Duelo de agujas

Para Helbig se trataba de la celebración de un cuarto de siglo desde que comenzase a construir sueños, como en las películas que adoraba de niña. Se crió viendo a Faye Dunaway en 'Bonnie & Clyde', a Mia Farrow en 'La semilla del diablo', a Jane Fonda en 'Barbarella' y a Goldie Hawn en 'Flor de cactus''. Plumas, lentejuelas, medias de rejilla, mujeres libres, sofisticación y glamur a raudales que hicieron mella en la joven, prendiendo la llama de su curiosidad y el hambre por descubrir los entresijos de aquellas mujeres poderosas, independientes y reivindicativas. Eso sí, nunca por la ruta más sencilla. Las prendas de la catalana son obras de arte en las que no tiene reparos en dedicar meses de trabajo. Pueden llegar a tener, como es el caso de uno de sus abrigos, más de cien piezas unidas para crear combinaciones que encajen a la perfección desde cualquier ángulo posible. Un rompecabezas en el que tradición y buen hacer comparten mesa con la innovación, punta de lanza de cada una de sus líneas. Ahora puede presumir de tener propio tweed. «¿No tiene Chanel el suyo? ¡Yo también!», comentó entre risas en el vestuario un par de horas antes de mostrar su trabajo al público. En su caso, lo elaboró mano a mano con un artesano gallego mezclando terciopelo, rafia y cadenas para un tejido tan especial como sus inconfundibles diseños.

Un lustro menos es el que lleva Jorge Vázquez con su propia firma, y tan solo un par al frente de Pertegaz. El gallego volvió a estudiar el archivo de la prestigiosa firma con detenimiento. «Es una pena que queden en el olvido», matiza el diseñador con mucho respeto hacia su antecesor. Mantiene las líneas simples y naturales, pero sacando a la luz su origen como sastre para «vestir a una mujer suave y delicada que huye de la vulgaridad» en un trayecto a una de las mejores épocas de la moda.