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Anje Ribera
Jueves, 2 de septiembre 2021, 22:50
adie podría extrañarse si ningún puesto significativo del nuevo Gobierno de Afganistán fuera ocupado por un miembro femenino, como confirmó ayer el portavoz Zabihulá Muyahid al periódico italiano 'La Repubblica'. «No estarán como ministras, pero, con el Corán y la sharia (ley islámica) como líneas ... rojas, podrían, por ejemplo, trabajar en ministerios, la Policía o la magistratura como asistentes», señaló. Añadió además que a las jóvenes se les permitirá «estudiar en las universidades y ser protagonistas de la nueva sociedad». «Hay muchísimas en los hospitales. Son magníficas enfermeras».
Sí resultaría impensable que en una sociedad machista y extremadamente violenta con las mujeres, estas tuvieran el valor de manifestarse para reclamar sus derechos una vez que han perdido el amparo de las fuerzas occidentales que ocuparon el país centroasiático durante veinte años. Sin embargo, ocurrió ayer. Unas cincuenta jóvenes marcharon por las calles de Herat, capital provincial del oeste afgano cercana a la frontera con Irán y una ciudad considerada más bien liberal, para reivindicar de forma inédita su derecho a trabajar y a no vivir recluidas en sus hogares bajo el yugo masculino.
«Es nuestro deber tener educación, trabajo y seguridad», corearon al unísono las participantes, algunas de las cuales portaban pancartas que apelaban al respeto de los derechos femeninos y señalaban que ningún Ejecutivo «será sostenible sin mujeres». «No tenemos miedo. Estamos unidas», gritaron sin ser interrumpidas en ningún momento por los islamistas, que durante su anterior periodo al frente del país (1996-2001), extremadamente radical, reprimían sin piedad cualquier oposición durante su régimen y las mujeres desaparecieron del espacio público. La gran mayoría fueron privadas de educación y empleo, el burka era obligatorio en las calles y no podían desplazarse sin estar acompañadas por un hombre de su familia.
Entre las asistentes a la marcha de ayer había activistas, estudiantes universitarias y funcionarias. Por lo menos una de las manifestantes vestía burka, mientras que las demás llevaban un simple velo que ocultaba sus cabellos, orejas y cuello.»
Allí estaba Fareshta Taheri, artista y fotógrafa, que fue entrevistada por la agencia francesa AFP mediante una llamada telefónica. «Las mujeres y las muchachas temen que los talibanes no las autoricen a ir a la escuela y a trabajar», manifestó no conforme con una administración dirigida únicamente por hombres.
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«Estamos dispuestas a vestir burka, pero queremos ir a la escuela y trabajar», subrayó. De cualquier forma, señaló además que «de momento la mayoría de las que cuentan con empleo en Herat están en sus casas, con miedo e incertidumbre. Doctoras o enfermeras que se han atrevido a volver a sus puestos se quejan de que los talibanes se burlan de ellas, pero queremos que acepten hablar con nosotras».
Aunque ahora los talibanes dicen haber cambiado y afirman abogar por un Gobierno «inclusivo», la población femenina desconfía de la promesa de que no perderán derechos o, al menos, no retrocederán a la irrelevancia de hace veinte años, durante la etapa del Emirato Islámico.
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