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Mikel Ayestaran
Domingo, 15 de agosto 2021
La bandera blanca del Emirato ondea en lo más alto del palacio presidencial de Kabul. Menos de 24 horas después de anunciar en un mensaje a la nación que había puesto en marcha «consultas» con líderes políticos y socios internacionales para encontrar «una solución política ... que aporte paz y estabilidad al pueblo afgano», el presidente Ashraf Ghani y su equipo más cercano de colaboradores abandonaron Afganistán. Tras la toma de todas las capitales provinciales del país sin apenas resistencia en apenas dos semanas, los talibanes cercaron la capital por la mañana y anunciaron que estaban dispuestos a negociar una «transición pacífica», pero a las pocas horas sus tropas entraron en la capital y el presidente voló a un lugar seguro en Asia Central cerrando una etapa de dos décadas de experimento estadounidense fallido en Afganistán.
En estos momentos, miles de afganos se agolpan en la pista del aeropuerto de Kabul, después de que los talibanes tomasen el control del país después de dos décadas. En el aeropuerto internacional Hamid Karzai de la capital se están viviendo escenas de pánico y hay informes de que civiles han resultado heridos por intentos de huida y estampidas en la pista de aterrizaje, según recoge la BBC. Al menos cinco personas han muerto en el tumulto, según declaraciones de testigos a Reuters. Uno de los testigos ha relatado a la agencia que había visto los cuerpos de cinco personas trasladados a un vehículo. Otro testigo ha afirmado que no estaba claro si las víctimas murieron por disparos o en una estampida.
Según videos difundidos en las redes sociales, miles de personas esperan en la pista y grupos de jóvenes, sobre todo, se agarran a las pasarelas o las escaleras, intentando subir a un avión. Las tropas estadounidenses ha hecho disparos al aire para controlar a la multitud, no convencida de las promesas de los talibanes de que nadie debía temerles, afirmó a la AFP un testigo, que dijo tener «mucho miedo». «Tenemos miedo de vivir en esta ciudad y estamos tratando de huir de Kabul (...). Como serví en el ejército, perdí mi trabajo, y es peligroso para mí vivir aquí porque los talibanes me atacarán, eso seguro», dijo a la AFP desde el aeropuerto otro testigo, Ahmad Sekib, de 25 años, que se escudó en un nombre falso.
La ofensiva talibán
Mikel Ayestaran
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Mikel Ayestaran
Colpisa / AFP
Más de 60 países, entre los que se encuentran España, Estados Unidos, Reino Unido o Alemania, han emitido este lunes una declaración conjunta en la que piden la salida de Afganistán de los civiles que deseen hacerlo y donde reclaman que los aeropuertos permanezcan abiertos, aunque todos los vuelos comerciales del país están suspendidos, y medios locales han informado del cierre del espacio aéreo afgano.
España enviará hoy mismo dos aviones A400 con destino a Dubái para cubrir la repatriación del personal de la embajada, de los colaboradores y de los españoles que todavía quedan en ese país. Todos los vuelos comerciales del país están suspendidos, y medios locales han informado del cierre del espacio aéreo afgano. El ministro del Interior español, Fernando Grande-Marlaska, ha asegurado que los españoles que todavía permanecen en Afganistán se encuentran ahora mismo en el aeropuerto de Kabul, que definió como un lugar «seguro hasta el momento».
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En la toma de Kabul no hubo combates, no hubo resistencia de ningún tipo, la insurgencia recuperó el poder sin pegar un solo tiro, aunque esta victoria es el fruto de dos décadas de guerra en la que, pese a la superioridad militar del enemigo, nunca dejaron de pelear. La imagen de la jornada la protagonizaron decenas de milicianos en el despacho de Ghani, en el corazón del palacio presidencial, el símbolo de un Afganistán de mentira que no aguantó ni siquiera hasta el 31 de agosto, fecha marcada por Washington para la salida de sus tropas. Mientras se sentaban en los sillones del despacho, los barbudos comparaban su éxito con el retorno del Profeta Mahoma a la Meca y repetían: «Cuando Dios ayuda, el triunfo llega».
Ghani se fue, pero su gran adversario político y negociador jefe del Gobierno Abdula Abdula se queda y en su página de Facebook colgó un vídeo para confirmar la salida del presidente del país. Abdula dijo que espera que «este día y esta noche tan difíciles» pasen pronto y que la gente vea «días de paz», pero también lanzó un mensaje a su rival, de quien aseguró que «tendrá que rendir cuentas ante Dios».
Tras la caída de Mazar-e-Sharif y Jalalabab a lo largo de la noche, la toma de Kabul era cuestión de horas. Con las fuerzas insurgentes en la periferia de la capital, el pánico se apoderó de los cinco millones de habitantes de la ciudad que se abalanzaron a los bancos para intentar sacar dinero y al aeropuerto en busca de una salida.
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El portavoz insurgente Zabihulá Muhayid explicó a través de las redes sociales que «todas las partes del país ya están bajo control de Emirato Islámico» e informó que «hemos ordenado a todas las fuerzas que se coloquen a las puertas de Kabul, pero que no intenten entrar en la ciudad». Muhayid aclaró que, «dado que Kabul es una ciudad grande y densamente poblada, los muyahidines no tienen la intención de entrar por la fuerza, sino de hacerlo pacíficamente. Se están celebrando negociaciones para garantizar que el proceso de transición se complete de forma segura».
Los talibanes reclamaban en un principio «un Gobierno afgano inclusivo», pero tras la huida del presidente y, sobre todo, tras finalizar la evacuación de la Embajada de Estados Unidos, cambiaron de idea. Entraron en la capital, se hicieron con el palacio presidencial y pusieron guardas especiales altos cargos como Karzai y Abdula Abdula. La fuerza adquirida en el campo de batalla restó importancia a la necesidad de un Gobierno de transición y los insurgentes anunciaron la llegada inminente de sus líderes principales desde Pakistán y Catar.
En las afueras, grupos de vecinos gritaban «¡muerte a Ghani, muerte a Ghani!» espoleados por unos insurgentes que esperaban la orden para avanzar. «Los talibanes no surgen de la nada y una de las causas de este avance tan rápido ha sido que siguen gozando de una fuerte red de apoyo social en todo el país. Con la victoria militar mucha gente a la que le daba miedo reconocerlo se suma también a la fiesta que supone la vuelta del Emirato para sus seguidores», afirma Ahmed Waleed, uno de los directores del podcast AfghanEye, que realizó una emisión especial para seguir los acontecimientos en Kabul.
Los mensajes de unos y otros sobre posibles acuerdos llegaron en mitad del ir y venir de helicópteros y vehículos blindados a la Embajada de Estados Unidos, en pleno barrio diplomático. Analistas como F rud Bezhan compararon la escena con la vivida en la retirada de Saigón en 1975, «todo un caos». Fuentes oficiales estadounidenses señalaron a 'The New York Times' que el enviado estadounidense a Afganistán, Zalmay Khalilzad, habría pedido a los insurgentes aplazar su entrada a la capital hasta que ellos terminasen la evacuación. Y esta fue la premisa que se cumplió. Los talibanes no avanzaron hasta saber que el embajador estadounidense ya estaba en la pista de despegue con la bandera nacional en sus manos.
Las referencias a Vietnam fueron constantes en toda la jornada y los analistas afganos no olvidaron las palabras del presidente Joe Biden del pasado 8 de julio cuando aseguró que «bajo ninguna circunstancia se verá a gente subida al tejado de la Embajada». Se equivocaba porque apenas 40 días después los Chinook se emplearon a fondo para sacar a todo el personal en una jornada que pasará a la historia como un ejemplo del fracaso de estas dos últimas décadas de experimento estadounidense en Afganistán.
El jefe del Estado Mayor Conjunto de EE UU, Mark Milley, admitió ayer que los grupos terroristas podrían reorganizarse en Afganistán antes de lo que se había previsto. Milley reconoció que la vertiginosa reconquista por parte de los talibanes beneficia a grupos como Al-Qaida, precisamente el motivo por el que el expresidente Bush ordenó invadir el país en 2001. El mandatario impulsó la operación con el fin de expulsar a los fundamentalistas que daban refugio a la organización terrorista que desencadenó los atentados del 11 de septiembre.
El militar, en una conversación con varios senadores, consideró desfasado el plazo de dos años que el Pentágono manejaba como horizonte para un potencial resurgir terrorista, según fuentes consultadas por el portal de noticias Axios. Milley se ofreció a dar más detalles al respecto en una reunión secreta.
Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, mantuvo ayer largas conversaciones por videoconferencia con su equipo de seguridad nacional para conocer de primera mano la evolución de la situación en Kabul. Entre sus colaboradores, el secretario de Defensa, Lloyd Austin, reconoció que «la falta de resistencia con la que se han encontrado los talibán por parte de las fuerzas afganas ha sido extremadamente desconcertante». A su juicio, en la defensa del país no ha habido un dirigente claro y, a diferencia de las armas y vehículos militares, «el liderazgo no se puede comprar».
Desde Londres, el primer ministro británico, Boris Johnson, asumió que la caída de Kabul supone el «advenimiento de un nuevo régimen» y apeló a la unión de la comunidad internacional en estos momentos «extremadamente difíciles» para impedir que Afganistán se convierta de nuevo en un «caldo de cultivo para el terror».
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