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joaquina dueñas
Madrid
Domingo, 6 de noviembre 2022, 23:53
«Brillante pero complicado». Así definía Kim Kardashian a su entonces marido, Kanye West, en el verano de 2020, cuando revelaba que el polémico cantante sufría trastorno bipolar y que se negaba a recibir ayuda profesional. Solo unos meses después, en febrero de 2021, la ... empresaria anunciaba su separación y desde entonces el rapero ha encadenado un escándalo tras otro.
Su figura siempre ha sido controvertida, histriónica e irreverente, algo que se ha acentuado hasta límites insostenibles en los últimos meses. Sus incendiarias declaraciones antisemitas y racistas le han valido la pérdida de contratos millonarios con multinacionales como Adidas, Gap y Balenciaga. Ahora, parece que ha decidido tomar medidas y compensar sus continuos excesos con un 'ayuno vital'. West ha hecho en Twitter el anuncio de su viaje al comedimiento: «No voy a hablar durante un mes. Estoy practicando una limpieza de 30 días de ayuno verbal. Sin alcohol, sin películas para adultos y sin relaciones sexuales».
Megalómano impenitente, compuso la canción 'I am a God' (Soy un Dios), en la que decía: «Soy un Dios, así que date prisa con mi maldito masaje, date prisa con mis malditos cruasanes, porque soy un Dios». Podría haber sido solo una canción provocadora, pero, sin embargo, su actitud parecía ratificar que, realmente, se considera un ser superior.
Así, le hemos escuchado autodefinirse como «el número uno de la música, y eso significa que cualquier otra persona que esté respirando ahora mismo es el número dos» o «si te dijera que no soy un genio, te estaría mintiendo». De hecho, su descomunal ego le ha llevado a afirmar que la gran pena de su vida es que nunca podrá verse a sí mismo actuar en directo.
Mientras sus declaraciones consistían en ensalzarse a sí mismo, todas se tomaban como las excentricidades de un artista enamorado de su propio físico y su talento. Pero su apoyo incondicional a Donald Trump fue el inicio de su debacle. Cada día más susceptible e irascible, perdía los papeles tanto en privado como en público constantemente. Llegó a llamar «hijos de puta» a los técnicos de iluminación del programa 'Saturday Night Live', aunque lo peor estaba por llegar.
Recientemente publicaba una conversación privada con Puff Daddy, otro rapero, en la que le acusaba de venderse «a los judíos». Luego, intentaba defenderse empeorándolo todo aún más, ya que aseguraba que no podía ser antisemita porque muchos negros son judíos, pero que «amenazaban a cualquiera que se opusiera a su agenda».
Esto se sumó a su afirmación de que la trágica muerte de George Floyd a manos de la Policía se debía a una «sobredosis de fentanilo» y no por asfixia, después de que el agente Derek Chauvin presionara con la rodilla el cuello de Floyd.
El rapero tampoco dudó en lucir una camiseta con el lema 'White Lives Matters' (Las vidas blancas importan), utilizado habitualmente por los supremacistas blancos de Estados Unidos. Acusado de antisemita y racista, Adidas decidió romper su colaboración con el rapero por sus comentarios «inaceptables y peligrosos». El gigante alemán de la ropa deportiva se sumaba a la estadounidense Gap, que ya en septiembre anunció el fin de su colaboración con West.
La firma de alta costura Balenciaga también hacía lo propio y comunicaba que «ya no tiene ninguna relación ni planes para futuros proyectos con este artista». Una cascada de pérdidas que ha podido ser el detonante para que el ególatra rapero decida dar un paso atrás y guardar silencio mientas se somete a una desintoxicación completa. Solo el tiempo dirá si lo consigue.
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