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No es la primera gran crisis económica que afronta Joe Biden desde la Casa Blanca. Como miembro del gabinete del expresidente Barack Obama en calidad de vicepresidente, también tuvo que enfrentarse a la crisis financiera de 2008, la que entonces era la peor desde el ... crack de 1929. Y, a tenor de lo que cuenta buena parte de la prensa estadounidense, parece haber aprendido de entonces que hay que actuar a lo grande, que más vale pasarse que no llegar. La semana pasada ya anunció un programa de estímulo por valor de 1,9 billones de dólares que incluirá un gran paquete para acelerar la vacunación contra la covid y los tests, además de inyecciones directas de recursos para ciudadanos, empresas y para los gobiernos estatales y municipales. Se trata de un plan mucho más potente (hasta un 50% más) que el que puso en marcha la Administración Obama en 2009. Y, además, está mucho más enfocado a la solución de los problemas reales y más concretos: la crisis sanitaria y la situación de los más vulnerables.
Este magno programa cuenta además con el respaldo y la inspiración de una de las personas estrella de su equipo, Janet Yellen, nueva secretaria del Tesoro, ex presidenta de la Reserva Federal norteamericana, que también apuesta por «actuar a lo grande» y por centrar en el empleo -su ámbito de especialización académica- la recuperación económica tras la covid. «Ahora mismo, con los tipos de interés en mínimos históricos es lo más inteligente que podemos hacer», aseguró Yellen ayer ante el Senado, según recoge Edoardo Fusco, analista de eToro. «Los beneficios superarán con creces los costes, especialmente si nos preocupa ayudar a la ciudadanía», añadió. Wall Street celebró estas palabras que pronunció este martes. Aunque algunos días atrás las acciones americanas han padecido el hecho de que entre los planes de Biden también se encuentran las subidas de impuestos a las rentas más altas con objeto de redistribuir la riqueza.
Todo ello ha hecho que numerosas firmas de análisis hayan revisado al alza las expectativas de crecimiento de Estados Unidos para este año. Así, desde Goldman Sachs estiman que el PIB estadounidense crecerá en este 2021 un 6,6%, por encima del 6,4% inicialmente previsto. Y, además, el paro, en lugar de cerrar el ejercicio en el 4,8% lo hará en el 4,5%. Esta mejora obedece a la expectativa de que Biden, apoyado en la mayoría demócrata en el Congreso, impulsará el apoyo fiscal a la economía, la educación, la sanidad pública, las ayudas económicas a los desempleados... para contrarrestar los daños provocados por la pandemia. Aunque Goldman Sachs no prevé que Biden pueda desplegar todas las ayudas y todo el programa que planea, ha revisado desde los 750.000 millones de dólares en estímulos que al principio esperaba que se pusieran en marcha bajo su mandato para combatir la crisis hasta los 1,1 billones.
Pimco, la mayor gestora activa de renta fija del mundo, más optimista, considera que los planes del nuevo presidente pueden llevar a que el crecimiento del PIB real de Estados Unidos supere el 7% este año. Y es que una de las claves en las que insisten los expertos es que Biden contará con un Senado y una Cámara de Representantes de mayoría demócrata. Y tampoco hay que pasar por alto que el comité de presupuestos del Senado estará presidido por Bernie Sanders, del ala más izquierdista del Partido Demócrata, con fervientes deseos de ser ambicioso en los programas sociales y de apoyo a la recuperación económica tras la covid-19, y que puede imprimir el sello de su perseverancia en la lucha contra la pobreza y la desigualdad que arrastra Estados Unidos. Por ejemplo, su campaña por elevar el salario mínimo de los 7,25 dólares la hora hasta los 15 dólares ya ha tomado forma en el plan que Biden esbozó la semana pasada.
Además, desde AXA Investment Managers, Gilles Moëc afirma que los últimos débiles datos de Estados Unidos, en particular los de empleo y los de ventas minoristas del mes de diciembre pueden convertirse en otro argumento que favorezca que Biden pueda sacar adelante sus planes con cierto apoyo bipartidista: puede ganar fuerza la idea de que el plan que quiere poner en marcha no es ideológico, sino que es necesario.
¿Qué podemos esperar de un Washington demócrata unificado, aunque sea por un margen estrecho?, se preguntan desde Pimco. A su juicio, habrá más gasto para las medidas de alivio de la covid-19 en el corto plazo, con un enfoque a largo plazo en la «reconstrucción económica», un mensaje central de la campaña de Biden, que podría incluir un proyecto de ley de infraestructuras.
En cuanto al plan de infraestructuras, desde Pimco señalan que tiene el potencial de tener beneficios económicos más duraderos que el programa de choque de corto plazo en la mejora del crecimiento y la productividad. De acuerdo con sus cálculos, a él se podrían destinar entre 1 y 2 billones de dólares, es decir, entre el 4,5% y el 9% del PIB estadounidense, probablemente repartido en varios años.
Los expertos de Pimco también señalan que el tamaño y la rapidez con los que se ponga en marcha el plan de estímulo contra la crisis dependerá de cómo los demócratas decidan aprobar el proyecto de ley, ya sea a través del «orden regular» en el Senado, que requiere 60 votos -más de los que tienen en la Cámara-, o a través de un proceso llamado «reconciliación», que tiene numerosas condiciones, pero que sólo requiere 50 votos. Para Olivia Álvarez, la figura de Yellen también puede desempeñar un papel fundamental para recabar el apoyo y la confianza de los republicanos, dada su reputada experiencia, no sólo al frente de la Reserva Federal.
En todo caso, señala Pimco, «el apoyo adicional a los hogares y a las pequeñas empresas más afectadas por la pandemia revitalizaría casi inmediatamente la actividad económica, mientras que el apoyo adicional a los gobiernos estatales y locales podría ayudar a evitar el arrastre a largo plazo de los recortes presupuestarios estatales que se produjeron tras la crisis financiera».
Pero, por otro lado, según advierte Brendan Mulhern, economista y estratega de BNY Mellon, la mayor libertad con la que contará Biden para llevar adelante sus planes también implicará un aumento del déficit público en EE UU durante el próximo ciclo, que a su vez implicará un mayor déficit por cuenta corriente. Pero esta situación no tiene por qué ser negativa. A juicio de Mulhern, ello, junto con las flexibles condiciones de liquidez mundiales y la recuperación de la economía global, debería contribuir a flexibilizar las condiciones de crédito mundiales. Por ello, afirma, «es probable que la situación de los sectores y las economías que se enfrentaban a unas condiciones de crédito más difíciles empiece a mejorar». El impulso económico del que gozará Estados Unidos se proyectará por el resto del mundo.
El premio Nobel Paul Krugman, en un artículo en The New York Times, avisaba a Biden de que no puede cometer los errores de Barack Obama, como hacer un excesivo caso a las advertencias sobre el aumento del déficit o de la inflación que suele conllevar la expansión fiscal. Además, le animaba a tener confianza en el papel que el Gobierno puede tener en el impulso de la economía. Y le advertía sobre los peligros de marcarse como objetivo granjearse el apoyo de los republicanos, porque ello puede mermar una ambición que ahora es muy necesaria.
En cuanto a los mercados, para los inversores en renta fija, la mejora del crecimiento nominal se reflejará en el aumento de los rendimientos de los bonos. Y ello, a su vez, recuerda el experto de BNY Mellon, es positivo para los bancos.
Además, y éstas sí son, quizás, peores noticias para Europa, el dólar puede continuar debilitándose, al menos a corto plazo, lo que implica el fortalecimiento para el euro, que merma la competitividad de las economías más abiertas y dependientes de exportaciones, singularmente Alemania.
Aunque el gran frente en el que la economía y la geopolítica se dan la mano será la relación con China. Y sobre ello Janet Yellen también tuvo palabras este martes: afirmó, como recogen los analistas de Bankinter, estar lista para hacer frente a las malas prácticas comerciales del gigante asiático, al tiempo que aseguró que no es aceptable la manipulación intencionada de las monedas para lograr ventajas comerciales.
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