Se ha apagado una estrella... en Buckingham

Con un vestido diseñado por la directora creativa de Givenchy, la británica Clare Waigh Keller, entró a lo grande en el encorsetado séquito de la reina Isabel II, cuyos súbditos vieron en ella un soplo de aire fresco. Markle, como ocurrió con la que hubiese sido su suegra, se convirtió en un icono de estilo en su breve paso por el Palacio de Buckingham. La intérprete siente predilección por las siluetas sencillas y conjuntos monocolor, huyendo de cualquier estilismo recargado.

Su pasión por la moda la llevo a convertirse en editora invitada en el número del pasado mes de septiembre de la edición de 'Vogue' Reino Unido, protagonizado por mujeres activistas. No era la primera vez que un miembro de la corona colaboraba con la prestigiosa revista. Ya lo hicieron Lady Di y Kate Middleton, aunque a diferencia de ellas Meghan prefirió mantenerse en un segundo plano para dejar todo el protagonismo a sus invitadas. Aprovechando ese trampolín, la duquesa de Sussex anunció el lanzamiento de su propia línea de ropa de oficina con la que recaudó fondos para la organización benéfica británica Smart Works (Trabajos inteligentes), cuyo objetivo es ayudar a las mujeres desempleadas con un vestuario adecuado para conseguir un trabajo, además de ofrecer pautas para las entrevistas.

La admiración de los ingleses se tornó en un primer momento en indignación y consternación entre los partidarios de la realeza británica tras el bautizado como 'Megxit', pero la pareja recibió una cálida bienvenida esta semana, en su última ronda de compromisos oficiales, para los que Markle vistió para ofrecer un adiós de película. Un sencillo y ceñido vestido azul turquesa firmado por Victoria Beckham de 1.120 euros y uno largo rojo con capa de la también británica Safiyaa, de 1.500 euros, sirvieron para cerrar una agenda que ya queda para la historia.