dagoberto escorcia
Martes, 9 de noviembre 2021, 12:57
Jaime César Naranjo Ortíz, 70 años, ingeniero agrónomo, economista y profesor universitario, saltó este martes a la fama en Chile después de asombrar al mundo político y especialmente a la Cámara Baja de su país con un discurso de más catorce horas en el que ... leyó 1.300 páginas para conseguir poner en jaque al presidente, Sebastián Piñera, en una sesión que comenzó el lunes a las diez de la mañana y finalizó este martes, veintidós horas después. La maratoniana alocución solo tenía como objetivo dilatar una sesión parlamentaria y lograr una votación favorable que aprobara el juicio político de destitución de Piñera, acusado de supuestas irregularidades en la venta del proyecto minero llamado Dominga en Islas Vírgenes, un paraíso fiscal, que el pasado octubre se descubrió entre los 'Papeles de Pandora'.
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«Nunca antes en la historia de este país un presidente de la República en el ejercicio de su cargo había sido acusado por dos cosas tan graves como el haber violado los derechos humanos y a su vez haber comprometido el honor de la nación. Por eso yo espero que esta sala apruebe la acusación constitucional si no el país juzgará a aquellos parlamentarios que se opusieron o votaron en contra. Chile juzgará. Y el pueblo de Chile juzgará a aquellos que permitan esta impunidad. He dicho señor presidente». Con estas palabras el diputado del grupo socialista finalizó su disertación durante la cual solo hizo dos pausas, no comió nada y recibió la ovación de los 78 parlamentarios que votaron a favor de la acusación constitucional. Solo tres se abstuvieron y 57 votaron en contra. En su discurso, Naranjo señaló que Piñera «actuando como presidente se benefició de modo directo con información obtenida en el ejercicio de su cargo, siguió negociando e hizo subir el precio».
El abogado defensor de Piñera, Jorge Gálvez, que también alargó su intervención durante más de cinco horas, acusó a la oposición de buscar la descalificación de la persona y la trayectoria política del presidente porque no encuentra actos de la administración susceptibles de calificar los ilícitos». Añadió que no tenían pruebas y que todo se reducía a conjeturas. Pidió a la Cámara que no votara a favor de la propuesta de Naranjo.
La destitución del presidente o no la decidirá el Senado en los próximos días. En la Cámara Alta, los opositores solo tienen veinticuatro representantes cuando para sacar adelante la destitución de Piñera harán falta veintinueve.
Esta es la segunda vez que Sebastián Piñera se encuentra contra las cuerdas y ante una acusación que pide su destitución. La primera fue en noviembre del 2019 por presuntas violaciones de los derechos humanos en medio de las multitudinarias manifestaciones de protestas contra la desigualdad que vive el país. Las reivindicaciones que movilizaron a todo Chile concluyeron con un acuerdo político en el Congreso en el que se aprobó un referéndum para redactar una nueva Constitución, que enterrará definitivamente la creada por el dictador Pinochet.
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Todo esto sucede en un Chile que dentro de dos semanas, el próximo día 21, acudirá a las urnas para elegir presidente y parlamentarios, y con un conflicto con los pueblos indígenas que han llevado al Gobierno a militarizar la zona.
Todos los diputados chilenos sabían lo que iba a pasar. Conocían de sobra los planes del Partido Socialista y del resto de las formaciones de la oposición al Gobierno de Sebastián Piñera. Necesitaban 78 votos para conseguir el juicio político de destitución al presidente. Pero había dos diputados que no estaban.
Giorgio Jackson (Revolución Democrática) cumplía cuarentena por covid por un contacto, pero que le vencía este martes. Llegó justo para la votación tras cumplir con los requisitos de dos PCR, que dieron negativo, según comentó. El otro, Jorge Sabag (Democracia Cristiana), cruzaba el país. También llegó a tiempo gracias al discurso de casi quince horas de Jaime Naranjo.
Todo un ejercicio de filibusterismo parlamentario, jamás visto en Chile, en total desuso en España, pero puesto muy en práctica en Estados Unidos, donde en 1991-92 se produjo el doble de filibusterismo parlamentario que en todo el Siglo XIX. La disciplina parlamentaria en este país permite que los senadores hablen el tiempo que quieran y del tema que elijan. Pura esgrima política que consiste en alargar una sesión para retrasar o impedir el desarrollo de un debate.
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