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GERARDO ELORRIAGA
Martes, 20 de abril 2021, 13:04
No hay una explicación verosímil para la muerte del presidente chadiano Idriss Déby, anunciada este martes en Yamena, la capital de este país africano. La versión oficial es que resultó herido mientras pasaba revista a las tropas gubernamentales que luchaban contra los rebeldes del Frente ... para el Cambio y la Concordia (Fact), milicia con bases en la vecina Libia y que invadió el país hace quince días.
No se sabe cómo falleció ni se explica que el Estado con las fuerzas más poderosas del Sahel permitiera que una guerrilla avanzara sin oposición 700 kilómetros en dirección al sur. Algunas fuentes hablan de que se produjo una reunión con los sublevados que acabó mal, otros incluso sospechan que facciones militares contrarias a Déby aprovecharon la ocasión para deshacerse de él.
La elección del general Muhamat Kaka como sucesor del finado sí que evidencia que el poder político en Chad radica en las fuerzas castrenses. A lo largo de sus seis décadas de independencia, la antigua colonia francesa ha sido presa de presidentes autócratas y caudillos que llegaban al ejecutivo mediante las armas y sustentos tribales en un territorio sometido a tensiones intertribales. Tras el déspota Hissene Habré, uno de los grandes genocidas africanos, llegó en 1992 Déby, un antiguo piloto militar que ha resultado el dirigente más longevo.
La relativa estabilidad del último de los dictadores chadianos tiene razones geoestratégicas. Francia y Estados Unidos han confiado en el gobierno de Yamena como garante de la seguridad en el Sahel, una de las áreas más inestables del continente africano. Las tropas chadianas gozan de considerable reputación, vinculada a los problemas internos y su efectiva implicación en conflictos internacionales.
El régimen ha sufrido invasiones de grupos guerrilleros en 2008, 2015 y 2019, tanto desde la anárquica Libia como a partir de Sudán, uno de sus peores enemigos, que siempre ha conseguido neutralizar. El apoyo galo, con medios logísticos y respaldo aéreo, ha sido esencial para resistir las intentonas. La cooperación ha sido estrecha y fructífera para ambas partes. La Operación Barkhane, que reúne a París y países africanos y europeos, entre ellos España, en la lucha contra la insurgencia islamista, tiene su base en Yamena.
Las tropas chadianas han ejercido un rol esencial en los últimos conflictos regionales. Chad apoyó en 2013 al Elíseo en la Operación Serval, que restableció la autoridad de Malí en el norte del país. Asimismo, su postura fue esencial para detener el avance de Boko Haram en el lago Chad, cuando la milicia extendía su radio de acción por Nigeria y Camerún. Ese papel dirigente en la Multinational Joint Task Force impidió la debacle de dos ejércitos empeñados en detener, sin éxito, la expansión de una banda radical. El ejército también ha ejercido labores de contención en Níger y se ha implicado en el laberinto centroafricano, un conflicto de improbable resolución. Tampoco podemos olvidar que las milicias negras darfuríes tenían sus bases en las provincias limítrofes con Sudán.
El papel de gendarme ha propiciado cierta magnanimidad de Occidente con sus conflictos internos. El multipartidismo es una entelequia en un Estado autoritario que reprime toda oposición. Los últimos comicios otorgaban el 80% de los votos a Déby, dispuesto a gozar de un sexto mandato al frente del ejecutivo. Chad es uno de los países más pobres de África. El 80% de su población depende de la agricultura de subsistencia y la situación no ha dejado de empeorar por el incremento de la violencia salafista y el impacto del cambio climático.
El país se convirtió en productor de petróleo en 2004, pero los ingresos generados por el crudo no han favorecido a sus 16 millones de habitantes. La explotación ha provocado la contaminación de suelos, destruido ancestrales sistemas de vida, y favorecido a las elites dirigentes y a las fuerzas armadas, destinatarias del 40% del presupuesto nacional. El régimen de Yamena está considerado uno de los más corruptos del mundo.
La UE llamó este martes al «conjunto de actores implicados a la responsabilidad», con la «prioridad inmediata» de garantizar la estabilidad del país y del conjunto de la región, según el jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell. El presidente francés, Emmanuel Macron, solicitó que el Consejo Militar de Transición, nueva autoridad suprema, asuma la responsabilidad de «una transición pacífica de duración limitada que se desarrolle en un espíritu de diálogo con todos los actores políticos y de la sociedad civil» para lograr «una vuelta rápida a un Gobierno inclusivo». No parece que el dirigente galo conozca a su mejor aliado en África o puede que sus victorias militares, tan provechosas para Europa, hayan producido cierta amnesia histórica.
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