mercedes gallego
Nueva York
Viernes, 4 de noviembre 2022, 18:11
Los tiempos de la política en Estados Unidos son tan predecibles como las estaciones. Ni siquiera Donald Trump se ha atrevido a anunciar su candidatura antes de las elecciones de medio mandato que se celebrarán el martes, pero eso no quiere decir que no haya ... una incesante actividad tras las bambalinas.
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La mayor incógnita la presenta el presidente, Joe Biden, que de acuerdo a la tradición tiene el derecho de tanteo, pese a su edad. En público o en privado, casi todos los barones del partido han prometido cuadrarse ante él si decide presentarse a la reelección. A punto de cumplir los 80 a final de este mes, ya era el presidente de más edad en la historia del país cuando juró el cargo hace casi dos años. No parece una buena idea aferrarse a la experiencia cuando cada lapsus desata el debate sobre su senilidad, pero el mandatario ha dicho repetidamente que tiene intención de hacerlo, aunque no haya tomado aún la decisión.
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Todo indica que esa intención es sólida. Según el diario 'The Washington Post', el presidente y su esposa han mantenido ya reuniones con sus asesores más veteranos para preparar esa potencial candidatura a la reelección en 2024. En septiembre la primera dama dijo durante una entrevista no haber tenido tiempo aún de discutirlo con su marido, pero el rotativo dice que las consultas comenzaron ese mismo mes. «La familia siempre ha sido lo primero para él», dijo su consejera Anita Dunn al periodista de 'Axios' Mike Allen. La decisión no se espera que se haga pública hasta principios del año que viene.
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Altos cargos del Partido Demócrata han admitido estar haciendo planes para la campaña de reelección de Biden, incluso si decide no presentarse, algo que solo ha ocurrido una vez en la historia con Lyndon Johnson. «Seríamos seriamente incompetente sino nos estuviéramos preparando para ello», dijo una fuente a Reuters. Según el 'The Washington Post', un equipo de 40 personas del Comité Nacional del Partido Demócrata lleva ya más de un año preparando las bases de datos de operaciones, invirtiendo en los Estados bisagra que serán claves para las próximas presidenciales, conectando con los donantes e investigando a los posibles rivales republicanos. Entre estos ya se perfilan el expresidente Donald Trump, su vicepresidente Mike Pence y el gobernador de Florida Ron DeSantis, que presumiblemente revalidará el cargo en las urnas este martes.
En el lado demócrata la sucesora natural para presentarse a las elecciones, si Biden decide no hacerlo, sería la vicepresidenta Kamala Harris, que además representaría el cambio generacional que muchos piden a gritos. Aún así, Harris no ha tenido oportunidad de brillar en el cargo, que por primera vez en la historia ocupa una mujer, y ha decepcionado en sus pocas intervenciones. Eso ha dado pie a que los viejos pesos pesados del partido, como Elizabeth Warren, Hillary Clinton y hasta algunos nuevos, como el gobernador de California, Gavin Newsom, entretengan la idea de lanzarse a la arena presidencial. Hay, sin embargo, otro excandidato presidencial en el Gobierno de Biden que también podría reclamar su oportunidad: el secretario de Transporte, Pete Buttigieg, exalcalde de South Bend y el primer político abiertamente gay que obtiene una cartera en EE UU.
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Ninguno de ellos saltará al ruedo si Biden decide apurar la oportunidad de los dos mandatos consecutivos que le permite la Constitución, lo que no significa que sea una buena idea. En las mismas páginas del 'The Washington Post' aparecían el miércoles un artículo de opinión que pedía abiertamente a Biden y a Harris que se queden fuera de las elecciones del 2024 «por el bien del país».
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A la vicepresidenta, el columnista George Will, autor del libro 'Felicidades y Descontentos estadounidenses', y premio Pulitzer por sus artículos de opinión, la considera demasiado incompetente. «Carece de talento natural. Necesita prepararse, pero evidentemente no lo hace. Es complaciente y arrogante, una mezcla ruinosa. Suena como alguien que da un informe sobre un libro que no se ha leído».
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Nadie cuestiona dentro del partido lo competente que pueda ser Biden, a pesar de que algunas de sus decisiones relacionadas con lo que se presumía su fuerte, la política exterior, han resultado catastróficas. Queda así para la historia la caótica retirada de Afganistán que permitió a los talibanes recuperar el poder. Con todos sus aciertos y errores, lo que más puede esperar el presidente es que se cuestione sus habilidades mentales.
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A Biden se le conocía por sus pifias y meteduras de pata mucho antes de que fuera vicepresidente de Obama, pero en los últimos tiempos los lapsus de memoria han servido para que la oposición le pinte como un hombre senil y confuso imposibilitado para ser el líder del mundo occidental y llevar consigo la maleta nuclear. En menos de dos meses destacan el momento de septiembre pasado en el que buscó entre el público en voz alta a la congresista de Indiana Jackie Walorski, que había fallecido el mes antes en un accidente de coche. La conversación en la entrevista de 'NowThisNews', en la que presumió de haber aprobado la cancelación de la deuda estudiantil «por uno o dos votos», cuando en realidad fue por orden ejecutiva sin pasar por el Congreso.
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O el momento del pasado martes en el que culpó a la guerra de Irak del aumento de la inflación, lo que intentó corregir rápidamente con un «disculpen, la guerra en Ucrania». Eso hubiera estado muy bien si no hubiera añadido: «Estoy pensando en Irak, porque allí es donde murió mi hijo». Beau Biden falleció en 2015 en un hospital militar de Maryland de un tumor cerebral que el presidente atribuye a la exposición química que sufrieron las tropas desplegadas en Irak.
De seguir adelante, Biden puede esperar que se le presente como un abuelo senil en las campañas de la oposición y las tertulias de Fox, pero en su propio partido planeará siempre la sombra de Ronald Reagan, al que se le diagnosticó Alzheimer cinco años después de dejar la Casa Blanca. El consenso médico es que esta enfermedad empieza a dar síntomas diez años antes de que se diagnostique, lo que concuerda con las observaciones de sus asesores e incluso su hijo, Ron. Si a eso se le suma la baja popularidad del mandatario y la previsible paliza que sufrirá su partido en las urnas este martes, es de suponer que una nueva candidatura de Biden no entusiasmará a quienes en el 2020 solo vieron en él una cualidad para votarle: que no era Trump. Con todo, la opción del 'rematch' tampoco es descartable.
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