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SERGIO GARCÍA
Domingo, 15 de noviembre 2020, 00:24
Moncho Borrajo soporta los rigores de la pandemia atrincherado en su casa de Los Realejos (Tenerife), donde vive desde hace 5 años. «Fue mudarme aquí y se acabó el reúma», dice. Ha firmado cuatro actuaciones desde que se declaró la emergencia «y eso que ... nadie se contagia en el teatro». Su último paso por el escenario fue ayer en el Campos de Bilbao, donde representó 'Nada'. «La comida es necesaria, pero también los abrazos y la risa. Nos han quitado la primera, y por eso la segunda no puede faltar o nos amargaremos. A mí me tendría que prescribir la Seguridad Social, reír es lo único que nos queda».
13.00 horas. La vida social está bajo mínimos, pero hoy toca ir impecable, una costumbre heredada de mi padre que era sastre. Chaqueta, corbata, sombrero... Voy al restaurante de un amigo en Puerto de La Cruz, 'Magnolia'. No tengo pareja, ya no. Estoy como dicen los taxistas, con la bandera levantada. He quedado con Anki, una señora viuda sueca con la que hablo de todo. Es el único día de la semana que estiro la sobremesa. Me ponen las sobras en una bolsa para 'Marko', el terrier tibetano que vive conmigo.
8.00 horas. El perro duerme dentro de la casa y es como un reloj. Me despierta con la pata para que le deje salir al jardín a hacer sus cosas, mientras yo me levanto y me aseo. Desayuno muy frugal, todo lo contrario de lo que recomiendan los médicos. Apenas un Cola-Cao y a veces una madalena.
10.00 horas. Lo primero es revisar las cuentas del banco: lo que ha entrado, lo que no ha entrado y tenía que haberlo hecho... en fin, evaluar el naufragio. También ver si necesitó algo para la casa, hablar con mi representante...
12.00 horas. En casa me cuida Candelaria, una canaria con la que tengo una relación casi de hermanos. Se encarga de la casa, de la cocina, de la ropa, me corta el pelo.... No aguanto a los hombres con pelo en las orejas y cejas largas. En un señor mayor las cejas 'revirichadas' como decimos en Galicia, quedan muy feas.
21.00 horas. Devoro informativos. Trump, Putin, Boris Johnson... Estamos en manos de unos ególatras que de tanto mirarse el ombligo piensan que la pelotilla que se les ha formado es una obra de arte. Y nosotros no somos mejor. ¿Qué puedes esperar de un país que tiene un cocodrilo en Valladolid, una pantera en Granada y un pavo real en La Moncloa? Y eso por no hablar del emérito, flaco favor le ha hecho a su hijo. Si estuviéramos en otra época ya le habrían hecho una zarzuela, algo del tipo 'El rey se va de safari'.
10.00 horas. Voy al estudio y me pongo a trabajar. Escribo, pinto... He aprendido con los años a no mezclar, si estoy con una cosa voy a saco con ella. Acabo de escribir '33 mujeres y un suspiro', un libro de narraciones cortas, aunque voy a esperar a publicarlo porque sacarlo ahora es un crimen. También pinto con acrílicos y técnica mixta. Ahora estoy con una serie de retratos de famosos, deconstruyéndolos a través de la geometría. Llevo 40.
20.00 horas. Hora de cenar si no estoy de gira. Si tengo algún fiambre en la nevera –no me refiero a muertos–, lo arreglo con un bocadillo y soy el hombre más feliz del mundo. De jamón, de calamares... de anchoas, aunque tenga que beber toda la noche. Nada de pan de molde, ni hamburguesas... Tampoco pizza, es como una empanada sin tapa. Lo acompaño con una cerveza o dos, que no pasa nada. Al memos a mi edad, que tengo la próstata de aquella manera.
11.00 horas. Toca hacer las maletas. Despego de Tenerife Norte y vuelo a Bilbao vía Madrid, seis horas en total. Nada de hoteles esta vez, me alojo en casa de Antonia, una amiga de toda la vida, y madre de 'Tontxu', el cantante. Son como de la familia.
22.00 horas. Veo en televisión a esos chavales haciendo botellón y me indigno. No tienen concepto de pertenencia a una comunidad, de que con su actitud pueden estar provocando la muerte de un familiar. De acuerdo, ya sé que hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece y con esto pasa igual, pero libertad no es hacer lo que te salga de los huevos si con eso dañas a los demás.
13.00 horas. Soy de comer muy pronto. Me acostumbré cuando iba de gira, era la forma de encontrar un sitio en los restaurantes porque no tenía tiempo de reservar. Aprendí que así te encontrabas la cocina limpia y los aceites sin usar. Un salteado de verduras, unas chuletitas de cerdo, un chicharro... Como buen gallego, no perdono las patatas. Nunca he sido de carnes rojas y, aunque suene a chiste, tampoco de conejo.
19.00 horas. Cuido mucho las redes sociales, alrededor de hora y media al día, sobre todo Facebook (tiene casi 70.000 seguidores). Escribo cosas amables, que la gente está muy alterada. A veces también algún tuit, pero con todo lo que hablo para mí Twitter es una frustración constante. Que me diga una red social que no puedo pasar de no sé cuántos caracteres. Hombre, váyase a la mierda, yo escribo lo que me da la gana...
24.00 horas. Me voy tarde a la cama. Hago crucigramas, sopas de letras, sudokus... para que me funcione la cabeza, si se me oxida, la he jodido. 'Moncho eres un genio', me dicen. Sí, pero tengo la lámpara ya un poco fundida.
14.00 horas. Soy de siesta, una hora larga. Piensa que el 25 de diciembre cumplo 71 años, como dicen ahora una persona 'de riesgo', aunque yo he sido de riesgo toda la puta vida, jajaja. No es que sea un tipo valiente, lo que soy es consecuente y eso en este país no se lleva. En fin, echo la siesta en el sofá y tengo que taparme la barriga con algo, no hace falta que se a una manta, basta una servilleta. Una manía que cogí de mi padre, si no lo hago me constipo.
17.00 horas. Sálvame, Más vale tarde, El hormiguero ya de noche... los veo todos, saltando de unos a otros. Si quiero ser crítico con la sociedad en la que vivo, tengo que ver lo que la gente ve. Lo utilizo de termómetro social, para saber de qué opina esa mayoría que luego en las redes te pone a parir.
12.00 horas. Actúo en Bilbao. No están las cosas como para andar por la calle de juerga, pero normalmente antes de comer me doy una vuelta por el centro de la ciudad donde trabajo. Lo hago porque yo soy mi mejor cartel y así la gente te ve. Salgo con una amiga y aunque vamos embozados con la mascarilla la gente me reconoce y me paran para saludarme. No me ven como a un artista, sino como a uno más. Es muy agradable, porque no estás obligado a estar armando constantemente el personaje. Hasta que se levanta el telón.
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