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caroline conejero
Nueva York
Sábado, 9 de octubre 2021
En la nueva comedia de televisión 'Perros de reserva' un grupo indígena de adolescentes roba una furgoneta de 'chips snacks' para venderla después en su afán por reunir el dinero suficiente para huir a California. La serie, creada por Sterlin Harjo y Taika Waititi, es una producción indie enteramente indígena que transcurre en una reserva al este de Oklahoma donde todo el mundo es primo, tío o ahijado y de vez en cuando el espíritu de un guerrero indio se aparece para intentar inculcar un poco de motivación moral en un joven.
El concepto de usurpación impregna la trama. Los ancianos recrean un pasado imaginado del que parecen haber sido extraídos abruptamente. Una soterrada ironía lo empaña todo. Aunque muchos indígenas viven en pueblos pequeños y áreas rurales, la mayoría de los cinco millones de nativos norteamericanos actuales reside fuera de las reservas, cerca de un 78%, predominantemente, y no solo en los centros urbanos de California, Arizona y Oklahoma.
La Primera Nación, como se llama en Estados Unidos a los pueblos indígenas, engloba 574 etnias con denominación federal esparcidas a través de todo el territorio nacional y Alaska. Y más de la mitad conserva una conexión con las reservas. Son los descendientes de los 15 millones de personas nativas que una vez habitaron esta tierra. A pesar de que hoy en día conservan un alto grado de soberanía, las tribus perdieron su semi-independencia original -establecida con la creación de los primeros Estados Unidos- cuando la Ley de Asignaciones Indígenas de 1871 las convirtió en 'naciones dependientes nacionales' sujetas a la ley federal. Como resultado, las reservas y las acciones de sus habitantes están sujetas únicamente a los tribunales tribales y a la ley federal.
En anticipación al Día de los Pueblos Indígenas, que se celebra mañana, este fin de semana se llevan a cabo actos en numerosas ciudades, sobre todo en los 14 Estados en los que se ya se observa oficialmente como festividad. Desde que en la década de los 70 los nativos comenzaran a festejar esta jornada, el movimiento para cambiar la festividad nacional de Colón por la de los indígenas ha ganado un terreno considerable.
«El Día de los Pueblos Indígenas brinda algo mucho más positivo para reemplazar la negatividad que simboliza el día de Colón. Brinda la oportunidad de entender y aprender sobre la historia de los nativos», señala Mahtowin Munro, representante de la organización Indios Americanos de Nueva Inglaterra que lucha contra el racismo y la discriminación.
Mahtowin explica a este periódico que, desde el punto de vista indígena, el Día de Colón es un recordatorio doloroso de traumas y promesas incumplidas que marca el comienzo de siglos de guerras colonialistas, desposesión y genocidio. «El relato tradicional de Colón como héroe y 'descubridor de América' es incorrecto y los pueblos de Estados Unidos entienden, desde hace mucho tiempo, el problema de celebrar este día como una fiesta nacional», afirma este representante de la comunidad india. «Colón no descubrió nada. Los indígenas ya estaban aquí y tenían civilizaciones de miles de años de antigüedad. Colón y su gente sentaron el precedente de cómo serían tratados los indígenas en el futuro: asesinatos, secuestros, venta de esclavos, abuso y tráfico sexual», agrega.
La celebración del Día de los Pueblos Indígenas invita a una reflexión sobre sus raíces tribales y las trágicas historias que abundan en su pasado. La reflexión reivindica el relato de su propia identidad, al tiempo que desafía una narrativa histórica escrita desde la cultura dominante blanca. El propio presidente, Joe Biden, manifestó el viernes su reconocimiento a la «dolorosa historia de agravios y atrocidades» cometidas por «muchos exploradores europeos» contra las naciones tribales norteamericanas en su discurso previo a la festividad.
La secretaria de Interior, Deb Haaland, ha convertido en prioridad la restitución de las tierras y el respeto a los tratados alcanzados por el Gobierno federal con las tribus. Ella está a cargo también del restablecimiento de las protecciones federales a numerosos lugares nativos históricos, como el anunciado esta semana por el presidente Joe Biden, que cuidará de tres recintos monumentales en parques nacionales. Dos de ellos se encuentran en el Estado de Utah y comprenden paisajes desérticos que esconden arte prehistórico indígena, asentamientos históricos de nativos americanos, tierras sagradas y un abundante registro fósil.
Bajo la presidencia de Donald Trump, su extensión fue considerablemente reducida; en un 85% en el caso de la reserva deBears Ears y del 50% en Grand Staircase-Escalante.
La medida de Biden restringe además la pesca comercial en los monumentos submarinos de Northeast Canyons y Seamounts Marine, frente a la costa de Nueva Inglaterra, donde residen ingentes especies marinas y colonias de coral en parajes acuáticos de grandiosidad sobrecogedora. «Fue muy satisfactorio el nombramiento de Deb Haaland como secretaria de Interior -explica Mahtowin Munro-, pero la Administración de Biden se ha negado a actuar en las disputas que los indígenas mantienen con los proyectos de construcción de oleoductos poniéndose del lado de las grandes corporaciones».
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La constante violación de espacios sagrados, aguas y tierras sin ni siquiera ser consultados en favor de la construcción de oleoductos ha generado una oposición más cohesionada por parte de las tribus. «Tenemos una relación especial con la tierra y entendemos la agresión enorme que producen el 'fraking', los oleoductos y la extracción minera», precisa Munro. Los 'protectores del agua', como se autodenominan los opositores a construir tuberías por debajo de los ríos, se han encontrado a menudo con una respuesta gubernamental violenta. Desde la intervención de los antidisturbios y la Guardia Nacional hasta las detenciones masivas e incluso los chorros de agua en temperaturas bajo cero en pleno invierno
En una victoria cosechada esta semana, la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, ha anunciado el cierre de una sección del oleoducto de la compañía canadiense Enbridge, una «bomba de tiempo» en mitad de una zona medioambiental altamente sensible de los Grandes Lagos. La resistencia indígena a este tipo de proyectos ha creado un modelo en la lucha internacional contra el cambio climático que cada vez gana más adeptos, pese a que estas comunidades son excluidas reiteradamente de los foros oficiales contra el calentamiento global. «La ONU y otras organizaciones desoyen las voces de los nativos, lo que desafortunadamente solo agrava la situación», señala Munro.
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