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iñigo gurruchaga
Londres
Miércoles, 4 de noviembre 2020, 20:18
El confinamiento de la población de Inglaterra comenzará este jueves con el aval del Parlamento británico, después de que 516 diputados votasen en favor de la ley que da poderes a las autoridades para castigar a quienes incumplan las normas. Solo 38 desfilaron ... por el pasillo del 'no'. Pero los disidentes son conservadores del partido del primer ministro, Boris Johnson, además de los unionistas norirlandeses.
El apoyo a la ley de la oposición, que por boca del laborista Keir Starmer acusa una y otra vez al líder británico de incompetencia y de agravar las decisiones necesarias por tomarlas con retraso, permite a Johnson implementar una medida polémica, Y es que ha causado malestar, entre otros motivos, por el desorden del anuncio y el daño a empresas y comercios en el inicio de la campaña de Navidad.
Johnson se explayó sobre cómo estas restricciones de la libertad son contrarias a sus instintos, pero la clase política solo le cree ya con muchas reservas. Él y sus asesores han mostrado en algo más de un año desprecio al Parlamento, a los tribunales, a las empresas, a los medios de comunicación,… incluso a las instituciones intermedias que limitan el poder de los gobiernos.
El lunes, cuando Johnson anunció las medidas en los Comunes, sir Charles Walker se puso en pie desde las filas 'tories' y le dijo: «No apoyaré la legislación del Gobierno porque, a medida que nos deslizamos más hacia un Estado autoritario y coercitivo, el único mecanismo legal que nos queda es votar en contra. Es eso todo lo que nos queda, señor presidente de la Cámara, porque si mis votantes protestan se les detiene».
Walker, que no ha tenido nunca un puesto gubernamental y que se declaró «un idiota» en un programa de radio por haber creído que era necesario un referéndum para resolver la cuestión europea, preguntó también a Johnson si no había llegado la hora de otro disparate: «garantizar los derechos fundamentales» de los británicos con «una constitución sostenida y reforzada por el Tribunal Supremo».
Un revolcón constitucional no parece lo más oportuno para Reino Unido ahora mismo, pero el malestar de Walker es sincero y hondo. Ya con la controvertida ley publicada, intervino este miércoles con el mismo tenor y una conclusión melodramática: «Mi muerte, nuestra muerte, es un contrato con nuestro Hacedor, pero nuestras libertades son un contrato con el Gobierno».
En los pocos escaños ocupados, a causa de las normas de distanciamiento por la covid-19, abundaban conservadores 'brexiters' para hablar contra el confinamiento- Iain Duncan Smith, Steve Baker, Edward Leigh,...- pero la primera en tomar la palabra fue Theresa May. La exprimera ministra se centró en un aspecto que fue compartido por varios diputados, que la información que recibe Parlamento y el público es defectuosa.
Johnson avaló el sábado pasado la necesidad del confinamiento, en una comparecencia televisada, porque predicciones de los epidemiólogos incluían la posibilidad, la máxima pero la única citada, de que haya 4.000 muertes diarias a mediados de diciembre si se sigue igual. El promedio diario de muertes la última semana de octubre, según había calculado May, fue de 259. Pero las cifras no casan, según ella. Y el alcalde de Liverpool dice que está descendiendo el número de positivos.
Mientras, los rebeldes critican los modelos y que no se espere a comprobar el efecto de las restricciones actuales. Se indignan porque el Gobierno prohíba que un hijo vea a su padre que padece Alzheimer o la asistencia a oficios religiosos. Otros preguntaban qué ciencia avala el cierre de pistas de patinaje o canchas de tenis,… y a su vez Johnson se había marchado con mucha prisa cuando comenzó a hablar May, quien finalmente se abstuvo.
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