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Ivia Ugalde
Lunes, 12 de abril 2021, 20:34
Dice un conocido refrán que 'a la tercera va la vencida' y eso es precisamente lo que le ha ocurrido al conservador Guillermo Lasso en las elecciones presidenciales que se celebraron el domingo en Ecuador. Tras dos intentos fallidos en 2013 y 2017 por alzarse ... con el poder, el exbanquero de 65 años ha conseguido, esta vez sí, imponerse por sorpresa en unos comicios históricos que han dado a la derecha su primera victoria desde 2003. El momento largamente esperado por el fundador del movimiento Creando Oportunidades (CREO) ha venido acompañado de un duro castigo al 'Socialismo del Siglo XXI' impulsado por el expresidente Rafael Correa. No en vano, su delfín, el izquierdista Andrés Arauz, ha sido el gran derrotado después de haberse sido en todo momento el favorito de los sondeos.
Este lunes, con el 98,5% de las actas escrutadas, Lasso era reconocido como el indiscutible ganador de la contienda al cosechar un 52,5% de los votos frente al 47,5% que recababa su rival. Arauz, de 36 años, no quiso esperar a que terminara el recuento para felicitar al vencedor. Eso sí, después de rectificar ya que antes de que comenzaran a saberse los datos del escrutinio oficial había proclamado su victoria al dar por buenas las encuestas a pie de urna. «Sinceramente creíamos que ganábamos, pero nuestras proyecciones eran erradas. Suerte a Guillermo Lasso, su éxito será el de Ecuador», aseguró.
Emocionado, Lasso dio las gracias a los ciudadanos por confiar en él para comandar una etapa que se presenta complicada. «Los ecuatorianos han optado por un nuevo rumbo, muy diferente al de los últimos catorce años en Ecuador», dijo al augurar «una época de encuentro». Aun así, reconoció ser consciente de los retos que deberá afrontar cuando asuma la jefatura del Estado el 24 de mayo, con una economía en números rojos y una crisis sin precedentes, agravada por la pandemia del coronavirus, que se ha cobrado ya la vida de 17.000 personas en el país. Otro quebradero de cabeza será el hecho de que no gozará de mayoría en el Congreso y tendrá que negociar con Pachakutik, el partido indígena, que quedó segundo en las legislativas de febrero por detrás de la coalición Unión por la Esperanza, de Arauz
Las felicitaciones a Lasso por su histórico triunfo se sucedieron a lo largo de la jornada. Entre ellos, la del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, la de los mandatarios de países como Colombia, Uruguay, Chile, Brasil, Honduras, Panamá, República Dominicana, Costa Rica, así como del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro.
El veredicto de las urnas era, en cualquier caso, difícil de imaginar ya que en la primera vuelta del pasado 7 de febrero Arauz aventajó con casi 13 puntos porcentuales a Lasso. El ahora presidente electo estuvo incluso a punto no pasar a la segunda ronda al contar con un escaso margen del 0,35% respecto al candidato indígena Yaku Pérez, que denunció fraude. La indignación del movimiento Pachakutik ha sido, de hecho, el elemento desequilibrante de la batalla por la presidencia ya que el llamamiento al voto nulo dio resultado y se situó en el 16,29%, el mayor de la historia reciente del país.
Mientras Ecuador contaba ya con un relevo claro para el actual gobierno de Lenín Moreno, no ocurría lo mismo en Perú, donde los comicios celebrados también el domingo solo confirmaron que habrá que ir a segunda vuelta para elegir presidente. Con el 70% de los votos procesados, el profesor ultraizquierdista Pedro Castillo, de 51 años, se consolidaba ayer como el candidato más apoyado, con un 17,14% de los sufragios, lo que le aseguraba el pase a la próxima cita con las urnas.
El nombre del segundo candidato seguía siendo muy disputado por la derecha más reaccionaria. Con ligera ventaja, se situaba la populista Keiko Fujimori, con el 13,09%. Le seguían el economista de derechas Hernando de Soto y el ultraconservador Rafael López Aliaga, con un 12,93% y 12,57%, respectivamente. Sea como sea, se prevé para el 6 de junio un duelo de extremos por la jefatura del Estado en el que tendrá que decantarse un país hastiado por el descrédito y la inacción política en un contexto de crisis económica y sanitaria.
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