Joe Biden junto a varios de sus familiares en una convención demócrata en 2008. BRIAN SNYDER

«Un montón de Bidens en las gradas»

El presidente recuperó su determinación gracias a su familia, tras la muerte de su mujer y su hija y la pérdida de su hijo Beau en 2015

Olatz Hernández | Caroline Conejero

Miércoles, 20 de enero 2021, 17:37

«Siempre pensé que Beau sería el primer presidente de la familia». Las últimas palabras de Joe Biden antes de jurar su cargo como presidente de los Estados Unidos reflejaron la importancia de la ceremonia de inauguración para su familia. Una emoción contenida que se ... desbordó después del juramento del presidente, cuando Joe y su mujer, Jill, se fundieron en un abrazo con su hija, Ashley, y Hunter Biden.

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El presidente estuvo arropado por su mujer, sus hijos y nietos, a quienes la senadora Amy Klobuchar se refirió como «un montón de Bidens en las gradas». Entre ellos estaban Hunter Biden, hijo del primer matrimonio de Joe Biden, junto a su mujer, Melissa Cohen, y sus hijos Finnegan, Maisy y Naomi.

Todos quisieron estar presentes en el momento de culminación de la carrera del patriarca de los Biden y se sumaron a la ovación con la que fue recibido a su llegada al patio del Capitolio. Después de tomar el juramento, dejaron caer alguna lágrima de emoción y el propio presidente tuvo que recomponerse antes de dar el discurso de inicio de su mandato.

No en vano, su éxito de Biden es también fruto de la determinación de todo su clan. Siendo un niño, Joe Biden ya soñaba con ocupar algún día la Casa Blanca, pero las tragedias familiares truncaron sus aspiraciones. Con solo 29 años perdió a su mujer, Neilia, y a su hija, Naomi, en un accidente de tráfico y los otros dos hijos de la pareja, Beau y Hunter, resultaron heridos de gravedad. Ese duro golpe marcó al político, que hasta entonces se había centrado únicamente en su éxito profesional.

Hijo de una familia de clase media y católica de Scranton (Pensylvania), Biden confesó tiempo después que la muerte de su mujer y su hija hicieron que estuviera a punto de perder la fe y las ganas de vivir. Se volcó en el cuidado de sus hijos, que se convirtieron en su refugio. Cinco años después conoció a Jill Jacobs, profesora de inglés de Virginia.

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Regreso triunfal

Durante año, Jill rechazó las propuestas de matrimonio del ahora presidente. Quería estar segura de que ese paso fuera lo mejor para Beau y Hunter. Tiempo después, en sus memorias, la mujer de Biden reconocería que se refiere a ellos como sus hijos. Jill y Joe se casaron y tuvieron una hija, Ashley en 1981.

Los Biden se unieron aún más. y esa estabilidad familiar devolvieron a Biden su propósito de llegar al Despacho Oval. Lo logró en 2008, cuando fue elegido vicepresidente de Barack Obama. Sin embargo, durante su segundo mandato, Beau, su hijo mayor, fue diagnosticado con un agresivo cáncer cerebral. A raíz de aquello, Biden redujo su horario público para pasar más tiempo con él, hasta que falleció en 2015. Un año más tarde anunció que no se presentaría a la nominación presidencial de la que salió elegida Hillary Clinton.

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Apartado de la política, Biden abanderó la lucha contra el cáncer que se llevó la vida de Beau, orgullo de su padre y excombatiente condecorado en la guerra de Irak. La muerte del senador republicano John McCain, con el que el demócrata mantenía una estrecha relación, lo devolvió a la esfera pública. Le encargaron pronunciar el discurso de despedida, lo que le puso en la mira de la dirección del partido, desesperado por encontrar un candidato que se midiera con Trump.

El aspirante dio el sí y con 77 años capitaneó una campaña concebida para salvar al país del autoritarismo y el colapso económico. Del agrado de los republicanos tradicionales y del voto negro por la etapa Obama, la candidatura de Biden no despertó grandes pasiones entre los votantes demócratas, pero encarnó la alternativa a Donald Trump.

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Uno de los fantasmas que acosó a Biden durante su campaña presidencial también fue de carácter familiar. Fue acusado de encabezar una trama de corrupción para colocar a su hijo Hunter en una gran compañía energética de Ucrania. Mientras que Beau era el hijo modelo, Hunter desarrolló una carrera en el mundo de los negocios y tuvo problemas con el alcohol y las drogas. Ahora es objeto de una investigación que podría salpicar a su padre, aunque su imagen al lado del presidente durante su juramento hacen pensar que una vez más los Biden se enfrentarán a la adversidad juntos.

Joe Biden junto a sus hijos, Beau y Hunter, y su mujer Jill Jacobs. AFP

La carrera política de un líder nato

Biden fue un estudiantes modesto, pero un líder natural. Estudió Derecho en la Universidad de Siracusa y fue elegido como senador por Delaware en 1970, gracias a una pequeña campaña en la que contó con la ayuda de su familia. Durante cuarenta años conservó su asiento en el senado, convirtiéndose en uno de los más veteranos de la Cámara Alta.

En 1988 trató de presentarse como candidato a la presidencia, pero las acusaciones de plagio de su discurso electoral y varios problemas de salud hicieron que su carrera por la Casa Blanca terminara antes de tiempo. El nombre de Joe Biden sonó durante años como posible candidatos demócrata a las elecciones por ser un político de centro, con gran experiencia y conocimiento en las áreas de política exterior y seguridad nacional, pero le faltaba carisma.

Su siguiente oportunidad llegaría en 2008, de la mano de Barack Obama, que le propuso ser su mano derecha después de quedar quinto en los Caucus de Iowa. El arrollador magnetismo de Obama le llevó a la Casa Blanca, pero como vicepresidente. Durante dos mandatos, Biden fue una pieza clave en las conversaciones con el Gobierno iraquí para la retirada de tropas estadounidenses del país y se mostró favorable a acercar la relación comercial con Rusia. En política interna, su experiencia negociadora fue fundamental en las negociaciones para limitar la venta de armas y para la aprobación de la ley del Cuidado de la Salud a Bajo Precio –conocida como «Obamacare»–.

La muerte del senador republicano John McCain, con el que mantenía una estrecha relación, lo devolvió a la esfera pública en 2018. Le encargaron pronunciar el discurso de despedida, lo que le puso en la mira de la dirección demócrata, desesperada por encontrar un candidato que se midiera con Trump.

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