mikel ayestaran
Domingo, 27 de diciembre 2020, 00:30
El café empieza a subir en casa de Lina Attalah y el aroma de la cafetera italiana le ayuda a abrir los ojos. Desde que empezó el teletrabajo por culpa de la pandemia, su jornada la marcan las dos cafeteras que pone al fuego cada ... día. El día arranca con café en casa de la directora y fundadora de Mada Masr, la publicación digital egipcia que desde 2013 se ha consolidado como uno de los escasos medios independientes y de periodismo de investigación que abordan temas locales, nacionales y regionales en el país en árabe e inglés.
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Este trabajo, en el tercer Estado con más periodistas encarcelados del mundo, según los datos del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), ha cruzado fronteras y la revista Time ha incluido a Lina en su lista de las '100 personas más influyentes del mundo' en 2020.
La reportera, de 37 años, tiene en su cuarto el póster con su fotografía y el texto que le dedica Time y que destaca «su valor para atreverse con historias que le pueden meter en buenos líos»… Como cuando en noviembre de 2019 lanzaron la exclusiva sobre el hijo del todopoderoso presidente Abdel Fatah Al Sisi, Mahmoud, a quien relevaron de su cargo en los servicios de inteligencia tras varias gestiones fallidas y le enviaron a la Embajada de Moscú como diplomático. Las fuerzas de seguridad irrumpieron en la redacción después de que publicara la exclusiva, la página web fue bloqueada, varios redactores recibieron amenazas y uno fue detenido, pero Mada Masr no bajó los brazos en su lucha por trasladar a sus lectores una información veraz.
A comienzos de año, la propia Lina Attalah fue retenida por fuerzas policiales cuando se encontraba a las puertas de la temida prisión de Tora para entrevistar a la madre de su colega, blogger y activista político Alaa Abdefattah, que tras cumplir una sentencia de cinco años, había sido de nuevo encarcelado.
La periodista confiesa no entender los criterios de Time para incluirle en esta lista donde también figuran políticos como Donald Trump, deportistas como Giannis Antetokounmpo o artistas como Selena Gómez, pero lo considera «un premio para todo el equipo de Mada Masr, que nos da visibilidad y nos hace seguir creyendo en el periodismo independiente. Cualquier cosa que nos pueda pasar a partir de ahora tendrá más eco gracias a Time».
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Lina Attalah fue nominada para la lista por su colega filipina Maria Ressa, periodista de investigación de la web Rappler incluida en esta misma lista en el año 2018.
Licenciada en Periodismo en la Universidad Americana de El Cairo, sus años de estudiante estuvieron marcados por la segunda Intifada y la guerra en Irak, hitos importantes en el mundo árabe que siguió con pasión desde la Facultad mientras se preparaba para ejercer la profesión. Con el título en la mano le tocó algo mucho más cercano, la 'primavera árabe' de 2011, que en su país significó la caída de Hosni Mubarak después de tres décadas de dictadura.
La plaza cairota de Tahrir fue su bautismo profesional y desde entonces no se ha bajado de una rueda de futuro incierto para este tipo de periodismo en un país como Egipto.
Mada Masr, su medio de comunicación, está en el punto de mira de quienes ocupan el poder en Egipto. «Hasta el momento no hemos pagado un precio tan alto, pero tengo claro que no quiero acabar en la cárcel. Cada día que estoy fuera de una celda, es un día más para seguir con el sueño que supone tener un medio así en Egipto».
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No quiere que le vean como una heroína y atribuye al equipo, a la «gran familia» de su página web, el éxito de unas historias que no se pueden leer en ningún otro medio egipcio. Temas que son tabú para el resto como la corrupción, la familia del presidente o la guerra sucia en el Sinaí contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI), son historias de apertura para ellos.
«No quiero pensar en líneas rojas porque entonces me bloquearía y no podría hacer casi nada. Someterte a este tipo de limitaciones sería el primer paso de la autocensura y me resisto a autocensurarme», asegura al otro lado del teléfono con voz firme y decidida.
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Como en el resto de redacciones del mundo, el coronavirus se ha convertido en un tema central para Lina y su equipo. El Gobierno habla de 126.000 casos y 7.130 fallecidos y trabajan para intentar contrastar estos números, una labor muy complicada. Durante el verano cubrieron de cerca la campaña de hostigamiento de las autoridades contra el personal sanitario, que se movilizó por la mala gestión de la pandemia y el alto número de contagios en el colectivo.
«Informar del coronavirus es muy difícil, nadie se fía de las cifras oficiales, ni en Egipto, ni en otros países, pero la verdad es que visitamos con frecuencia hospitales y no vemos centros saturados. Ése es un buen termómetro» para afrontar estas informaciones. Attalah y sus 35 compañeros de redacción se sienten solos en un país sin espacio para las voces críticas.
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