Restos de la motocicleta utilizada por el terrorista suicida que asesinó a cuatro personas en un puesto de control de Pakistán.. EFE

La ONU y EE UU alertan del riesgo del auge del terrorismo por Afganistán

El Emirato aplaza de nuevo el anuncio del Gobierno del país asiático, mientras cuatro personas mueren en un ataque suicida en Pakistán

M. Pérez

Lunes, 6 de septiembre 2021, 00:38

El mercado de valores ha reabierto, los bancos retomaron su actividad hace días –aunque con un límite para cada afgano de 200 dólares semanales– y los giros han empezado a llegar de nuevo a miles de familias que dependen de las remesas de sus allegados ... en el extranjero para sobrevivir. Las escuelas y las universidades vuelven a dar clases, en el aeropuerto ya es posible ver aterrizar y despegar vuelos nacionales y la ayuda humanitaria entra cada vez con más firmeza en el país, angustiado y en camino de verse las caras con la hambruna en apenas tres semanas.

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Todos estos avances de una nación desgarrada hacia la normalidad han proporcionado un ligero respiro a los talibanes. Pero no el suficiente para anunciar su nuevo Gobierno, cuya demora por tercera vez la anunció ayer el propio líder político del movimiento, el mulá Abdul Ghani Baradar. «Puedo asegurar a la gente que estamos haciendo todo lo posible para mejorar las condiciones de vida y que el Gobierno será responsable con todo el mundo y proporcionará seguridad porque es necesaria para el desarrollo económico», dijo a la cadena Al Yazira el que se perfila como próximo presidente del país.

El nuevo Emirato se enfrenta a problemas que han escapado a su planificación original, pero que le impiden centrar todo el foco en la gestión administrativa y económica. El Panjshir es quizá su mayor obstáculo para presentar un Ejecutivo que domine todo Afganistán. La batalla en esta provincia, la única que ha resistido a la reconquista, se ha enconado y crecido, con muertes diarias en uno y otro bando, mientras se diluye cualquier posibilidad de una salida negociada. Y eso está despertando inquietudes internacionales, precisamente lo que menos quieren ahora los líderes islamistas.

El secretario general de la ONU instó ayer a todos los afganos a detener de inmediato la violencia. António Guterres ha presentado este fin de semana al Consejo de Seguridad un informe ante el temor a que se desencadene una nueva guerra civil en el país centroasiático. El responsable de Naciones Unidas exigió a «los talibanes y a todas las demás partes» que apliquen la «máxima moderación» para «proteger las vidas» de los ciudadanos y «garantizar que se puedan satisfacer las necesidades humanitarias». Al Emirato le recuerda sus «obligaciones internacionales» de garantizar la paz en la región.

Resulta difícil saber lo que sucede en el Panjhsir. No hay testigos salvo los combatientes, cada uno de los cuales da su propia versión, porque «numerosas personas han huido de los pueblos» y el cerco militar impide el acercamiento a este valle montañoso de 115 kilómetros de longitud. El exvicepresidente Amrullah Saleh, que marchó con la resistencia tras la conquista de Kabul, denunció que está en marcha una «crisis humanitaria a gran escala».

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El jefe del Estado Mayor estadounidense, el general Mark Milley, coincide con Guterres en que «es probable que se den las condiciones para una guerra civil», cuyo riesgo añadido sería «una reconstitución de Al-Qaeda o un crecimiento del ISIS (Estado Islámico) y de otros grupos terroristas». Milley lo dijo unas horas después de que cuatro miembros de las fuerzas paramilitares murieran y 19 personas más resultasen heridas en un atentado suicida perpetrado el sábado por los talibanes paquistaníes en un puesto de control de la ciudad de Quetta, situada en el oeste de Pakistán.

Atentado del TTP

Este es el segundo ataque suicida que se produce en el contexto de la crisis afgana tras el que mató a dos centenares de personas junto al aeropuerto de Kabul en la pasada evacuación. En este caso, el terrorista embistió con una motocicleta a los agentes y luego se inmoló detonando una bomba

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El movimiento Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP) reivindicó ayer el atentado, apuntalando los temores de las autoridades de que la victoria insurgente en el país vecino aliente el resurgimiento de este grupo. El TTP ha perpetrado 1.800 ataques en la última década y se calcula que, además de sus células en Pakistán, tiene 6.000 combatientes en el lado afgano. El jefe de la Inteligencia militar, Faiz Hameed, viajó hace tres días a Kabul para conversar con altos cargos del Emirato sobre seguridad. Al Estado Mayor paquistaní le preocupa que el terrorismo en la región se fortalezca. Hay indicios como la mayor beligerancia de algunos de sus líderes religiosos, que empiezan a pedir al Gobierno la aplicación de la ley islámica con más rigor

George W. Bush y el expresidente afagano, Hamid Karzai. AFP

Karzai y Abdullah pierden presencia

l nuevo Gobierno afgano parece haber decidido ya ignorar a los funcionarios del anterior Ejecutivo en su nuevo gabinete, que incorporará a varios líderes simbólicos y, al menos, una mujer, pero en un puesto intermedio para darle el barniz «inclusivo» que pide la comunidad internacional. Los talibanes apenas hablan con el expresidente Hamid Karzai y el expresidente del Consejo de Reconciliación Nacional, Abdullah Abdullah, que como mucho podrán aspirar a ser asesores.

Los dos políticos, que se quedaron en Kabul tras su invasión, viven prácticamente recluidos en sus residencias con vigilancia en el exterior. El propio Abdullah afirma no haber salido a la calle desde el 15 de agosto, máxime después de que los insurgentes les recomendaran no pisar la calle ante el riesgo de encontrarse con milicias de distintas etnias. En 1996, los talibanes apresaron a su presidente, Mohammad Najibullah, le torturaron, asesinaron y colgaron su cadáver de un semáforo.

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