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Dos minutos después de que cerraran los colegios electorales, el público congregado en el hotel de Columbia (Carolina del Sur) donde Donald Trump tenía su fiesta para esperar los resultados, estalló en gritos de júbilo. Las pantallas mostraban a las cadenas de televisión cantando al ... ganador de las primarias, y no era precisamente la ex gobernadora Nikki Haley, que como mandan los cánones debería haber ganado su estado natal. A lo largo de su carrera había conseguido imponerse a candidatos afianzados del establishment para ganar su primer asiento a la asamblea estatal y, después, la gubernatura del Estado, dos veces.
También en estas primarias ha batido las expectativas al convertirse en la última mujer en pie, tras superar a 14 hombres, pero uno le ha resultado imbatible. «Total victory», escribió Trump a sus seguidores. El margen de la victoria debe ser tan grande que los principales medios de comunicación consideraron que no era necesario esperar ningún recuento, porque las encuestas a pie de urna y el muestreo inicial resultaban abrumadores.
Trump ganó Iowa por 51% de los votos, a 30 puntos de su siguiente rival, el gobernador de Florida Ron De santis, y New Hampshire por 54%, a un punto de Halley. Fue esa pírrica victoria de perder superando las expectativas la que alimentó las esperanzas de poder remontar en Carolina del Sur, donde la ex embajadora de Trump en la ONU se ha recorrido el estado en autobús a la antigua usanza.
Ni siquiera la posibilidad de que 400.000 electores que votaron en las primarias demócratas de 2020 pero no lo han hecho esta vez por Biden, y de acuerdo a las leyes del estado podían haberse presentado a votar en las republicanas apra torpedear a Trump, logró darle la vuelta. Era, en realidad, una quimera de quienes se aferran a un clavo ardiendo, incapaces de aceptar que el expresidente está de vuelta con más fuerza que nunca.
Trump es ya imbatible y, aunque Haley ha dicho que no se retirará antes del Supermartes, no hay un solo de los 15 estados (más el territorio asociado de Somoa) que se disputarán este 5 de marzo, donde prevalezca en las encuestas. La batalla está zanjada y el establishment, con el gran dinero de los donantes, ha perdido. Algunos dirían que también la democracia, pero esos no son los votantes de Trump, ilusionados por la posibilidad de reconstruir el país a su imagen y semejanza, con los golpes sobre la mesa que dará un hombre fuerte como Trump, al que nadie se atreverá a rechistar después de victorias tan abrumadoras como estas.
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