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Retrato de David Carrick facilitado por la Policía Metropolitana de Londres reuters
Un depredador sexual llamado 'Dave, el bastardo'

Un depredador sexual llamado 'Dave, el bastardo'

Las investigaciones dibujan al policía de Scotland Yard acusado de 49 delitos sexuales como un individuo dominante y brutal que violaba, encerraba a sus víctimas en un trastero y las llamaba «mis esclavas»

m. pérez

Martes, 17 de enero 2023, 19:42

Todo lo que se cuenta aquí está bajo investigación. Es presunto. Y también es horrible. Habla de un depredador sexual dotado de un enorme «apetito por la degradación y el control». De un tipo despiadado que encerraba a mujeres desnudas en un pequeño trastero de ... su casa durante horas o días. De un individuo a quien en su trabajo le apodaban «el bastardo» que luego violaba a sus víctimas y les decía «estás aquí para servirme». De un policía que un día de furia agarró a su expareja, hizo ademán de estrangularla y le amenazó con la frase «puedo matarte sin dejar ninguna prueba».

Un policía, sí. David Carrick, agente del cuerpo metropolitano de Londres, que se ha declarado culpable de 49 delitos sexuales cometidos sobre doce mujeres, No obstante, las sospechas de que esa cifra resulta solo la punta del iceberg es tangible hasta el extremo de que la Policía de Hertfordshire ha abierto una web para que otras víctimas o testigos dejen información sin que su identidad quede registrada. Carrick torturaba, vejaba y extendía un manto de poder sobre las mujeres de las que abusaba. Se movía fuera de los límites de la piedad. Su instrumental de malos tratos, los insultos, las violaciones salvajes, los encierros a oscuras y sin comida, los golpes de hebilla, aparece ahora tan vasto y profundamente oscuro que los investigadores lo califican de «catastrófico». Por eso, el sobrecogimiento es mayor. El caso ha conmocionado a la sociedad británica, que se pregunta cómo una alimaña así pudo esconderse durante dos décadas en el legendario Scotland Yard.

Cabe presumir que Carrick responde al perfil de un ser primitivo, narcisista y depravado, lo que hace aún más inexplicable que pudiera mantener sus cacerías sexuales tanto tiempo. Había sido acusado en más de una ocasión por abusos. Pero dentro de ese abismo moral, también era el hombre en posesión del mando de control. Sabía cómo convencer a todos. A saltarse también la privacidad de sus víctimas e invadir su mente como una infección. Solo así, y bajo coacciones, ellas acababan tan intimidadas y rehenes como para sufrir ultrajes dantescos y luego dejarle que manejase sus tarjetas de crédito u obedecerle cuando les prohibía hablar con sus amigos o familiares. Se trataba de una reclusión mental dentro de la física que suponía la casa de Carrick, la presumible mansión de la locura pornográfica, donde el detenido había habilitado un pequeño trastero bajo la escalera para encerrar desnudas a sus víctimas después de vejarlas «Era más pequeño que una jaula», ha dicho un portavoz policial.

Encanto, armas y violencia

Según algunos testimonios, el encanto del policía era limitado y cuando caducaba pasaba a utilizar el amedrentamiento, la violencia y su carnet de agente de la ley. Les decía que su labor consistía en proteger a altos cargos políticos y que conocía al primer ministro. Siempre quiso portar un arma. Y Scotland Yard se la dio. Posiblemente, así satisfizo parte del narcisismo que los especialistas consideran un rasgo del monstruo sexual.

Quizá mantuvo en activo la trituradora física y emocional durante tantos años (a sabiendas de que había generado varias denuncias y muchas dudas sobre su comportamiento), empujado por la misoginia o la atracción del riesgo, uno más entre los factores delatores de la pulsión del violador en serie. Lo que parece claro es que las mujeres constituían una propiedad en su percepción animal y primitivista.

Todo ello queda plasmado en su última agresión, cuya víctima le denunció en octubre de 2021 desencadenando el infierno más sórdido que nunca ha podido hallarse en los pasillos de Scotland Yard. Al parecer, la conoció mediante Tinder. Le mostró su carné policial, le explicó que tenía amistades en las altas esferas, que era hábil con las pistolas y que buscaba una mujer sumisa. No hay que olvidar que cuando las humillaba en casa les decía frases del tipo «eres mi esclava» o «mi sirvienta». En este caso, emborrachó a su víctima, la trasladó a un hotel y la violó, según la acusación.

Hijo de un militar, el detenido mostraba admiración por el Ejército. Nació en Salisbury en 1975 y la familia vivió largo tiempo en una base de Bulford. Sus allegados cuentan en los medios que tuvo una adolescencia «normal». Nadie sabe el instante en que la realidad se volvió manifiestamente delirante, el momento en el que la bestia interior decidió salir. Pero algo brutal y fétido surgió cuando en unas vacaciones intentó someter a su entonces pareja a prácticas sexuales extremas. «Él quería que yo fuera igual que una prostituta, pero yo no quería. Fue algo loco», recordaría ella más tarde en su denuncia. «Me perteneces.'Tienes que obedecerme», afirma otra mujer que él le gritó en medio de su sometimiento. En casa abundaba el material pornográfico. Por allí hacía deambular a sus víctimas desnudas durante horas. Un inspector cuenta en un periódico británico cómo a una mujer la mantuvo sin ropa «humillada» en el trastero «hasta que él decidió que podía salir»,

Aunque algunas de las denunciantes llegaron a percibir su engreimiento o las actitudes «raras», algunos investigadores afirman que Carrick poseía un extraño poder de seducción inicial, aunque otros lo comparan con un simple buscavidas de barra de bar. Luego aparecía la alimaña, el vómito de la misoginia y el deseo de control, el despliegue de la capacidad de dominio y coacción. Así logró el silencio de aquellas víctimas a las que advertía que su palabra poco tenía que hacer ante él, un policía «poderoso», o les mostraba su conocimiento sobre cómo asesinar sin dejar rastro.

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