mikel ayestaran
Jerusalén
Lunes, 31 de octubre 2022, 19:44
«Ganar, ganaremos como siempre, pero si Bibi no forma gobierno será un desastre para Israel», asegura Amir jadeante, mientras toma aire antes de ponerse de nuevo el altavoz en la boca para gritar «¡Bibi, Bibi!», forma cariñosa de referirse a Benjamín Netanyahu, a la ... salida del mercado de Mahane Yehuda de Jerusalén. Tiene 47 años, siempre ha votado al Likud, pero es la primera vez que hace campaña activa «porque no podemos seguir así, con cinco elecciones en menos de cuatro años, Netanyahu debe volver a gobernar y punto, es quien nos ha traído la paz con el Golfo, el olvido de la cuestión palestina y un séquel fuerte frente al euro y el dolar, es también el puente perfecto con Estados Unidos y Rusia, sus dos potencias amigas».
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Israel acude a las urnas por quinta vez en los últimos cuatro años y se mantiene la división política generada por Netanyahu, a quien sus fieles no abandonan pese a sus escándalos de corrupción. Los sondeos muestran al Likud en cabeza, como es habitual, pero el panorama en el Parlamento para lograr superar los 61 escaños que permiten formar Ejecutivo no está nada claro. El ex primer ministro, que ostenta el récord de político con más años como jefe de Gobierno de la historia del país, aspira a formar una coalición con las fuerzas ultranacionalistas y ultraordotoxas para superar a su gran rival, Yair Lapid, y volver al poder. Según los últimos sondeos publicados el viernes, el llamado bloque Netanyahu obtendría 60 escaños en base a las encuestas del Canal 12, el Canal 13 y la red Kan.
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Las alianzas de Netanyahu con los sectores más radicales de la escena israelí son visibles en las calles de la ciudad santa donde los simpatizantes del Likud hacen campaña de la mano de 'Sionismo Religioso' y 'Poder Judío', formaciones supremacistas judías que acuden unidas a las elecciones y que pueden convertirse en la tercera fuerza de la Cámara. A simple vista, llama la atención el cambio generacional con personas adultas y ancianas con las fotos de 'Bibi' y jóvenes, muchos de ellos sin llegar siquiera a los 18 años, con las de Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir, estrellas del ultranacionalismo religioso que aspiran a convertirse en ministros de la mano de Netanyahu. Jóvenes con kipá de ganchillo, tirabuzones y llegados de las colonias de Cisjordania con ganas de comerse la ciudad y el Parlamento.
«Vamos de la mano del Likud porque a corto plazo buscamos lo mismo, que es acabar con Lapid y su coalición de izquierda y árabes. A medio plazo somos diferentes porque nosotros nos dejamos de rodeos y vamos directos a la cuestión principal, a defender Israel como Estado judío para los judíos, el resto de debates solo sirven para alejarnos del objetivo divino que nos han otorgado», piensa Shlomo, repartidor de papeletas de 'Sionismo Religioso'. Ellos no llevan altavoz, salen a la calle con grandes bafles que llevan en carretillas y hacen paradas en plazas y lugares concurridos para marcarse unos bailes a ritmo de hip-hop y al grito de «¡somos judíos, somos judíos!».
El éxito de los sectores más radicales entre los jóvenes se debe, según declaraciones a la cadena BBC de la profesora Tamar Hermann del Instituto de Democracia de Israel, a que ven a figuras como Ben Gvir como «antisistema. No parpadea, no está tratando de envolver sus ideas en palabras dulces o atraer a audiencias más sofisticadas o moderadas».
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El ministro de Defensa, Benny Gantz, calificó de «pirómanos» a los líderes de esta coalición supremacista que en caso de victoria de Netanyahu ocuparán posiciones de relevancia y alertó de que «pueden hacer arder el país». Ben Gvir y Smotrich son los herederos del rabino estadounidense Meir Kahane, quien sacudió la política israelí en los años 80 con sus llamamientos a expulsar a los «perros» árabes, que le costaron la ilegalización de su partido, Kach, en 1988. Aspiraba a la pureza judía de un Estado regido por la Ley Judía (halacha), una especie de teocracia en la que todos los ciudadanos no judíos debían ser expulsados.
En pleno siglo XXI, las enseñanzas de Kahane, que acabó asesinado a tiros en Estados Unidos, cobran vida en el mensaje marcadamente racista y violento de esta nueva generación de políticos y su ideología se ha incorporado a la línea cada vez más extremista del ultranacionalismo religioso israelí. Netanyahu está dispuesto a normalizar ese discurso a cambio de unos escaños que le devuelvan el poder.
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