno al mandatario, decidió lanzarse como independiente. Es así como presenta mayor riesgo para la reelección de Biden.
El viernes, un día después de que su hermana Kerry, de 64 años, y catorce familiares subieran al escenario de Filadelfia para decir a los votantes que «solo hay dos candidatos con posibilidad de ganar la presidencia» (Biden y Trump) el 5 de noviembre, Michigan anunció que Robert F. Kennedy estaba cualificado para aparecer en las papeletas como candidato del Natural Law Party. Eso le ahorra al aspirante el trabajo de tener que recoger 12.000 firmas en ese territorio antes del 18 de julio para competir en la carrera electoral, y concentrarse en otros Estados competitivos, cada uno con diferentes requisitos.
El Natural Law Party, el partido de la meditación trascendental, es absolutamente minoritario en Michigan. Apenas obtuvo el 0,1% en 2020, pero con Kennedy al frente la última encuesta de Fox le atribuye el 9% de los votos. Dado que a Trump y a Biden solo les separan dos puntos, eso sería más que suficiente para decidir la contienda. Hora de lanzar a todos los Kennedy a la arena.
Por cuestiones de rango político el excongresista Joe Kennedy III, de 43 años, capaz de hacer campaña en español, fue el que estrenó el escenario de Filadelfia, pero Kerry llevó el peso del discurso por ser la hermana menor de Robert, ambos hijos del fiscal general asesinado en 1968, cuando hacía campaña presidencial para continuar lo que su hermano dejó a medias. Ella tenía entonces 9 años, su hermano, 14. Aquel 6 de junio en que el asesinato de otro Kennedy conmocionó al mundo, su madre lo sacó del internado jesuita y lo montó en el avión del vicepresidente Hubert Humphrey para que llegara a tiempo al lecho de muerte de su padre. En los años siguientes fue expulsado de varios colegios por experimentar con drogas, mientras que su hermana menor se graduó con galones hasta recibir el doctorado de Derecho en la Universidad de Boston.
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El jueves no le mencionó, pero su sombra planeaba por cada uno de los agradecimientos en serie que le dedicó a Biden. El presidente es el hombre que, a su juicio, mejor lleva la antorcha de su padre y de su tío «como defensor de los derechos humanos y de la libertad», le atribuyó. «Por eso prácticamente cada uno de los nietos de Joe y Rose Kennedy apoya a Biden», articuló cuidadosamente. «Eso es, la familia Kennedy apoya a Joe Biden como presidente», remachó.
Se trataba de dejar claro, de forma tácita, que su hermano mayor es un bala perdida que de ninguna manera encarna el espíritu de los Kennedy, ni es depositario de su legado. El abogado medioambientalista, que ha sido muy crítico con la vacuna del Covid-19, desató la indignación familiar en febrero al desenterrar un anuncio de campaña de su tío John F. Kennedy de 1960 para reutilizarlo como suyo en estilo vintage durante el intermedio de la Super Bowl. «¿Quieres a un hombre como presidente que esté lo suficientemente curtido para saber lo que hace y suficientemente joven como para hacerlo?», canturreaba el anuncio, cuyo espacio costó 7 millones de dólares.
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«Mi madre se hubiera quedado lívida con su visión de la Sanidad, la ciencia y las vacunas», escribió en la red X Bobby Sriver, hijo de Eunice Kennedy (hermana de JFK y Bobby Kennedy) y Sargent Shriver. El resto de la familia se le unió a través de las redes sociales, hasta el punto de que Robert terminó por disculparse y deslindarse del anuncio que, dijo, había sido lanzado por una plataforma de recaudación de fondos ajena a su campaña sin su aprobación, como mandan las leyes electorales. «Os quiero a todos. Que Dios os bendiga», escribió también en X.
«Todos» aplaudían y sonreían el jueves pasado, 18 de abril en el escenario de Filadelfia donde Kerry vendía los éxitos económicos de Biden, en contraste al estado en el que Trump dejó el país en plena pandemia. Lo decía en el centro recreativo Martin Luther King, por si había que tirar de algún mito más para arrancar emociones.
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En la memoria colectiva del país queda el discurso conciliador que diera Bobby Kennedy en Indianápolis seis meses antes de morir al anunciar el asesinato de Martin Luther King, dedicado «a la gente de todo el mundo que ama la paz». En medio de la conmoción y del dolor, pedía a los negros «tentados de llenar con odio y desconfianza la injusticia de ese asesinato», que contuvieran su rabia hacia los blancos y la concentraran en unirse. «Yo también tengo a un miembro de mi familia que fue asesinado por un hombre blanco», les dijo. «Tenemos que hacer un esfuerzo por entender y por sobreponernos o pasar por encima de estos tiempos difíciles», les alentó antes de recitar un poema de Aeschylus. «Lo que necesitamos en EE UU no es división, ni odio, ni violencia sin ley, sino amor, sabiduría y compasión de unos por los otros, hacia aquellos que sufren en nuestro país, ya sean blancos o negros».
Fue ese discurso de su padre el que, según Kerry, inspiró la carrera política de Biden. Los Kennedy están dispuestos a pasarle el testigo de su legado para que en estas elecciones pueda derrotar al hombre que encarna la división del país. Si para eso tienen que pasar por encima de uno de los suyos, que así sea. «Donald Trump se presenta a estas elecciones para llevarnos hacia atrás atacando los derechos más básicos y las libertades que están en el centro de lo que somos como estadounidenses», advirtió la portavoz del clan. «Ya ha dicho que será un dictador desde el primer día, que suspenderá la Constitución y que irá a por sus enemigos, a por sus críticos y a por la prensa. Silenciará a sus oponentes e incitará más caos, más divisiones y más violencia política con su agenda extremista. Es el presidente más antidemocrático en la historia de EE UU».
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Tanto miedo inspira el magnate, que este domingo docenas de antiguos compañeros que trabajaron con RFK en el Consejo de la Defensa de Recursos Naturales publican un anuncio a página completa en los principales periódicos de los seis Estados clave para estas elecciones pidiéndole que retire su candidatura. «Un voto por RFK es un voto para destruir el progreso y poner a Trump de vuelta en la Casa Blanca», dicen. «Se lo imploramos, señor Kennedy, honre a nuestro planeta y retírese».
En respuesta telefónica a 'The New York Times', el candidato criticó a sus compañeros medioambientalistas, a los que acusó de estar conformándose con las migajas que les da el Gobierno actual. «El presidente Biden no necesita de mi ayuda para perder frente a Donald Trump», zanjó.
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