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mercedes gallego
Corresponsal. Nueva York
Viernes, 15 de enero 2021, 22:18
Sus caras están en todas partes. Cada diario del país publicó en grandes titulares los nombres de «los diez republicanos que votaron por el impeachment» y con ello, sin pretenderlo, les pusieron en la diana de las huestes de Trump. «Te vamos a colgar hasta ... que mueras», dice el mensaje que Ryder Winegar, de 33 años, dejó en los contestadores de seis de ellos. La policía le detuvo después en su casa de New Hampshire.
Trump pasará a la historia como el único presidente que ha enfrentado dos juicios de 'impeachment' para cesarle, el último el más bipartidista de la historia. Los diputados que lo hicieron posible, sin embargo, pasarán el resto de sus días aterrorizados. Fue el congresista de Michigan Peter Meijer el primero en confesar que se ha comprado un chaleco antibalas, a cuenta de las arcas del Congreso. Todos han recibido protección adicional a la luz de las amenazas recibidas.
La investidura de Joe Biden será una auténtica fortificación vigilada por más de 15.000 militares, pero entre las caras asustadas de quienes acudan a esta ceremonia al aire libre destacarán las de estos diez congresistas que el nuevo presidente incluye entre los héroes capaces de poner al país por encima del partido. Y de sus propias familias.
Muchos confesaron no votar a favor de enjuiciar al presidente por temor a lo que sus huestes pudieran hacer a sus seres queridos y se entiende por qué. Docenas de los atacantes identificados estaban ya en la lista de los más buscados del FBI, que los tenía clasificados como terroristas domésticos por sus lazos con grupos supremacistas blancos de carácter radical. Eran violentos y estaban armados.
Entre los asaltantes se encontraban también policías, militares y veteranos con entrenamiento para llevar a cabo los planes más siniestros que no llegaron a perpetrar ese día: secuestrar y asesinar a varios congresistas. Una de ellas, Alexandria Ocasio-Cortez, sabía que su nombre estaba en la diana. «Pensé que iba a morir», confesó en un largo video que colgó en Instagram. «Me he quedado muy traumatizada. Te puedo asegurar que vi la muerte muy de cerca y que no sabía si iba a vivir hasta el final del día». Al llegar a la ubicación de seguridad a la que la Policía del Capitolio trasladó a los legisladores vio a «supremacistas blancos y miembros de QAnon», describió. «No me sentí segura entre ellos. Sabía que desvelarían mi posición y crearían oportunidades para secuestrarme o que me hicieran daños, así que me busqué otro refugio».
No se equivocaba. Organizadores de la marcha que derivó en el asalto han confesado haberla planificado con tres congresistas, que niegan conocerlos pero tienen una copiosa relación con ellos en las redes sociales. Algunos están acusados de haber dado tours la víspera a los asaltantes. El disputado Kyle Griffin, que trabajaba desde una oficina distinta a la suya, se preguntó por Twitter cómo supieron los agresores dónde encontrarle, en lugar de ir a la puerta que lleva su nombre.
El FBI les encontró armas y esposas de plástico en los bolsillos. Una semana y más de cien detenidos después, el cuerpo compartió con los legisladores en una conferencia telefónica los escalofriantes detalles de lo que no llegó a pasar. «Si no estabas asustado cuando empezó la llamada, lo estabas al terminar», confesó anónimamente un diputado a The Hill. «No quiero decir más, solo que ha sido la hora más aterradora que podía imaginarme».
Joe Biden no dispone de mucho tiempo para levantar el país. Su partido ha ganado la mayoría por los pelos, o más bien con el voto de desempate que ejercerá su vicepresidenta Kamala Harris. La tradición es que el partido en el poder pierda el Congreso en las elecciones de medio mandato, dentro de dos años. La pandemia se ha cobrado ya casi 400.000 muertos y la vacunación va mucho más lenta de lo que se esperaba. Es hora de una nueva inyección económica.
Deseoso de cambiar el tema de conversación que ha dejado el asalto al Capitolio, el presidente electo anunció el jueves un nuevo paquete de estímulo económico por valor de 1.9 billones de dólares que incluye el pago directo de 1.600 dólares a cada estadounidense para sumarse a los 600 recientemente enviados con los que alcanzar los 2.000 que pedía la izquierda y el propio presidente Donald Trump.
El paquete que debe sacar a la economía del coma incluye también una extensión del paro, una moratoria para los desahucios, aumento del salario mínimo, cupones alimenticios, partidas para la campaña de vacunación y ayudas para los déficit presupuestarios que enfrentan municipios y estados.
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