Casi cien millones de mexicanos votan en un macro proceso electoral. AFP

Empoderamiento político, balas y feminicidios, México busca cómo salir del laberinto

La próxima presidenta del país deberá encarar la tragedia de la violencia de género, con once mujeres asesinadas cada día, y la amenaza de los cárteles, a los que ninguno de los anteriores siete mandatarios ha doblegado

M. Pérez

Domingo, 2 de junio 2024, 15:43

México tendrá presidenta. Las encuestas conceden toda la ventaja a la científica climática Claudia Sheinbaum, representante del oficialismo de López Obrador, y un segundo lugar para la senadora opositora Xóchitl Gálvez. Gane una u otra, una mujer estará al frente de un país paradójicamente asolado por los feminicidios, la violencia de género sostenida y las desigualdades sociales. También por una desmedida narco-ofensiva, que desde el inicio del proceso electoral hace un año se ha cobrado la vida de 38 candidatos.

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Ninguno de los presidentes precedentes ha conseguido acabar con los cárteles. Desde 1985, año del asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena por el Cártel de Guadalajara, siete mandatarios han ocupado el palacio presidencial y las mafias no solo han sobrevivido a todos, sino que han aumentado su número –Estados Unidos calcula que hoy opera una docena de grupos– y diversificado su actividad, extendida ahora al tráfico de personas y la infiltración en los grandes negocios que mueven el país, como el de la alimentación. Ni Felipe Calderón, inductor de la llamada «guerra al narcotráfico» en 2006, ni la política más selectiva y con menor presencia militar –»abrazos no balazos»–de Enrique Peña Nieto o el último sexenio de Andrés Manuel López Obrador, quien en 2019 proclamó el fin de la batalla al narco y eufemísticamente la cambió el inicio de la lucha contra el 'crimen organizado'.

Todavía resulta una incógnita qué estrategia desplegará la próxima presidenta. La realidad es muy dura. Desde 2006 se han producido más de 300.000 víctimas mortales y registrado al menos 115.000 personas que siguen desaparecidas en ese abismo de balas, cuerpos despedazados y bidones de ácido. Los bordes de la frontera y los Estados tradicionalmente en manos de los señores de la droga son los más conflictivos.

Buena parte de esa estrategia depende del resultado de las urnas –se eligen nueve gobernadores y 20.000 cargos locales– y del número de políticos y miembros afines que los cárteles consiguen colocar. Muchos de los candidatos más beligerantes con la violencia han desaparecido de las papeletas. Aparte de los 38 asesinados, varios cientos de aspirantes han renunciado a presentarse en los últimos meses y medio millar solo ha podido desarrollar una campaña irregular bajo protección militar. Para éstos, no ha sido una rareza ofrecer mítines en plazas vacías allí donde los sicarios habían amenazado a la población para que se quedara en casa.

Un modelo de machismo

La mujer que este 2 de junio se convierta en presidenta marcará el simbolismo de cómo México ha avanzado sobre el resto de América Latina en empoderar a sus cargos femeninos en la política. Pero no modificará el modelo machista de funcionamiento que anteriores gobiernos han mantenido desde que México es México. Al menos, así lo opinan los expertos que destacan cómo la principal candidata, Claudia Sheinbaum, no se ha apartado del guión de su jefe respecto a que las marchas feministas en contra del Gobierno están manipuladas por la oposición.

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López Obrador es considerado un populista inmerso en la marea del segundo ciclo progresista de Latinoamérica. Ahí encajaron a partir de 2018 naciones como Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Perú y Honduras, pero México es la que mejor ha sobrevivido. Con mayor estabilidad dentro de un país siempre sujeto a temporales. La cuestión es que este veterano dirigente no ha sido un pródigo hijo del progresismo en cuestión de igualdad. Ha minusvalorado el derecho al aborto. En agosto del año pasado, mientras las organizaciones civiles pedían soluciones a la «pandemia de feminicidios» en el páis, Obrador se preguntó: «¿Todo lo que me dicen a mí no es violación de género o el género es nada más femenino?» El 8-M proclamó que la mujer es «el motor de México» para, a continuación, señalar a quienes se manifestaban ese día ante su Gobierno considerándolas «vándalos» de la derecha.

Muchos se preguntan en esta sociedad si en realidad el éxito de Obrador, o el previsible de su sucesora, se corresponde a un perfil izquierdista o a un desplazamiento del país hacia la derecha, que los coloca más bien en una posición centrista. También está la teoría de que el presidente saliente no ha conseguido todos sus objetivos debido a un bloqueo de la oposición. Hoy votan 98 millones de ciudadanos y el verdadero meollo de estos comicios será el resultado de los 500 diputados y 128 senadores que deben elegirse. Si todos los vientos fueran muy a favor de Morena , podría hacerse con el poder de las principales instituciones del Estado y allanar el camino a futuras reformas legistaltivas y de la propia Constitució. Pero parece improbable el logro de tales mayorías cualificadas. Los sondeos no otorgan tanta distancia con la coaliciónl PRI-PAN-PRD y el tercero en liza, el Movimiento Ciudadano.

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El hecho inminente de que México tendrá una mujer en la presidencia obedece a una colusión de factores. Políticamente, el país puso en marcha en 2007 un sistema de cuotas que obliga a cada partido a presentar no más del 60% de candidaturas de un mismo sexo al Congreso. En 2020, el Tribunal Electoral extendió este sistema a los gobiernos estatales y municipales. Las organizaciones feministas, no obstante, consideran a Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez como un espejismo. Aducen que, por debajo del primer nivel de la Administración, solo un 26% de jefaturas y presidencias están en manos de las mujeres y que sus departamentos reciben, por lo general, un menor presupuesto.

Otra razón es la demográfica. En México viven 105 mujeres por cada 100 hombres. La mortalidad es mayor entre éstos, pero también la migración. Hay más varones que cruzan a Estados Unidos en busca de trabajo. Esto influye en que en los clanes familiares haya un sentido matriarcal, significativamente pese al autoritarismo de los hombres. Ádemás, se ha producido un incremento de los divorcios desde 2010 –uno de cada cuatro hogares lo encabeza una mujer– y el empleo en el colectivo femenino ha aumentado por encima del 40%, aunque sigue siendo una triste realidad que sus salarios son mucho más bajos y que hay más mujeres que hombres en la pobreza.

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El machismo sigue ahí, arraigado hasta la médula social. Cuatro de cada diez mujeres han sufrido violencia por su pareja. Pese a esa imagen de progresismo en la política, en la calle la mujer muere. Once son asesinadas cada día. En el caso de las agresiones sexuales, alcanzan la dimensión de un infierno sobrenatural: un informe presentado al Senado hace unos meses que solo en 2021 se produjeron 1.7 millones de delitos sexuales contra las mujeres mexicanas y, en cambio, solo hubo 10.700 condenas. El año pasado se contabilizaron 243 violaciones diarias, «Estos números reflejan una situación inaceptable, así como la urgente necesidad de tomar acciones inmediatas para garantizar la seguridad y protección de las mujeres», asevera el informe.

Estados decisivos

La próxima presidenta tiene mucho trabajo por hacer. En contra de Sheinbaum figura el modo en que Obrador ha subestimado esta lacra. Pero también su escaso eco a las demandas de las organizaciones de familiares que buscan a los desaparecidos. La mayoría de las veces trabajan sin ninguna ayuda oficial y policial, afrontando en solitario las amenazas de los narcos.

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Las elecciones se juegan en todo el país. Pero cinco Estados son clave: Estado de México, Ciudad de México, Jalisco, Veracruz y Puebla. Su perfil es la punta de lanza de la nación. Lo concentran todo: el epicentro de la política, el refugio de una economía razonablemente estable pese al enorme peso de la precariedad y el trabajo en la sombra, la oscuridad de la violencia y la población. Entre todos ellos concentran casi el 40% del censo electoral. Lo que dictan es lo que llega al palacio presidencial.

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