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Corresponsal. Nueva York
Miércoles, 3 de marzo 2021, 22:15
Dos años después de que Juan Guaidó se autodeclarase presidente interino de Venezuela, con el apoyo de Washington, Nicolás Maduro sigue en el poder. Donald Trump, no. Si el heredero de Hugo Chávez creyó que la llegada de un nuevo presidente a Estados Unidos serviría ... para deshacer la batería de sanciones con que el Gobierno de Trump intentó forzar su salida, se equivocó.
En su apretada agenda de estreno en el cargo, el secretario de Estado Anthony Blinken no ha llamado a Maduro ni para ponerlo contra las cuerdas, como hiciera Joe Biden con el presidente ruso, Vladimir Putin. En lugar de eso el martes mantuvo una cordial conversación con Guaidó para resaltar «la importancia del retorno de la democracia a Venezuela», con todo el simbolismo que esa llamada conlleva.
Lo contó primero el propio Guaidó a una televisión argentina, porque lógicamente es el que tiene más interés en mostrar el reconocimiento que le ha dado el nuevo 'sheriff' mundial, pero el Departamento de Estado tampoco se hizo de rogar. Con la traducción al español del contenido resumido de esa llamada, reactivó por primera vez el canal de comunicación de WhatsApp con los periodistas hispanos.
Maduro ya podía anticipar la actitud del nuevo secretario de Estado por su trabajo como secretario adjunto con Hillary Clinton, con la que tiene estos días un amistoso 'podcast' para hablar de los retos del cargo, además de haber servido en otros puestos de seguridad nacional en los Gobiernos de Barack Obama y Bill Clinton. Blinken, que defendió la invasión de Irak y fue asesor de Biden en el Senado, se había referido a Maduro como un «dictador».
Los halcones de Trump, con su política de 'bully', habían logrado que más de 50 países reconocieran a Guaidó, que sin embargo nunca pasó de ser «presidente encargado» en la opinión pública mundial. Ahora el Ejecutivo de Biden aplicará un acercamiento multilateralista para trabajar con los aliados «de ideas afines», en concreto la UE, el Grupo de Lima, la Organización de Estados Americanos (OEA) y el grupo Internacional de Contacto, con los que planea «aumentar la presión para propiciar una transición democrática pacífica», dijo el portavoz del Departamento de Estado.
Maduro ahora tiene una nueva oportunidad de negociar una salida política a la crisis a través de la celebración de elecciones limpias con supervisión internacional, pero nada más. Biden no tiene prisa en levantar las sanciones de Trump, aunque sabe que muchas de ellas perjudican sobre todo al pueblo venezolano, por lo que está dispuesto a «encontrar soluciones para aliviar su sufrimiento».
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