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Equiza, durante una de las visitas a un centro de educación de la República Centroafricana. R. C.
«Algunos grupos son milicias a la mañana y bandas criminales durante la tarde»
Fran Equiza - Representante de Unicef en la República Centroafricana

«Algunos grupos son milicias a la mañana y bandas criminales durante la tarde»

La depredación de las riquezas naturales explica la crisis inmensa pero olvidada que ha aquejado al territorio subsahariano en 20 años

GERARDO ELORRIAGA

Domingo, 14 de noviembre 2021, 00:10

Nos hemos olvidado de la República Centroafricana. El planeta nos proporciona tantos motivos de interés que resulta difícil mantener el foco mediático en un territorio perdido en la región subsahariana. Hace ocho años que el país concitó la atención de los medios de comunicación, que ... divulgaron sus enfrentamientos interreligiosos, las víctimas despedazadas y el éxodo de sus torturados ciudadanos. Luego, el olvido, alguna masacre y una periodista francesa abatida, el enésimo daño colateral. Pero no es justo. Tras Yemen y Siria, no hay otro territorio que precise mayor auxilio internacional. «En 2022, el 63% de la población precisará de ayuda humanitaria», explica Fran Equiza, representante de Unicef sobre el terreno.

El hecho de ser una crisis olvidada tiene, a su juicio, importantes consecuencias. «Provoca graves dificultades para conseguir medios», denuncia. «Al final, los gobiernos asignan fondos a destinos como Afganistán, donde la gente sabe que se está sufriendo. Es más fácil de entender. El desconocimiento también impide que el conflicto esté en las agendas y se envíen agentes para buscar soluciones».

Entre la sabana y la selva, la antigua colonia francesa es un puzle de difícil resolución. «La capital Bangui supone una isla de calma en un país complicado», advierte, aunque, a principios de este año, fuerzas de distinto signo se coaligaron para capturarla.

LAS FRASES:

  • - «El 40% de los niños sufre malnutrición crónica, mientras que la severa afecta a unos 60.000»

  • - «Sin educación ni futuro, la población joven es el caldo de cultivo para insurgentes armados»

La Minusca, la misión de Naciones Unidas, preserva su seguridad. Pero la realidad es mucho más compleja fuera de sus límites. «El régimen no controla más allá del 30 o 40% y el resto está en manos de 14 grupos armados y entre ellos hay disputas por cuestiones fronterizas», indica. «Tampoco se respeta la cadena de mando y el comandante de una facción puede decir una cosa y otra distinta el responsable de su 'checkpoint' (control)».

El trabajo en un lugar así es fascinante, según sus palabras. «Planificas la noche anterior y has de cambiarlo todo a la mañana siguiente por la inseguridad, los desplazamientos de la población o cualquier incidente», confiesa. En el auge del conflicto, los musulmanes eran perseguidos por turbas provistas de machetes. «Pero esa visión es reduccionista», alega y señala que la clave es económica, que los primeros poseen más recursos derivados del comercio y la trata de ganado, mientras que los agricultores cristianos son más vulnerables.

La depredación de las riquezas naturales explica, en realidad, esta crisis prolongada durante más de dos décadas. «No hay posicionamientos ideológicos, es una pugna por las minas de oro y diamantes, el robo de reses o el negocio de la extorsión», lamenta. «Algunos grupos son milicias a la mañana y bandas de criminales durante la tarde y, en los últimos meses, cuando se ha arresta a alguno de los líderes, sus huestes se convierten en pandilla de ladrones».

El desastre social y económico es consecuencia de esta inestabilidad. Una cuarta parte de los centroafricanos ha abandonado su tierra y los que resisten en sus casas padecen condiciones penosas. El equipamiento sanitario es muy frágil y la vacunación de rutina alcanza índices muy bajos. En cambio, la pandemia no ha provocado grandes efectos. «Ha habido pocos casos, pero también se han realizado pocos tests», apunta. Quizá la pirámide poblacional explica la escasa repercusión. «La mitad tiene menos de 18 años y no hay mayores de 60».

Infancia destruida

No resulta fácil crecer en la República Centroafricana. El 40% de los niños sufre malnutrición crónica, mientras que la severa afecta a unos 60.000 pequeños. Uno de cada cinco menores no llegará a los cinco años por el impacto de enfermedades prevenibles. «Faltan diagnósticos y tratamientos rápidos», explica. No es extraño. El 80% de la población reside a más de siete kilómetros de un centro de salud en un país donde apenas hay carreteras, automóviles y motocicletas.

Sobrevivir a la infancia no garantiza la posibilidad de formarse y acceder a otro nivel de vida. «La mayoría de las escuelas han sido destruidas o permanecen en manos de las bandas. Además, tampoco faltan maestros en las zonas rurales», indica. La realidad cotidiana es brutal para los menores. «El 98% ha sufrido algún tipo de abuso».

El rumbo de África es preocupante, en opinión de Equiza. Bangui tan sólo supone el peor escenario en un contexto vasto y similar, aquejado por graves problemas y hogar de comunidades desesperanzadas. «Acoge a una población joven enorme en condiciones políticas y económicas muy precarias. Sin educación ni futuro, es el caldo de cultivo para insurgentes armados».

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