Michelle Obama y Kamala Harris en Kalamazoo. AFP

Final de campaña a susto o muerte en Estados Unidos

Una legión de analistas y estrategas busca en los 42 millones de votos anticipados alguna pista que dé ventaja a su candidato mientras las últimas encuestas mantienen el empate entre Harris y Trump

Domingo, 27 de octubre 2024

Última semana de campaña en Estados Unidos. A susto o muerte. Es Halloween. La excepcional situación creada por el equilibrio entre los candidatos, demócrata y republicano, aboca a un colofón inédito y frenético, que incluso lleva a los equipos de ambos partidos a exprimir el ingenio como nunca en busca de una distancia en votos que se antoja imposible.

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Las dos formaciones han contratado legiones de analistas y estrategas para este final de campaña. Los expertos estudian los más de 42 millones de votos depositados de manera anticipada por los estadounidenses hasta este lunes. Buscan elementos o patrones que poder explotar en los próximos ocho días para cobrar ventaja sobre el adversario. Por ejemplo, a Trump le funciona muy bien rentabilizar el malestar de los ciudadanos con la inflación, la baja popularidad de Biden y cierto sentimiento de que ha defraudado y hecho retroceder al país con sus políticas. Por eso, el sábado estrenó un nuevo argumentario-base para el final de campaña; los demócratas están convirtiendo a EE UU en el «cubo de la basura».

En el caso de Kamala Harris, su equipo ha comprobado el resquemor que despierta el líder republicano por sus formas y promesas autoritarias. Por eso, la candidata, al igual que su compañero de papeleta, Tim Walz, Hillary Clinton y Michelle Obama, han adoptado en los últimos días el discurso que compara a Trump con Hitler y el fascismo. Nada es automático.

Los grupos de análisis se fijan en el voto adelantado para calcular los índices de movilización temprana en los bastiones de los republicanos y demócratas. Escrutan el efecto de los mítines en la población. Si Harris habla en una ciudad de Carolina del Norte y a continuación aumenta allí el ritmo del voto postal o en persona, saben que ha tocado una tecla y algo en su discurso ha calado con especial profundidad. Y lo mismo sucede con el magnate.

Por eso, los megamítines de este fin de semana, con Michelle Obama acompañando a la sucesora de Biden en Kalamazoo (Míchigan) y Trump presentándose anoche en el Madison Square Garden de Nueva York pueden traducirse en un festín de papeletas. Y un filón para la minería de datos electorales.

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En Kalamazoo, Harris continuó la tónica de los ultimos cuatro días de abarrotar grandes recintos. Ni ella ni la exprimera dama se cortaron al definir al líder republicano como un individuo que «se ha vuelto más confundido, más inestable y más enojado, y está claro que se ha vuelto cada vez más desquiciado». Las dos enfocaron el principal contenido de sus discursos en las mujeres y sus derechos sobre la salud; un asunto en el que el Partido Demócrata confía en robarle a Trump el voto de las republicanas más moderadas. Michelle Obama fue muy directa en este asunto. Rogó a las mujeres que voten sin tener en cuenta la ideología o lo que opinen los hombres de sus familias. »Les pido desde lo más profundo de mi ser que tomemos nuestras vidas en serio», manifestó. «Necesitamos que voten por el único candidato en esta carrera que protegerá nuestras vidas».

El exalcalde Rudy Giuliani y David Rem, amigo de la infancia de Trump, han abierto el mitin del Madison Square Garden. Reuters

Trump se ha asegurado, por su parte, de que los 19.500 asientos del Madison Square Garden estuvieran ocupados en la noche del domingo. El canal Fox News adelantó que su intención es tratar de arrebatar a los demócratas uno de sus feudos históricos: Nueva York. Robert F. Kennedy, el exalcalde Rudi Giuliani (un corrupto para algunos y un mártir para otros) , Tulsi Gabbard y el comentarista político Tucker Carlson son algunos de los invitados que han abierto el acto mientras su familia lo arropa desde el backstage. Quizá la intervención más impactante ha sido la de David Rem, un amigo de la infancia del magnate, que ha realizado un atronador discurso con un crucifijo en la mano. Se espera que el candidato haga acto de presencia a medida que transcurre esta especie de gran comunión conservadora.

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Miles de personas han hecho cola delante del mítico recinto, donde se han producido algunas protestas en contra del repúblicano. Nadie se ha quedado a pasar la noche en la Torre Trump. Ni siquiera a escuchar los discos de Lee Greenwood, El veterano cantante country de 82 años es otro de los invitados al Madison, donde es seguro que suene su icónica 'God Bless The USA', el himno que ayudó a la recuperación animica de EE UU tras los atentados del 11-S. El ambiente es de euforia; de acto central o de final de campaña, si se quiere. Un espectáculo.

Desde Reagan y Mondale

Ahora mismo, el tiempo corre en contra de los candidatos. Los datos que publican las últimas encuestas americanas son los esperados, pero no por ello dejan de marcar un hito en la historia política del país. El empate técnico se mantiene y las ligerísimas diferencias registradas en los Estados clave entran dentro de los márgenes de error de la demoscopia, lo que impide extraer tendencias. Los dos partidos tienen sus estudios propios secretos y para esta semana han encargado una auténtica avalancha de sondeos puntuales, casi como si en vez de examinar cambios electorales analizasen las audiencias de un programa en 'prime time'.

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Es cierto que desde las elecciones entre Ronald Reagan y Walter Mondale, que el republicano, ganó con suficiencia, nunca se han dado enormes diferencias en unos comicios presidenciales. Pero los actuales rayan en el paroxismo: el sondeo de la CNN ofrece un empate entre Harris y Trump a 47%-47%: el del 'New York Times'/Siena College es del 48%-48%. El de 'The Wall Street Journal' establece una ligerísima ventaja para Trump (47%) sobre Harris (45%).

Todos estos resultados no solo impiden pronosticar un ganador el 5 de noviembre. Tampoco permiten hacer cábalas fiables sobre la composición futura de la Cámara de Representantes y el Senado. Todo el plano institucional es volátil. Está en el aire y nadie puede predecir qué mayorías se darán en el Congreso o si cambiarán las actuales. Ni siquiera si las dos Cámaras y la Casa Blanca terminarán en manos de un único partido abriendo cuatro años de desacostumbrado gobierno.

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Otra encuesta publicada ayer empieza a mostrar las consecuencias de esta enloquecida disputa electoral. Los discursos del miedo, el malestar con el Gobierno de Joe Biden, los bulos y la perseverancia de un líder convicto como Trump han minado la confianza de la sociedad estadounidense en la democracia.

El 45% de la población considera que la democracia actual no representa adecuadamente a la ciudadanía mientras el 76% cree que se encuentra amenazada, según 'The New York Times'. Sin embargo, solo el 7% piensa en esto a la hora de elegir papeleta. El partidismo, la economía, la vivienda, la salud, la migración o los derechos sociales priman por encima.

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Posiblemente han sido cuatro años de acontecimientos políticos y sociales brutales, desde el asalto al Capitolio, la pandemia, las guerras de Ucrania e Israel. las dificultades económicas y los movimientos de desinformación hasta un expresidente radical y convicto que puede ser presidente de nuevo, los que pesan sobre la conciencia americana hasta fragilizar su confianza en el sistema.

El resultado es que una mayoría desconfía. Piensa que Washington se entrega a la corrupción de los grupos de presión. Que la voluntad de las élites se impone sobre todo lo demás. Y que los políticos enfocan su s cargos en función de su propio beneficio. En medio de esta batalla, hay un dato para la esperanza: el 80% del electorado confía en que los resultados electorales serán veraces.

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