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Mikel Ayestaran
Jerusalén (Israel)
Viernes, 11 de enero 2019
Los tuits de Donald Trump son órdenes y un mes después de anunciarlo el presidente de EE UU en las redes sociales por sorpresa, el coronel Sean Ryan, portavoz de la coalición internacional creada para combatir al grupo yihadista Estado Islámico (EI), informó de que « ... comenzó el proceso de retirada de Siria». Debido a motivos de seguridad «no ofreceremos detalles sobre plazos o movimiento de tropas», añadió este oficial en una jornada en la que, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), salieron del país «al menos diez blindados y 150 hombres», de una base estadounidense en la provincia de Al-Hasake. Fuentes del Pentágono corrigieron esta información a última hora y aseguraron que empezó «la retirada de material», pero aún no de soldados.
Estados Unidos cuenta con unos 2.000 efectivos en el noreste de Siria y su despedida llena de dudas a sus hasta ahora aliados kurdos, que temen una operación militar de Turquía. El asesor de Seguridad de Trump, John Bolton, sugirió en una entrevista radiofónica que «el no dañar a los kurdos que han combatido con nosotros contra el EI» es una especie de precondición para la retirada, pero la respuesta turca no se hizo esperar. El ministro de Defensa, Hulusi Akar, aseguró que «estamos decididos a acabar con el terrorismo, allá donde esté», e insistió en que preparan «intensamente» la que sería su tercera operación militar contra los kurdos en Siria.
Ankara considera «terroristas» a las Unidades de Protección Popular (YPG) por su vinculación con el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistan), pese a que forman la columna vertebral de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), la milicia árabe-kurda que cuenta con el apoyo de Washington en la lucha contra el yihadismo.
La portavoz de Exteriores de Rusia, María Zajárova, recomendó a los kurdos que intensifiquen el diálogo con el Gobierno de Damasco porque «después de todo, son parte de la sociedad siria». Los rusos son los grandes aliados de El-Asad y confían en que sea el Ejército sirio el que llene el vacío dejado por Estados Unidos.
Con el secretario de Defensa James Mattis ya fuera de escena (dejó el cargo el pasado 31 de diciembre), la estrategia de Trump en Siria es caótica. El trío formado por el propio presidente, Bolton y el secretario de Estado, Mike Pompeo, lanza mensajes contradictorios lo que añade incertidumbre a un conflicto que vive su octavo año y que esta semana ha visto el resurgir de Al-Qaida, que se ha hecho con el control de la provincia de Idlib.
Este éxito yihadista no ha inquietado a una cúpula estadounidense donde el monotema es Irán. Pompeo anunció que dentro de un mes, los días 13 y 14 de febrero, encabezará una cumbre internacional en Polonia para promover la estabilidad en Oriente Próximo, centrada en la influencia de la república islámica en la región. El jefe de la diplomacia estadounidense adelantó que «es importante asegurarse de que Irán no tenga una influencia desestabilizadora», un discurso en la línea del que defienden sus dos grandes aliados regionales y enemigos de Teherán: Israel y Arabia Saudí.
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