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mercedes gallego
Corresponsal. Nueva York
Jueves, 19 de agosto 2021
Veinte años después el 11-S, la Inteligencia estadounidense vuelve a estar en la picota. ¿Acaso no pudo anticipar el colapso del gobierno afgano? «No había ningún informe del que yo sea consciente que predijese que una fuerza militar de 300.000 hombres se evaporaría ... en once días», aseguró el miércoles el General Mark Milley, jefe del Estado Mayor.
En eso tiene razón. La velocidad a la que se desplomó el gobierno de Ashraf Ghani superó cualquier previsión, porque «no hay ninguna agencia de Inteligencia que sea buena estimando la voluntad para luchar que tengan las fuerzas de un socio», justificó James Clapper, Director Nacional de Inteligencia durante el gobierno de Obama. Sólo que nadie espera que una agencia de Inteligencia vaya a poner fecha exacta al colapso de un país. «Dibujan distintos escenarios y el enemigo aprovecha los huecos que nosotros dejamos», explicó el congresista y ex marine Mike Gallagher, que sirviera dos turnos en Irak.
Entre los 76 veteranos del Congreso domina el sentimiento de que el comandante en jefe es responsable de la humillante retirada. Joe Biden no acepta error alguno y culpa de ello a Ghani, «porque cuando tienes al líder del gobierno montándose en un avión y marchándose a otro país, ya sabes lo que ocurrió», dijo a George Stephanopoulos en su primera entrevista desde la caída de Afganistán. Según el presidente, «no había consenso» entre los informes de Inteligencia, que anticipaba el momento más probable «para final de año», dijo Biden.
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En mayo, solo el 11% de la población afgana vivía bajo el régimen talibán, pero a partir de junio la avanzada aceleró el paso. Diversas fuentes aseguran que la Inteligencia lanzó la alerta y fue reduciendo el tiempo que tardaría en hacerse con el gobierno de Kabul. De dos años a partir de la retirada estadounidense, a 18 meses, seis meses, un mes y hasta dos semanas. Esta última fue descartada por tremendista. Los más pesimistas temían que los talibanes 2.0 hicieran coincidir la toma de Kabul con el 11-S, pero sus milicianos no esperaron a regocijarse con ese simbolismo.
Antes de que Biden anunciase su decisión, los generales habían recomendado mantener el contingente de 2.500 tropas en la base de Bagram. Les parecía un precio económico por el seguro de vida que podía evitar otro ataque terrorista en EEUU. «La cuestión básica era ¿voy a mandar a vuestros hijos e hijas a luchar en perpetuidad la Guerra de Afganistán?», se resistió el presidente durante la entrevista. Podía haber esperado a que los talibanes se replegaran durante el invierno. Para eso tendría que haber aumentado «con un número endemoniado de tropas», argumentó, el contingente ya diezmado por el plan de retirada y renunciar a celebrar el fin de esa guerra durante el 20 aniversario del 11-S. Ante la opción de tener que defender la base con apenas 600 tropas, el general Milley prefirió hacerse fuerte en el aeropuerto internacional Hamid Karzai para garantizar la evacuación, que se ha demostrado un fiasco.
Biden asegura que no recibió una advertencia clara de la inminente debacle. La pregunta de «qué sabía el presidente y cuándo lo supo» ha perseguido desde Nixon a todos los mandatarios estadounidenses que han sufrido la amenaza del impeachment. Si Bengazi fue el Vietnam de Obama, Afganistán es el de Biden. Las investigaciones del Congreso para responder a esas preguntas de culpabilidad no se harán esperar.
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