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Mercedes Gallego
Viernes, 22 de julio 2016, 01:59
Cayeron los globos, se acabó la convención. Donald Trump cerró su gran fiesta de nominación presidencial con un larguísimo discurso que leyó con naturalidad del teleprompter, sin mayores dramas que el manifestante de turno. El magnate le dio al público republicano lo que buscaba: Un ... líder fuerte y seguro de sí mismo que promete resolverlo todo de un plumazo.
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Trump dice haber creado el mayor movimiento político desde Ronald Reagan, pero para él EE UU no es la brillante ciudad sobre la colina a la que éste aludía con frecuencia, sino una oscura y fantasmagórica imagen de Mad Max, de la que Barack Obama y Hillary Clinton son responsables. Al fin y al cabo, lo que une al público de este partido fracturado por la nominación de un anticristo conservador es su odio por Clinton.
En la América que pintó Trump, los homicidios aumentaron el año pasado un 17% en las cinco principales ciudades, cerca de 180.000 inmigrantes ilegales con historial delictivo vagan libremente esta noche y amenazan a ciudadanos pacíficos porque el gobierno los suelta por decenas de miles sin importarle el impacto en la seguridad pública o en nuestros recursos. El 58% de los afroamericanos está en paro, hay dos millones más de latinos viviendo en la pobreza que cuando Obama asumió la presidencia, los ingresos medios de los hogares han caído más de 4.000 dólares desde el año 2000- la deuda nacional se ha doblado y el déficit comercial es de 800.000 millones de dólares anuales.
Da igual lo que digan mañana los diligentes fact-checkers de los periódicos estadounidenses, porque lo bueno es que Donald Trump lo solucionará todo empezando el 20 de enero. En esa fecha jurará el cargo el ganador de las próximas elecciones. El magnate no tiene dudas de que será él, porque lo de perder no le va, y porque él y sólo él es capaz de resolver la crisis que sufre el país, dijo al público con esas mismas palabras.
Trump se erigió como garante de la ley y el orden que prometió restablecer tan pronto como llegue al poder. Se acabarán los tiroteos, los ataques contra la policía, la amenaza terrorista del Estado Islámico, la falta de empleo, la discriminación social, la inmigración ilegal y cualquier otro nubarrón que oscurezca la brillante ciudad de Reagan. Haremos que América vuelva a ser fuerte. Haremos que América vuelva a sentirse orgullosa. Haremos que América vuelva a ser grande de nuevo, prometió. Los detalles de cómo lograrlo es lo de menos, porque ahora lo que importa es que la gente crea que puede hacerlo para que salga elegido el 8 de noviembre. Yo soy vuestra voz, aseguró el autodenominado millonario de cuello azul.
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