Lunes
6.00 horas. Todos los días de mi vida me levanto a la misma hora. No tiene mérito. Duermo fatal. Padezco insomnio desde hace muchos años. He ido a varias unidades del sueño y no tiene arreglo. Porque tendría que cambiar mi vida y no la voy a cambiar.
10.30 horas. He quedado con Chencho Arias en el Café de Oriente, frente al Palacio Real, para entrevistarle. Quería a alguien sensato para hablar sobre la salida del rey de España. Sigo conmocionada. Fuimos la envidia del mundo por su labor y ahora... Teniendo tanto, ¿por qué hizo presuntamente lo que hizo? No sé cómo va a afectar a Felipe. Vaya papelón.
13.30 horas. Cojo un taxi de vuelta a casa. Yo no voy al gimnasio ni ando. Bueno ando, pero no ordenadamente. Solo tengo una actividad fija, un masajito los domingos. Apenas hay gente en las calles. Se palpa el miedo al coronavirus. Ya lo dice el taxista, que Madrid está hecha una pena.
23.30 horas. Me duermo con Mara Torres. Así toda la noche, en duermevela, con la radio puesta. Y con pastilla.
Martes
6.30 horas. Me pongo un café y me voy al ordenador a rematar la entrevista que hice la semana pasada a Esteban González Pons. Nos tiramos la mitad del tiempo hablando de Enrique Ponce y Paloma Cuevas. Estaba enloquecido con la foto del cocodrilo (la colchoneta en la que aparecieron el torero y su novia veinteañera, sentados a horcajadas en una piscina, que fue portada de 'Diez minutos').
9.30 horas. Sesión de pelu antes de ir a 'Las mañanas de TVE' para comentar con Cristina Fernández las novedades del corazón. Cómo no, de nuevo el idilio de Ponce. No me gusta la forma en que ha hecho pública su historia con Ana Soria y le zurro pero bien. Aunque está claro que la que quiere visibilidad es la niña, como Antonio Dominguín con Ava Gardner.
15.30 horas. Como donde puedo. A veces ni como. Pero siempre saco un rato para tomar un café con una amiga o con la tendera de mi calle. Me gusta darle carrete al señor jubilado que me cruzo por mi calle, al portero, al taxista o al camarero que acaba de salir del ERTE. De las fiestas no sacas nada. La gente de la calle es la que te da el pulso de lo que está ocurriendo.
02.30 horas. Abro el ojo y me pongo la tele. Hay un canal que a estas horas pone unas series policíacas estupendas. Unas en Hawai, otras en Miami... Nada de artes marciales, solo pistolas. No salen muertos, así que no me altero.
Miércoles
10.00 horas. Concierto una cita con la actriz Vanessa Romero. Llevo ya 23 años haciendo entrevistas para 'Diez minutos' y he repetido a muy pocos personajes. Entre ellos, Isabel Allende, que me fascina. Tiene una vida apasionante. La gente de origen humilde que acaba triunfando no te defrauda jamás. No se llega arriba por casualidad. Una de las últimas que mejor salió fue la de José Luis Monedero. Vino con muchos prejuicios y acabó abriéndose más de lo que esperaba. Se emocionó al recordar la difícil relación que tuvo con su padre.
12.00 horas. Telefoneo a mi hermana. Está en la Sierra de Gredos, donde tengo una casa maravillosa. Allí nacimos y allí tenemos un montón de primos hermanos.
17.30 horas. Me recoge un taxi para ir al plató de 'Lazos de sangre', con Boris Izaguirre. Allí nos dan las dos de la madrugada y con esto del virus ya no ponen ni buffet ni nada. Esta noche toca Antonia Dell'Ate. Hablo del drama de su separación del conde Lecquio. Todo empezó en un cóctel en el Banco Exterior de España. Vimos a Ana García Obregón tonteando como un guaperas. Se acabó marchando con él en su coche. Después fuimos al Joy Eslava y allí nos presentaron a «la mujer del conde Lecquio». «Pues por aquí no va a aparecer esta noche», pensé. Y lo publicamos.
2.40 horas. Llego a casa. Estoy que me como las piedras. La asistenta me ha dejado preparada una tortilla francesa. Yo no sé cocinar.
Jueves
08.10 horas. Bajo a por mi barra de pan y mis cuatro periódicos, y entro en una cafetería. Café solo y agua sin gas. En una hora no hablo con nadie. Solo leo.
10.20 horas. Llamo a la Asociación de la Prensa de Madrid. Soy miembro de la junta directiva. Últimamente no paramos de hacer comunicados. Que si los de Vox vetan a los de Prisa, que si Iglesias arremete contra la prensa... Yo supe dejarlo a tiempo. Me pusieron a hacer política dos meses antes de que mataran a Carrero Blanco. Disfruté mucho, pero acabé harta.
11.30 horas. Llevo a unos amigos nicaragüenses a la antigua Universidad de San Bernardo. Allí está el Archivo Rubén Darío. Se casó con Francisca Sánchez y tuvieron cuatro hijos. Luego ella se casó de segundas y tuvo a mi madre, ¡con 52! Donó al Gobierno español más de 6.000 documentos que yo, que era funcionaria de la Universidad Complutense, catalogué. Cartas de Juan Ramón Jiménez, Azorín, mandatarios... De mi abuela Lala conservo un mantón de Manila maravilloso que le regaló Machado.
21.30 horas. Me voy de cena y cotilleo con Paloma Oneto, la viuda de Pepe, y Ángeles López de Celis, que fue secretaria de Adolfo Suárez. Las amigas son mejor que los psicólogos, que los curas y que todo.
Viernes
9.35 horas. Cojo el AVE a Marbella. Allí prácticamente vive Miguel, mi marido, y allí veraneo. Llegué en el 72. Había empezado en el diario 'Pueblo' y Emilio Romero fue el primero en decir que había que ir a las playas a hacer información. Les conocí a todos: Onassis, Mel Ferrer, Joan Collins, Liza Minnelli, Ira de Fürstenberg... El Cordobés metía el dinero de las corridas en un saco de obra y se iba al tiro al pichón. Y yo detrás. Qué tiempos...
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