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Arantza Furundarena
Martes, 4 de febrero 2020, 12:25
Comienzo esta columna sin saber muy bien si escribir sobre el impacto del coronavirus en la Bolsa china o sobre los cuatro pelillos que se ha depilado en las cejas la princesa Leonor... Cuando de pronto me aparece en la pantalla una alerta que dice: ... «El aeropuerto de Barajas se prepara para el aterrizaje de emergencia de un avión sin una rueda». Y, claro, como viajera frecuente que ha vivido alguna que otra incidencia a bordo, ya no puedo pensar en otra cosa que no sean esos ciento y pico pasajeros suspendidos en el aire y en la pura incertidumbre.
Mirándose entre ellos, algunos mudos de pánico, otros conjurándolo a base de rezar, de contar chistes o de hacerse confidencias jamás antes confesadas... Uno grabando, el otro durmiendo (hay gente capaz de desconectar hasta en el infierno). O tal vez cantando todos a coro, como los eurodiputados tras el 'brexit'. El canguelo siempre adopta formas de lo más insospechadas.
Cuando viví en Barcelona, una de las primeras palabras que aprendí en catalán fue el infinitivo del verbo aterrizar. Y pronto entenderán por qué... En catalán, aterrizar se dice 'aterrar'. No sé si esto explica algo sobre la idiosincrasia de los catalanes (¿que les gusta meter miedo, quizás?) o si es simplemente una mera coincidencia fonética, pero les aseguro que cuando estás a punto de tomar tierra (otra siniestra expresión aeronáutica) en mitad de una tormenta eléctrica y la amable sobrecargo (generalmente una voz grabada) te anuncia que 'aterrarem' en breves momentos, te dan ganas de replicarle: «Perdona, estamos aterrados ya».
Una vez, aterrizando, o más bien 'aterrando' en el aeropuerto de Bilbao, a mi avión le cayó un rayo. Como siempre pido ventanilla, pude ver un fogonazo blanco en el ala seguido de un estallido sordo, como un petardo. De pronto se apagaron todas las luces de cabina y unos segundos después (sin tiempo siquiera para elaborar un 'adiós mundo cruel') volvieron a encenderse y el avión siguió su rumbo. «Señores pasajeros, como habrán podido comprobar, nos ha alcanzado un rayo», informó flemático el piloto. «Calma y paciencia» es lo que les pidió a los pasajeros del vuelo canadiense su comandante. Y sí, al final consiguió aterrizarlos con bien... Pero en catalán.
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