Trump, a su llegada al aeropuerto de Milwaukee. Reuters

La catarsis de Trump: «Yo debería estar muerto»

El líder republicano afirma que debe cambiar su discurso porque «no puedo decir las mismas cosas» que antes del atentado y se muestra obsesionado con el leve giro de cabeza que le salvó de la bala del tirador

Miguel Pérez

Lunes, 15 de julio 2024, 14:46

Hay un halo de misterio en torno al Donald Trump posterior al atentado de Pensilvania. Su entorno reconoce que haber sobrevivido por milímetros a una bala le ha ocasionado un gran «impacto». Tras el ataque, en el hospital, se mostró inusualmente «tranquilo» y así ha seguido durante todo el fin de semana hasta el punto de que este domingo por la noche tomó su avión y se dirigió a Milwaukee, donde él no debía participar en la Convención Nacional Republicana hasta el jueves. Sin embargo, es muy posible que este lunes se dirija ya a los delegados para contarles su terrible experiencia.

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Durante el viaje, Trump habló con un periodista del 'Washington Examiner' y le confesó opiniones que apuntan a una catarsis. Real o ficticia, no se sabe, pero sí significativa en estos momentos. ¿Cambia el atentado su campaña?, le pregunta el reportero. «Sí», responde sin dudar.

El equipo electoral republicano puede confirmarlo. Reescribe a toda velocidad el discurso que su jefe debe pronunciar el jueves en Milwaukee. El magnate reconoce que el original era «extremadamente duro», en línea con sus mítines habituales, «bien planteado pero brutal». Sin embargo, después del atentado decidió «arrojarlo a la basura» y sustituirlo por un discurso «unificador».

«He estado luchando contra un grupo de personas que consideré muy malas durante mucho tiempo, y ellos han estado luchando contra mí, y hemos dado una muy buena pelea», reconoce Trump supuestamente en relación a los grandes enemigos del país que él considera, los críticos a su persona, el presidente Joe Biden y el Partido Demócrata. «Hemos tenido un discurso muy duro, pero no podía decir más estas cosas después de lo que he pasado».

En lo referido a la campaña, los dos candidatos a la presidencia han ofrecido mítines de profundo calado combativo y disgresor, pero en los últimos días han sido especialmente desafortunados. Los medios estadounidenses recuerdan este lunes la conversción que Biden tuvo esta semana con sus donantes en la que dijo que iba a «poner a Trump en la diana». De la misma manera, el líder republicano ha repetido recientemente su convencimiento de que, después de su «persecución judicial», teme que el FBI lo «fusile». Belicismo verbal que, a la vista de los acontecimientos, parece funesto..

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Comitiva de seguridad del candidato republicano de camino al área donde se celebra la convención. Reuters

El intento de asesinato pepetrado por Thomas Matthew Crooks ha surtido un efecto catalizador en al menos una parte de los dos equipos electorales y un amplio grupo de líderes de opinión, quienes sugieren a los dos candidatos que abandonen la terminología salvaje. LaCivita y Susie Wiles, los dos principales asesores del lider republicano, enviaron una circular a todo su grupo para que no se hagan menciones del tiroteo. También han sido borrados los mensajes en los que se acusaba directamente a Biden de «ordenar» el atentado

Por su parte, los demócratas ajustan sus próximos discursos a una narrativa menos aguerrida y también han retirado anuncios por valor de 50 millones de dólares que retrataban a Trump como un delincuente perverso. La primera víctima material de esta presunta limpieza general ha sido Jacqueline Marsaw, jefa de la oficina del congresista demócrata Bernie Thompson. Este domingo, Marsaw publicó un tuit en el que señalaba en relación al pistolero de Pensilvania: «No apruebo la violencia, pero por favor, consíguete algunas lecciones de tiro para que no te pierdas la próxima vez». La asesora ha sido despedida sin contemplaciones.

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«Una familia detrás»

La influencia de Melania Trump sobre su marido es uno de los elementos que el entorno republicano baraja para explicar el supuesto cambio de su líder. Melania se encontraba en Nuea York cuando ocurrió el ataque. «Cuando vi esa bala alcanzar a mi marido, me di cuenta de que mi vida y la vida de Barron (el hijo de la pareja) estaban al borde de un cambio devastador», ha manifestado en una emotiva declaración en la que emplaza a los políticos a dejar los discursos «vitriólicos» y pensar que sus rivales «también tienen una familia detrás».

El candidato republicano parece obsesionado con el hecho de haber estado tan cerca de la muerte. De los ocho disparos que efectuó Crooks, sólo uno le rozó. Y un leve gesto le salvó de que acabara en su cabeza. En la madrugada del domingo, horas después de los hechos, el republicano insistía incrédulo ante su médico personal que el panel con datos migratorios situado a un lado del escenario «ha hecho que siga vivo» Al periodista del 'Washington Examiner' también le recalca: «Que yo pudiera girar exactamente en ese segundo, cuando (el pistolero) aptetó el gatillo y no pudo detener el tiro, es bastante asombroso. Realmente se supone que no yo debería estar aquí. Debería haber muerto».

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Trump nota el roce de la bala en su oreja durante el mitin en Butler. Reuters

El republicano hablaba desde el estrado a los miles de simpatizantes reunidos en la localidad de Butler, hoy tristemente asociada a la más oscura vertiente de la historia política estadounidense. Recitaba su feroz letanía sobre la inmigración ilegal y ladeó la cabeza hacia un enorme cartelón con gráficos sobre las entradas irregulares a EE UU. Entonces sonaron las detonaciones y una bala le rozó la oreja. Otros proyectiles impactaron contra tres espectadores, de los cuales uno de ellos, un bombero de Pensilvania, murió al arrojarse sobre su mujer y sus hijas y recibir el balazo. Este lunes, el Estado le rendirá homenaje por su valor.

Trump admite que ese instante le mantiene en un permanente asombro. Lo ha congelado en el tiempo. Y sus allegados consideran que todavía lo está procesando. Sobrevivió «por suerte o por Dios», repite. «Lo más increíble fue que no solo di la vuelta, sino que lo hice en el momento exacto y con el movimiento justo. Si solo doy la mitad de la vuelta, la bala me hubiera golpeado en la parte posterior del cerebro», reflexiona ante el periodista durante el viaje a Milwaukee.

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De los momentos posteriores a ser alcanzado, recuerda que los escoltas le sujetaron contra el suelo. Elogia al Servicio Secreto –cuestionado por posibles fallos en el cordón de seguridad del mitin– y afirma que intentó levantarse una y otra vez. «Me quedé en el suelo solo porque un tipo me agarró. ¿Sabes lo fuerte que tienes que ser para hacer eso?», pregunta Trumpe, consciente de su propia corpulencia y de la adrenalina que le urgía a ofrecer una imagen de resistencia. «Dije: 'Tengo que salir caminando, tengo que salir caminando'. No quería que me llevaran en brazos. He visto a gente a la que se la llevan en brazos. No es bueno». «Es una experiencia muy surrealista», sentencia.

Un grupo de simpatizantes da la bienvenida a su candidato a Milwaukee . Reuters

Lo que suceda a partir de ahora resulta toda una incógita política. Algunos referentes de opinión en EE UU coinciden en que quizá del atentado surja una mayor diplomacia y un discurso unificador, aunque el convencimiento no es ni mucho menos general.La teoría de una tregua temporal se muestra más sólida. Los dos candidatos cargan a sus espaldas con un largo historial de acusaciones de trazo grueso y ocho de años de presidencia –una legislatura por cada uno–preñados de agrias oposiciones. Por medio están además un intento de descalificación de la victoria electoral demócrata, el asalto al Capitolio y una enemistad tan personal como la que genera que a uno le llamen «viejo saco de basura» y al otro «loco zumbado».

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Realidad o interpretación

El líder republicano es, por otro lado, un experto de la interpretación. Nadie sabe si su aparente «espiritualidad» –en palabras de un allegado– y voluntad de reconciliación no deja de ser un recurso y que más tarde reutilizará el atentado para atomizar a los demócratas y recuperar su narrativa victimista. La expectación sobre su discurso en Milwaukee y los mensajes en su red social, que estos días carecen de su rutinario contenido apocalíptico, es máxima. De ellos podrá deducirse si su aparente catarsis es real o acabará devorado por su propio talante.

Algunos republicanos consieran que parte de la pelota está en el tejado de los demócratas. Si éstos se muestran beligerantes, no les cabe duda de que el Trump posterior al tiroteo «será extremadamente desagradable». Quedan casi cuatro meses hasta las elecciones, suficientes para recuperar una campaña de saco de arpillera.

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Joe Biden lanza su mensaje a favor de la unidad política y en contra de la violencia desde la Casa Blanca después del atentado. AFP

Las palabras tienen una gran facilidad para volverse en contra de los intereses propios. Posiblemente todos hayan aprendido algo en Pensilvania. Los demócratas han asumido que la terminología violenta utilizada contra Trump les coloca hoy en una difícil situación y ha creado un hándicap a su propia campaña, que no pasa por sus mejores horas.

Y resulta muy probable que los republicanos, al menos de momento, no quieran incurrir en ese mismo tipo de incriminaciones ante el temor de que cualquier extremista u otro joven obsesionado con las armas y la grandeza de la Historia agreda a los demócratas.

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La política bipardista de Estados Unidos ha sido fuente de polaridad desde sus orígenes, pero ahora el gran problema es que se está transformando a pasos agigantados en radicalidad. En una batalla entre bloques donde no se hacen prisioneros. Hacía mucho tiempo que una película como 'Civil War', que narra la tragedia de una guerra civil en EE UU,, no golpeaba tanto a la sociedad americana. Un fenómeno que muchos expertos achacan precisamente a un sentimiento de enfrentamiento creciente en la política y la población.

Una lista de violencia política

Un artículo de 'The Washington Post' pone este lunes el índice sobre la circunstancia de que la época actual es, pese a todas las apariencias, menos violenta políticamente hablando que la década de los 60, cuando fueron asesinados John F. Kennedy y Martin Luther King, los conflictos raciales pusieron al país en llamas y el mundo se asomó a la guerra nuclear con la crisis de los misiles. Sin embargo, la diferencia estriba en que la concertación entre demócratas y republicanos ha mutado en la última década en una división frontal y de ella se derivan agresiones de corte partidista que, como se ha visto en Pensilvania, van modelando a la bestia.

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La lista de los últimos tres lustros es inquietante. La congresista demócrata Gabrielle Giffords estuvo a punto de morir en un tiroteo en 2011. Seis años más tarde, un activista de izquierdas, con un odio profundo a Trump, hirió al actual líder de la mayoría republicana, Steve Scalise, tras dispararle 50 veces desde la distancia con un rifle de precisión. En 2020, un grupo ultra intentó secuestrar a la gobernadora de Míchigan, la demócrata Gretchen Whitmer, mientras en 2021 tuvo lugar el asalto al Capitolio. La turba extremista buscó al vicepresidente Mike Pence para colgarle al considerarle un «traidor» a Trump y decenas de congresistas demócratas evitaron ser linchados al encerrarse en los despachos o huir por el garaje.

A este asalto, el más traumático del Estados Unidos contemporáneo. se sumó el año pasado el intento frustrado de asesinato del juez del Tribunal Supremo Brett Kavanaugh. Su atacante dijo que quería matar al magistrado conservador por oponerse a cuestiones sociales como el aborto. Y hace poco ha salido la condena contra el individuo que asestó varios martillazos al marido de la histórica representante demócrata Nancy Pelosi. Con el atentado sobre Trump de este fin de semana, la estación término parece cada vez más cercana.

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