Joaquina dueñas
Martes, 26 de octubre 2021, 07:35
Empezó como un cuento de hadas con una princesa nipona enamorada de un plebeyo y siguió el tradicional guion de este tipo de historias, repleto de contratiempos y dificultades (bruja mala incluida), para terminar con un final feliz. La princesa Mako de Japón ha cumplido ... su sueño de casarse con su novio de toda la vida, Kei Komuro. Lo ha hecho en una discreta ceremonia civil, alejada del oropel y la tradición que habría correspondido a la sobrina de un emperador, en la que solo han presentado el registro de su matrimonio en la oficina del Gobierno.
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La hija del príncipe heredero, Fumihito de Akishino, ha elegido un vestido verde agua para la ocasión, con un pequeño ramo de rosas y unos sencillos zapatos color nude a juego con su bolso de mano. Mako salía de casa de sus padres este martes 26 de octubre para comenzar su vida como mujer casada y se despedía de su hermana Kako con un emotivo abrazo. Ella ha sido su principal apoyo durante el periplo que ha tenido que vivir hasta conseguir casarse. La despedida de sus padres era más fría y protocolaria, con una reverencia. En la muy tradicional y estricta cultura japonesa, el hecho de que Kei fuera plebeyo ya habría sido suficiente inconveniente para el matrimonio. Sin embargo, gran parte de la sociedad aceptó de buen grado el compromiso de la joven princesa con su compañero de estudios cuando fue anunciado en 2017.
Luego llegarían las dificultades. Los problemas económicos de la madre de Kei, aireados públicamente por el exnovio de ella, desataron una grave crisis de imagen pública. Él le reclamaba 31.000 euros que había sido un préstamo para poder hacer frente a los estudios de derecho de su hijo en Estados Unidos. Sin embargo, ella creía que había sido un regalo. Esta situación despertó tal animadversión por el prometido de la sobrina del emperador que la boda se retrasó sin nueva fecha, a la espera de que se resolviese el conflicto financiero. La presión mediática y el rechazo popular fueron tan fuertes que la princesa Mako fue diagnosticada de un cuadro de estrés postraumático.
Durante tres años, la pareja ha estado separada, sin verse en persona mientras conseguían superar todos los inconvenientes hasta llegar a este martes cuando han oficializado su matrimonio. Para ello, la princesa ha tenido que renunciar a todos sus derechos principescos y a su estatus. Además, tampoco ha aceptado la dote económica de algo más de un millón de euros que el Gobierno japonés entrega a las mujeres de la Casa Imperial cuando abandonan la vida en palacio. En su viaje a Estados Unidos, tampoco llevará la tiara de diamantes y las joyas imperiales que le entregaron al cumplir los 20 años.
Una vez casados, han comparecido ante los medios de comunicación. No ha sido una rueda de prensa al uso ya que las valoraciones médicas sobre la salud de la princesa no lo recomendaban. Así, en apenas doce minutos, se han disculpado ante aquellos a los que nos les ha parecido bien su unión a la vez que han agradecido las muestras de apoyo que también han recibido. «Amo a Mako. Solo vives una vez y quiero pasar mi única vida junto a la persona que amo», ha dicho Kei Komuro.
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La princesa no ha lucido el kimono de seda tradicional de doce capas ni ha seguido ninguna de las tradiciones de las celebraciones milenarias del rito sintoísta de las bodas imperiales. No ha habido recorrido por las calles de Tokio ni ceremonia de la purificación. Tan atípico ha sido el enlace que Mako se ha atrevido a enfrentarse a la superstición nipona que dicta que las novias no deben llevar perlas el día de su matrimonio. Para los japoneses, las perlas simbolizan las lágrimas que la novia derramará durante su vida de casada.
Muy posiblemente, para la sobrina del emperador, estas joyas signifiquen las lágrimas que ya ha derramado durante los tres años que lleva luchando para conseguir casarse con su novio. A partir de ahora, ella vivirá fuera de la casa familiar hasta que se traslade a Nueva York, donde Kei ejerce de abogado. Las coincidencias con la familia real Británica ha hecho que se les apode los 'Meghan y Harry' de Japón.
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