Trump y Clinton arrasan en Nueva York

La batalla fue ardua, pero al cerrar las urnas Clinton, con casi el 58% de los votos, le sacó a su rival Bernie Sanders 16 puntos y Trump, con 60.5%, la friolera de 25 a Kasich y más de 45 a Cruz. Como ambos ganadores sobrepasan el 50% de los votos, se llevarán también la mayor parte de los delegados, si no todos, en muchos distritos, acercándose con paso firme a la meta. Después de Nueva York, la posibilidad de que Clinton y Trump se enfrenten mano a mano en las generales de noviembre es más real que nunca. De hecho, la campaña de Clinton ha activado las presiones públicas para forzar la retirada de Sanders y poder centrarse en su rival republicano, ahora que ha demostrado su superioridad en el partido.

A medida que se cierran las primarias demócratas, el senador Sanders tiene que decidir si continúa por este camino destructivo, le sermoneó ante la prensa la directora de campaña de Hillary Clinton, Jennifer Palmieri.

Los rumores de una posible retirada del senador de Vermont se dispararon momentáneamente cuando este abandonó sorpresivamente la campaña en Pensilvania, a la que ya se había entregado, para volar a casa, pero él lo achacó a pura extenuación y a la necesidad de recargar la baterías. Le faltaba la adrenalina de la importante victoria que se le escurrió de entre los dedos y le pesaban los 74 años de los que ha abusado con una agenda desquiciante de vuelos transoceánicos, jet lag y noches sin dormir. Lo dio todo en la batalla de Nueva York y se ha quedado sin fuerzas.

Anoche felicitó a su rival pero dijo estar perturbado por el restrictivo proceso de estas primarias, que ha dejado sin votar a unos tres millones de personas que no calcularon con siete meses de antelación la necesidad de registrarse con uno u otro partido si querían votar este abril. Muchos neoyorquinos se precian de ser votantes independientes, pero en esta campaña no había sitio para ellos. Espero que eso cambie en el futuro, deseó con un gesto de cansancio, quien intuye que esta será su primera y última campaña presidencial.

Lo que sí ha cambiado visiblemente es la actitud de Trump, producto del nuevo equipo que ha puesto al frente de su campaña. Si su anterior manager Corey Lewandowski se preciaba de haber dejado a Trump ser Trump, Paul Manafort quiere que suene presidenciable. El multimillonario neoyorquino acaricia ya la victoria que al principio sólo soñaba con obtener, por lo que está dispuesto a someterse a una disciplina que antes sólo debía a sí mismo.

Anoche el mentiroso de Cruz era simplemente el senador Cruz al que tiene matemáticamente eliminado, aseguró. Tenemos casi 300 delegados más que él y esperamos que las siguientes semanas sean fantásticas para nosotros, anticipó. El egocéntrico Mr Trump hablaba anoche en plural y no se metía con los inmigrantes ni con los musulmanes, sino con un sistema electoral fraudulento que promete cambiar cuando se convierta de facto en el líder del Partido Republicano. Volveremos a los viejos tiempos, prometió.