La UE planea abrir una sede diplomática sin reconocer a los talibanes

La vuelta se antoja necesaria y conveniente. Lo primero, porque todavía quedan cientos o miles de ciudadanos comunitarios y colaboradores aliados por evacuar de suelo afgano. Lo segundo, porque el Emirato será, lo quiera la comunidad internacional o no, un Gobierno y en algún momento unos y otros entrecruzarán sus caminos. Es altamente probable que el interés haya subido enteros a raíz de que los talibanes declarasen a China su principal aliado comercial y de la posición satelital de otras naciones, aunque la Unión dejó clara su mayor motivación por conseguir garantías sobre los derechos civiles de la población. Si se abre un canal de comunicación, por frágil que sea, con los nuevos rectores de la nación, éstos deberán respetar una lista de libertades sociales.

Resueltas las razones fundamentales, a la Unión le quedaba ayer por encontrar la brújula del retorno. Y lo ha hecho con un plan que pasa por crear una especie de delegación única de todos los socios comunitarios en Kabul. Una 'embajada' de la Unión en su conjunto, alternativa, sin estatus, pero donde los funcionarios europeos vuelvan a trabajar. Los Veintisiete han decidido funcionar «de manera coordinada» a través de una «presencia conjunta en Kabul» que estará gestionada por el Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) siempre que «se cumplan las condiciones de seguridad», anunció el Alto Representante de Política Exterior y Seguridad Común de la UE, Josep Borrell. En caso de riesgo, la oficina se instalará en Doha, donde EE UU ha montado una delegación y los talibanes tienen su sede política.

El objetivo prioritario es la evacuación de quienes siguen atrapados con sus visados en Afganistán. El hecho de que la Unión prevea desplegar un «equipo» sobre el terreno «no es el primer paso hacia un reconocimiento» del régimen talibán, sino una cuestión «práctica» para facilitar el contacto con los líderes insurgentes «desde el punto de vista operativo».

«Tenemos que discutir cuestiones importantes con el Gobierno afgano y la principal es cómo evacuar a los cientos o miles de personas que nos gustaría haber evacuado», advirtió Borrell. Cada Estado miembro deberá previamente decidir el número y la identidad de las personas que están dispuestos «a recibir bajo su protección».

El terreno es resbaladizo. Bruselas no ha querido cerrar su posible retorno a Kabul sin establecer un freno de emergencia. Para que converse con los islamistas, estos deben cumplir cinco condiciones: el respeto de los derechos humanos –sobre todo en el caso de las mujeres, que ayer se manifestaron de nuevo en Herat para exigir que se mantengan sus empleos y el acceso a la enseñanza– y la libertad de los medios; la formación de un Gobierno «inclusivo»; el establecimiento de corredores seguros para la ayuda humanitaria, y, de manera fundamental, el compromiso del nuevo Ejecutivo de que Afganistán no se convertirá en «una base de exportación de terrorismo a otros países».

En función de su «comportamiento», los «contactos operativos aumentarán», subrayó el Alto Comisionado, que también insinuó que la UE utilizará como posición de predominio su principal activo: los fondos económicos y las ayudas para sacar a flote a un país colapsado económicamente, donde los desbloqueos van llegando poco a poco –la Western Union ha reanudado los giros con el país centroasiático– y al que le quedan reservas alimentarias para un mes. «Aumentaremos la ayuda humanitaria, pero evaluaremos el resultado según el acceso que nos den», advirtió.