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miguel pérez
Domingo, 7 de febrero 2021, 22:20
El presidente Joe Biden prometió a finales de enero que pondría en marcha una estrategia de guerra frente al coronavirus y lleva camino de cumplirla. Por primera vez, las autoridades sanitarias de Estados Unidos vislumbran cierto terreno firme donde pisar en mitad de la ... pandemia con la progresiva consolidación de una maquinaria de vacunación que este domingo llegó a su máximo rendimiento con la aplicación de dos millones de dosis en un solo día. Todo un récord.
Hay una carrera de fondo detrás de este ritmo –vertiginoso si se compara proporcionalmente con un buen puñado de países europeos– que sitúa a EE UU entre aquellas naciones que han conseguido armar una colosal logística de vacunación, junto con China e India. Por un lado, se trata de capear los efectos de las nuevas cepas víricas. Por otro, aparece la necesidad de encauzar diez meses de gestión desastrosa que la nueva Administración quiere corregir inmunizando al mayor número de ciudadanos en el menor tiempo posible.
Porque el tiempo apremia. Estados Unidos todavía está a la cabeza mundial en letalidad –462.138 decesos– y contagios. De hecho, este lunes se superarán los 27 millones de infecciones y eso significa que, además del coronavirus original, el país es un hervidero de las mutaciones de la covid-19, lo que impele a una vacunación sin pausa. En cuestión de días un informe confirmará que la cepa británica, más transmisible, se está convirtiendo en la dominante dentro del país y colonizará la mayoría de los contagios a finales de marzo.
La variante sudafricana también avanza y las noticias no son buenas: el 'Financial Times' publicaba el domingo un avance de un estudio en el que se indica que, al parecer, el suero de AstraZeneca resulta menos efectivo contra este linaje del coronavirus original, lo cual alerta del pésimo panorama que dibujaría su expansión descontrolada, pese a la capacidad de los laboratorios de reajustar sus fármacos.
Así las cosas, los expertos sanitarios consideran un buen síntoma que la curva de contagios se esté aplacando a la baja después de que diciembre y enero registrasen los días más nefastos de toda la pandemia. A ello parecen contribuir también las restricciones más exigentes impuestas por el Gobierno y el pésimo recuerdo de la festividad de Acción de Gracias, cuando las reuniones familiares dispararon un 57% la mortalidad por el virus. En los peores momentos hubo dos fallecimientos por minuto durante las dos semanas posteriores al 26 de noviembre.
Biden se propuso llegar a los cien millones de vacunados en sus primeros cien días de mandato presidencial. Según los datos recopilados por la agencia estadounidense Bloomberg, desde el pasado fin de semana se ha inyectado una media diaria de 1,43 millones de viales salvo el viernes, que se alcanzaron los dos millones. Ahora mismo, 32 millones de estadounidenses están vacunados con la primera dosis y otros ocho millones con las dos necesarias para completar la inmunización.
El pequeño milagro americano de la vacunación, visto cómo estaba el país hace solo dos meses, se apoya sobre factores muy diversos, entre ellos, la provisión de inyectables, que el anterior Ejecutivo de Trump contrató con al menos media docena de farmacéuticas. Según 'The New York Times', la Administración adquirió 400 millones de dosis a Pfizer y Moderna, con la opción de disponer de otras tantas este verano y 500 millones más en el futuro. Aparte, la Casa Blanca ha firmado acuerdos con otras cuatro compañías para la adquisición de 1.000 millones de unidades de sus sueros a medida que son aprobados por la agencia del medicamento.
El nuevo Gabinete demócrata ha construido una sólida red de centros de vacunación –incluidos pabellones y siete estadios de fútbol americano, a los que se sumarán otros en cuestión de días tras el final de la temporada– y echado mano de las leyes de la guerra de Corea para hacer que una parte de la industria fabrique jeringuillas especiales que permiten aprovechar las seis dosis de cada vial de Pfizer.
El objetivo fijado por el presidente para sus primeros cien días de mandato sitúa el desafío a la altura de los perseguidos por China e India, los otros dos países que tienen en marcha un ingente mecanismo logístico para inmunizar a sus poblaciones: 1.400 millones y 1.350 millones de personas, respectivamente. El gigante asiático quiere vacunar a 50 millones de chinos antes del próximo día 12, cuando el Año Nuevo Lunar desate desplazamientos masivos, e India se plantea llegar a 300 millones de inmunizados en julio.
Aunque este domingo por la noche todas las miradas del espectro sanitario estadounidense estaban concentradas en la final de la Super Bowl. La gran fiesta del fútbol americano suele reunir a miles de personas en fiestas o en casas particulares y el Gobierno ya había mostrado su temor a que se convirtiera en un «domingo supercontagioso».
La congresista republicana Liz Cheney anunció este domingo que continuará en su cargo pese a haber sido reprobada por el Partido Republicano en su propio Estado. Los conservadores de Wyoming solicitaron su renuncia a la cúpula de la formación por haber votado en su día a favor del 'impeachment' contra el expresidente Donald Trump. El juicio político contra el anterior mandatario se desarrollará esta semana en el Senado bajo el cargo de haber alentado supuestamente el asalto al Capitolio en Washington tras una arenga a los manifestantes contrarios a la designación presidencial del demócrata Joe Biden.
«No voy a dimitir», apostilló en una entrevista televisiva la congresista, hija del exvicepresidente Dick Cheney, tras explicar que su deber constitucional era apoyar el 'impeachment' tras la insurreción de los extremistas que allanaron y causaron destrozos en el edificio que representa la sede de la democracia en Estados Unidos .
«La gente de Wyoming comprende y reconoce que nuestro deber más importante es con la Constitución. Y, como he explicado y seguiré explicando, el juramento que hice a la Constitución me obligó a votar por un juicio político. Ese juramento es el más importante que hacemos, y no se doblega ante el partidismo, no se doblega ante la presión política», declaró. Cheney, además, criticó a la sección estatal de su partido por su «censura», tras acusar a sus responsables de creerse «falsas teorías de la conspiración» tanto sobre las elecciones presidenciales como sobre el asalto al Capitolio.
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